La mañana del 6 de marzo, dos días después de la anunciada fecha en que se implementarían aranceles a México y Canadá, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump después de mantener una llamada con Claudia Sheinbaum, anunció una pausa en la aplicación de los aranceles. Esta medida ha sido recibida con una mezcla de alivio y cautela en la relación bilateral entre ambos países, en un contexto marcado por la amenaza de implementación de tarifas que atentan contra la reciprocidad arancelaria, y las tensiones en torno al tráfico de fentanilo y la migración. Aunque esta pausa puede verse como un respiro temporal, las cuestiones que dieron origen a las amenazas de Trump aún permanecen sobre la mesa, lo que obliga a México a mantenerse vigilante.
De acuerdo a información dada por la propia presidenta Sheinbaum, en la conferencia matutina de ese mismo día, mencionó que en la llamada presentó a Trump diversos argumentos para que éste pausara los aranceles a México hasta el 2 de abril, cuando se realizará la revisión de tarifas recíprocas.
La presidenta presentó resultados con relación a la disminución del cruce de fentanilo de México a Estados Unidos. Explicó que de enero a febrero se redujo el tráfico de fentanilo en un 41.5%, según la Agencia de Aduanas y Fronteras de Estados Unidos. “Esta gráfica no la conocía él hasta que se la mandamos y le expliqué que nuestra estrategia está dando resultados. También le comenté de la reunión de seguridad con las autoridades, donde se llegaron a una serie de acuerdos de cooperación en el marco de nuestras soberanías”.
Además, puntualizó que la entrega de 29 narcotraficantes mexicanos, también es parte de los resultados en materia de seguridad, un aspecto clave para Trump. La presidenta Sheinbaum también leyó la respuesta del presidente Trump, luego de que publicara en redes sociales que tuvo una “excelente llamada” con él, por lo que México estará exento de estas medidas por lo menos, hasta el 2 de abril, de los aranceles.
El gobernador de Coahuila, Manolo Jiménez Salinas ha señalado que su gobierno trabajará en coordinación con la presidenta de la República, Claudia Sheinbaum y ha manifestado su respaldo e interés, “vamos a cerrar filas con nuestro país pero siempre buscando cómo se puede fortalecer el acuerdo comercial que desde muchos años existe con nuestro vecino del norte”.
El contexto de esta pausa se enmarca dentro de un proceso de amenazas de imposición de tarifas arancelarias por parte del presidente Donald Trump sobre todos los productos importados desde México, con una tasa del 25%, con el objetivo de presionar a México a que frenara el flujo migratorio hacia Estados Unidos, y el combate al tráfico de drogas, particularmente el fentanilo.
Para entender la relevancia de esta pausa, es fundamental entender la política comercial de Trump en su relación con México. Desde su primer mandato, el presidente estadounidense adoptó una postura unilateral y proteccionista, buscando reconfigurar las relaciones comerciales en favor de su país. El TMEC, firmado en 2018, fue una de las respuestas de su primera administración para revisar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte.
La pausa en la implementación de los aranceles debe entenderse también como un reconocimiento de las gestiones de México para abordar el tema del tráfico de drogas en los últimos meses. Si bien aún existen discrepancias entre los dos países sobre la efectividad de las políticas mexicanas para reducir el tráfico, particularmente el de fentanilo, la pausa ofrece tiempo para que ambas naciones trabajen en conjunto en estrategias más eficaces para enfrentar este problema. La administración Trump ha reconocido avances en la cooperación bilateral en esta área, aunque se mantiene firme en la exigencia de que México intensifique sus esfuerzos en la lucha contra las organizaciones criminales dedicadas al tráfico de drogas.
El hecho de que Estados Unidos haya decidido suspender temporalmente la imposición de tarifas y aranceles a México también refleja un cambio estratégico en la manera en que se gestionan las tensiones comerciales en el marco del TMEC. El tratado, que reemplazó al TLCAN, contiene disposiciones sobre la revisión de tarifas y la cooperación en comercio, medio ambiente, y derechos laborales.
