Desde el primer bocado, el pan de muerto es una explosión de sabores. Redondo, azucarado y con un toque cítrico, es difícil resistirse a esta delicia que cada año acompaña las festividades del Día de Muertos en México. Su presencia en mesas, cafeterías y altares se intensifica entre octubre y noviembre, cuando se recuerda a los seres queridos que han partido.
Aunque no se conoce la fecha exacta de su origen, el pan de muerto es una mezcla de tradiciones mesoamericanas y españolas. Según el etnólogo Andrés Medina, de la UNAM, este pan se incorpora a las ofrendas indígenas, simbolizando la vida a través de su forma, que evoca huesos. Esto se relaciona con la cosmovisión mesoamericana, donde el hueso es el origen de la existencia.
El pan de muerto puede variar en ingredientes y formas según la región, pero se disfruta en todo el país. En la Ciudad de México, Rodrigo Delgado ha hecho de su pasión degustar pan de muerto, registrando hasta 100 variedades en 2023 y aspirando a 110 este año.
Hornear pan de muerto no es tarea sencilla. Manu Tovar, de la Panadería Dos Veinte, revela que su proceso toma tres días: uno para infusionar sabores, otro para integrar los ingredientes y uno más para amasar. Aunque utiliza ingredientes sencillos, como azahar y mantequilla, el secreto radica en su masa madre de 20 años, que aporta un sabor único y lo hace más digerible.
A pesar de haber resistido a hornear pan de muerto desde octubre, la demanda lo ha llevado a comenzar antes. Este año, además de su receta clásica, ha innovado con un rollo de croissant relleno de crema de cempasúchil y un bollo en forma de flor, ofreciendo una experiencia única que resuena con la esencia de las festividades.
El ambiente que rodea el Día de Muertos, con su misticismo y melancolía, hace que estas delicias sean aún más especiales, recordando la conexión con quienes han partido.