El regreso a clases para los habitantes del fraccionamiento Real del Valle, en Chilpancingo, ha sido un verdadero tormento, a este asentamiento que se encuentra junto al bulevar de Petaquillas, donde el transporte público se niega a prestar servicio debido al riesgo de violencia y sus habitantes tienen que caminar más de un kilómetro para poder llevar a sus hijos a la escuela.
El fraccionamiento se encuentra aproximadamente a un kilómetro del bulevar de Petaquillas; cerca de ahí sólo está asentada la universidad privada «Amado Nervo», lugar hasta donde tradicionalmente se ha tenido el servicio de transporte en unidades tipo Urvan pero desde hace más un mes que inició el problema de violencia que afectó al transporte público se les quitó el servicio y no hay para cuando reinstalarlo.
De acuerdo con vecinos de este lugar, el principal problema de este fraccionamiento es que se encuentra en la línea divisoria de los territorios que controlan diversos grupos delincuenciales; “es vox pópuli que aquí al sur es territorio de los que llaman «Los Ardillos» y de aquí hacia el Centro según de «Los Tlacos», por eso no pueden entrar las combis que vienen del Centro hasta la colonia, pero nosotros no sabemos en realidad si es así, ni tenemos injerencia de nada en ningún lado. Lo único que pedimos es que haya transporte para que los niños puedan ir a la escuela”.
El pasado lunes inició el ciclo escolar 2023-2024 y los habitantes de este asentamiento humano tuvieron que despertar al menos una hora más temprano para poder caminar poco más de un kilómetro 900 metros para poder llegar al bulevar Chilpancingo-Petaquillas y abordar alguna unidad del transporte público de Petaquillas o de alguna localidad cercana; otros caminaron poco más de un kilómetro para poder llegar al punto conocido como “retorno de La Cinca” para tomar una urvan de las rutas de las colonias cercanas.
Entre las siete y las ocho de la mañana,en la calle de acceso al fraccionamiento se observa a las madres que «corren» porque se les hará tarde, los niños pequeños cargando las enormes mochilas con libros, y algunas que en su desesperación prefieren cargar a los menores para agilizar su paso.
Desde niños de preescolar y estancias infantiles, hasta estudiantes de nivel superior programaron sus alarmas, a las 5 de la mañana para poder estar listos a las 6 y caminar hasta encontrar transporte público.