No obstante, es importante señalar que la pausa no implica la desaparición de las tensiones entre ambos países. A pesar de la suspensión temporal de los aranceles, persisten varios temas que aún están bajo revisión y que podrían resurgir con fuerza en los próximos meses, especialmente a medida que se acerque el periodo de reevaluación en abril.
Estos aranceles, en el caso hipotético de que se aplicaran, presentan riesgos importantes en la economía de ambos países, ya que abarcan una amplia gama de productos. Desde bienes industriales y electrónicos hasta productos agrícolas y de la industria automotriz. Estos productos han sido seleccionados de manera estratégica para afectar sectores clave de la economía mexicana, así como las exportaciones que más dependen del mercado estadounidense. En términos de volumen, se estima que los aranceles podrían ascender a miles de millones de dólares en ingresos perdidos, lo que pone en peligro la estabilidad económica de un país que depende enormemente de sus relaciones comerciales con su vecino del norte.
México, que es el tercer socio comercial de Estados Unidos y el primer destino de sus exportaciones, experimentaría una presión significativa. La industria automotriz, que representa una de las principales fuentes de divisas para México, estaría especialmente afectada. La imposición de aranceles a los automóviles y autopartes mexicanas podría llevar a la desaceleración de la producción, con la consiguiente pérdida de empleos y afectación de la competitividad del país. Por otro lado, las exportaciones agrícolas, un sector clave en las relaciones comerciales entre México y Estados Unidos, también se ven comprometidas.
La imposición de aranceles tiene el potencial de generar un efecto en cadena sobre la economía mexicana. Si bien es cierto que México ha logrado diversificar sus mercados en los últimos años, Estados Unidos sigue siendo el principal receptor de sus exportaciones, lo que hace que el impacto de estas medidas proteccionistas sea considerable.
Aunque en un primer plano los aranceles pueden parecer beneficiosos para la economía estadounidense, es necesario puntualizar que las medidas proteccionistas propuestas por Trump también traen consigo costos significativos para los consumidores y las empresas en Estados Unidos. La industria estadounidense, que depende de las importaciones mexicanas, podría verse afectada por el aumento de precios de productos como alimentos, automóviles y bienes de consumo.
Las cadenas de suministro que integran a México y Estados Unidos están profundamente interconectadas, y cualquier alteración en este flujo de bienes puede desencadenar un aumento en los costos de producción para las empresas estadounidenses. El impacto real puede ser devastador para ambas naciones, especialmente en un contexto global cada vez más interconectado. Las consecuencias económicas de estos aranceles, tanto para las empresas como para los consumidores, son profundas y podrían marcar un punto de inflexión en la relación bilateral entre los dos países.
El futuro de las relaciones comerciales dependerá de la capacidad de ambos países para negociar nuevas soluciones y adaptarse a este entorno cambiante. México deberá diversificar aún más sus mercados de exportación, buscando fortalecer sus relaciones comerciales con otras regiones del mundo, como América Latina, Europa y Asia.
Por su parte, Estados Unidos, deberá evaluar las consecuencias a largo plazo de su política proteccionista. La historia ha demostrado que las medidas arancelarias no siempre traen los resultados esperados y, a menudo, terminan afectando tanto a los países que las imponen como a aquellos que las reciben.
La espera hasta abril será crucial para determinar si las acciones concretas que México tome en el control del tráfico de fentanilo y en la implementación de medidas recíprocas en comercio y seguridad pueden evitar que los aranceles sean una amenaza constante. En este sentido, la respuesta de México no debe ser sólo diplomática, sino también efectiva en términos de políticas públicas y seguridad.
Es imperativo que ambos gobiernos trabajen para reducir las tensiones comerciales y buscar soluciones que beneficien a ambas naciones en el largo plazo. La cooperación y el diálogo deben ser las herramientas para superar esta nueva crisis en las relaciones México-Estados Unidos, pues de no hacerlo, las repercusiones podrían ir mucho más allá de los números en las balanzas comerciales, afectando la estabilidad social y política de la región.