La reciente reforma impulsada por la presidenta Claudia Sheinbaum, que combate el nepotismo y restringe la reelección, era una señal importante y un paso fundamental hacia la construcción de un sistema político más justo y transparente. En una sociedad donde la confianza en las instituciones ha sido mermada por escándalos de corrupción y favoritismos, esta reforma pretendía ser un compromiso con la equidad y la rendición de cuentas. Al limitar la reelección, se busca frenar la perpetuación del poder y fomentar una política de renovación constante, donde la participación ciudadana y la alternancia sean la norma, no la excepción.
Por otro lado, el combate directo al nepotismo tuvo la oportunidad de ser un acto de justicia social construido sobre un mensaje claro, los recursos y puestos públicos deben asignarse con base en la competencia y no en relaciones familiares. Esta reforma, además de tener un alto impacto en la gestión pública, pretendía recuperar la confianza de los ciudadanos en un gobierno que no favorezca a los cercanos, sino que se enfoque en el bienestar colectivo.
El alcance político de esta reforma no era menor. Sheinbaum, al impulsar este cambio, pretendía impulsar un modelo de gobernanza basado en principios democráticos sólidos, y como una pieza clave para una verdadera transformación del país. Pero, su propia coalición impidió que la reforma contra el nepotismo se aplicara desde 2027.
Los primeros en protestar fueron los integrantes de su propio partido, Morena, quienes inmediatamente expresaron que se sienten vulnerados en “su derecho” de heredar sus puestos de elección popular a un hermano, esposo, esposa, hijos o padre para continuar con los linajes políticos en diversas zonas del país. Esta reforma fue rechazada por la cúpula morenista, lo que evidenció una fractura entre la presidenta y su partido.
La consolidación del partido guinda en el poder se ha visto acompañada desde su fundación con la perpetuación del poder en manos de unas pocas familias. Por eso no es extraño que la oposición interna que ha generado esta iniciativa dentro de Morena no es solo una disputa política, sino también un reflejo de cómo las estructuras de poder, incluso dentro de un partido que se presenta como renovador, siguen reproduciendo prácticas tradicionales y clientelistas.
Los morenistas y aliados, particularmente gobernadores y aspirantes que buscan suceder a sus familiares directos en estas entidades no sólo se oponen a la reforma por un interés personal, sino porque en sus estados han logrado establecer redes de control que dificultan la competencia política y refuerzan la idea de que el poder debe permanecer en ciertos círculos. Este tipo de resistencia revela que, en la práctica, la renovación política prometida por los gobiernos de Morena enfrenta grandes obstáculos ocasionados, muchos de ellos, por Morena. Mientras se promueve un discurso de cambio y de lucha contra la corrupción, al interior de los partidos aliados de la presidenta Sheinbaum persiste la necesidad de consolidar dinastías políticas que, lejos de garantizar un verdadero cambio, buscan mantener el control político.
El papel del Partido Verde en esta controversial rebelión es profundamente notable e importante. Fueron ellos los encargados de presionar para que la reforma constitucional contra el nepotismo, se reservara y entre en vigor hasta el 2030, con la intención de que la senadora del Verde, Ruth González Silva, esposa del gobernador de San Luis Potosí, Ricardo Gallardo Cardona, pueda heredar el cargo.
Además el Verde le ha dejado claro a Morena a través del gobernador Gallardo y su esposa, que ellos son la verdadera oposición interna de la alianza política oficialista, ya que en San Luis, han acumulado importantes victorias contra Morena. Ellos fueron quienes dejaron fuera del Senado a Rita Ozalia Rodríguez Velázquez, dirigente estatal de Morena y hermana de la actual Secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez; operaron la ruptura de la alianza de partidos de la llamada “4T” en su estado, y rezagaron electoralmente a la fórmula morenista en el tercer lugar.
Del lado de los morenistas, los intereses no eran menores, la rebelión y las libertades que se tomaron los legisladores oficialistas contra la presidenta, confirmaron y abrieron la puerta para que en Guerrero el ejercicio del nepotismo prepare el camino para la llegada del senador Félix Salgado Macedonio, como sucesor de su hija, la Gobernadora Evelyn Salgado, y que en Zacatecas se pueda consolidar la dinastía de los Monreal con un tercer gobernador, pués el actual titular del ejecutivo, David Monreal, y su hermano, el diputado federal y ex gobernador Ricardo Monreal, tienen todas las intenciones de que su hermano, el Senador Saúl sea el sucesor.
En la Cámara de Diputados, Ricardo Monreal ya adelantó que la reforma se aprobará tal como quedó en el Senado. Pero de igual forma Sheinbaum ha insistido en la necesidad de frenar la reelección y el nepotismo, apelando a una carga moral que, según ella, debería guiar a los políticos en el país.
Para tomar el control de la “situación”, Sheinbaum, junto con Luisa María Alcalde, líder de Morena, decidieron unir esfuerzos y apoyadas en los estatutos de Morena, intentarán evitar que familiares se postulen para las elecciones que vengan a partir del 2025, con eso pretenden darle la vuelta a las intenciones de los legisladores y ponerles un “estate quieto” a los rebeldes. Las palabras de la líder de Morena fueron concretas y exactas, “En congruencia con la propuesta de la Presidenta Claudia Sheinbaum sobre nepotismo y no reelección, nuestro Partido-Movimiento NO PRESENTARÁ propuestas de familiares en las elecciones locales de este año en Durango y Veracruz”.
El alcance de esta reforma va más allá de las disputas políticas internas. Representa un cuestionamiento profundo a las formas en que se ha entendido el ejercicio del poder en México. Y aunque la resistencia de ciertos sectores de Morena pueda parecer una simple lucha por el control de gubernaturas y otros puestos de elección, en realidad es un reflejo de los verdaderos desafíos estructurales que enfrentan los procesos de transformación en un país con una historia política marcada por las relaciones de poder familiares y clientelistas.
Esta rebelión pone en evidencia una crisis de coherencia dentro del proyecto político que lidera Claudia Sheiunbam. Si bien la ley contra el nepotismo y la reelección representa un avance significativo hacia la consolidación de una democracia más plural y transparente, la resistencia de actores clave dentro del partido oficialista y sus aliados plantea serias dudas sobre la capacidad del gobierno actual para erradicar las viejas prácticas de poder. En lugar de ser un impulso para fortalecer la confianza ciudadana en las instituciones, esta división es una confirmación de que los intereses personales siguen prevaleciendo por encima de los principios democráticos que tanto se han enarbolado desde el oficialismo.
Finalmente, este conflicto interno en Morena y sus aliados plantea una pregunta importante, ¿están los partidos oficialistas realmente dispuestos a modificar las reglas del juego o preferirán aferrarse a viejas prácticas que desvirtúan el sentido de la democracia?. La respuesta a esta pregunta determinará, en gran medida, el futuro político de México y la autenticidad de la transformación que muchos esperan.