En una pequeña sala virtual, con sonrisa cálida y voz firme, nos recibe Isabel Herrera Duarte, una mujer originaria de Saltillo, Coahuila, cuya vida ha sido guiada por la vocación de enseñar, pero sobre todo por la profunda convicción de que todos, sin excepción, merecemos ser incluidos. Isabel es licenciada en Educación e Innovación Pedagógica, madre, esposa, pero, sobre todo, una luchadora constante por los derechos de las personas sordas, a quienes les dedica su pasión como maestra de lengua de señas mexicana (LSM).
Nos acercamos a su historia no solo para conocer su trayectoria, sino para descubrir el poder transformador que tiene la comunicación cuando se construye desde el respeto, la empatía y el amor por los demás.
Isabel, cuéntanos un poco de ti. ¿Eres originaria de Saltillo?
Sí, soy de aquí de Saltillo, Coahuila. Crecí en una familia amorosa, muy apapachada por mis papás y por mi abuelita, quien tuvo un papel muy importante en mi niñez.
Recuerda con una sonrisa cómo disfrutaba sus clases de pintura cuando era niña, o cómo sus vacaciones eran momentos inolvidables, muchas veces al lado de su abuelita, visitando distintas playas. Desde entonces, dice, tenía una curiosidad natural por aprender cosas nuevas. “Siempre me gustó aprender, explorar y observar. Creo que eso fue parte de lo que me encaminó a lo que hoy hago”, menciona.
Cursó su educación básica en escuelas de la ciudad: la primaria en la Miguel Hidalgo, la secundaria en la Federico Berrueto Ramón, y el bachillerato en la Mariano Narváez González. Posteriormente se graduó como Licenciada en Educación e Innovación Pedagógica por la Universidad Pedagógica Nacional.
¿Cómo nace tu interés por la lengua de señas?
Cuando tenía alrededor de 12 años vi por primera vez a unas personas sordas comunicarse con las manos. Me impactó profundamente. No entendía lo que decían, pero la forma en que se expresaban, sus gestos, la naturalidad con la que hablaban sin emitir sonido, me dejaron marcada.
Ese momento fue decisivo para Isabel. No lo olvidó. Años después, ya en la universidad, durante una práctica de observación escolar, le tocó convivir con alumnos con discapacidad auditiva. Ahí volvió a conectar con ese recuerdo de la infancia, pero esta vez con una mirada profesional y más comprometida.
¿Fue difícil comenzar a aprender LSM?
Sí, al principio es complicado, sobre todo porque empecé con un maestro sordo. No había voz, solo señas. Es como tirarte al agua sin saber nadar. Pero fue la mejor manera de aprender, porque me obligó a pensar y sentir como se comunican ellos.
La lengua de señas mexicana no es simplemente “hacer movimientos con las manos”. Tiene su propia sintaxis, gramática y léxico. Es un idioma completo, visogestual, que requiere coordinación, observación y sensibilidad. Un gesto mal hecho puede cambiar completamente el significado de una palabra.
¿En qué momento decidiste enseñar lengua de señas?
Cuando empecé a dominar el idioma, me di cuenta de que había muchas personas interesadas en aprender, pero pocos espacios o guías. Entonces, poco a poco, empecé a dar clases a niños, adolescentes y adultos.
Hoy, Isabel imparte clases de forma virtual a personas de todas las edades. Tiene una estructura clara por niveles: básico 1 y 2, intermedio 1 y 2, y avanzado. En aproximadamente un año, una persona oyente puede tener una comunicación fluida con una persona sorda.
¿Quiénes toman tus clases?
Personas con familiares sordos, profesionistas, jóvenes, maestras. Pero mi enfoque principal es apoyar a las familias que tienen hijos sordos. La inclusión empieza en casa. Si los padres no se comunican con sus hijos, los están aislando sin querer.
Isabel enfatiza que no basta con que los niños aprendan lengua de señas. Es vital que su entorno también lo haga. Enseñar a los padres, abuelos, hermanos, crea un ambiente de comunicación real, sin barreras, con amor.
¿Hay lengua de señas universal?
No. Cada país tiene su propia lengua de señas. La nuestra es la Lengua de Señas Mexicana. Y es muy diferente a la de Estados Unidos o a la de cualquier otro país. No existe una lengua de señas universal como mucha gente cree.
La LSM forma parte del patrimonio lingüístico de México. Es una lengua viva, en constante evolución. Por eso Isabel siempre está aprendiendo. Aunque tiene nivel avanzado, no deja de prepararse, porque constantemente se crean nuevas señas, se ajustan significados y se adaptan formas de expresión.
¿También sabes braille?
Sí, enseño lectura en braille, sobre todo para personas con discapacidad visual. La escritura es más compleja, pero la lectura ayuda mucho. Es otra forma de inclusión.
Isabel reconoce que, aunque su enfoque principal es con la comunidad sorda, la inclusión debe contemplar todas las discapacidades. Aprender a comunicarnos de formas distintas no es solo una habilidad, es un acto de respeto.
¿Qué te gustaría lograr en el futuro?
Me encantaría formar una asociación para apoyar a familias con hijos sordos. Un espacio donde puedan aprender juntos lengua de señas, donde se sientan acompañados, comprendidos y donde se cree una verdadera comunidad inclusiva.
¿Hay espacios en Coahuila para eso?
No que yo conozca. He buscado, pero no he encontrado centros accesibles o programas continuos. Por eso he trabajado de forma independiente, con mis propios recursos. Pero me gustaría que esto creciera, que se sumaran más personas, que alguna institución nos apoye.
¿Qué mensaje le darías a las familias que tienen algún integrante con discapacidad auditiva?
Que no le tengan miedo a aprender. Que no esperen a que el niño o niña se adapte. El cambio comienza con los adultos. Cuando una familia se esfuerza por comunicarse con su hijo sordo en su idioma, le está diciendo: “Te veo, te escucho, me importas”. Eso cambia todo.
¿Y a quienes quieren aprender o colaborar contigo?
Que se acerquen. Estoy en Facebook como ISA Herrera y mi número es 844 350 2564. Estoy abierta a formar equipos, dar talleres, generar redes. La inclusión no es tarea de uno solo, es de todos.
La inclusión como compromiso colectivo
Isabel Duarte no es solo una maestra. Es una sembradora de puentes entre dos mundos: el sonoro y el silencioso. Su trabajo no solo enseña una lengua, sino que transforma corazones y mentalidades.
En un país donde muchas veces la discapacidad aún se enfrenta con indiferencia o desconocimiento, Isabel representa una luz que guía hacia un futuro más humano, más empático y verdaderamente inclusivo.
Ojalá que su mensaje toque a muchas personas y que pronto veamos en Saltillo —y en todo México— más espacios donde todas las voces, incluso las que no suenan, sean escuchadas.
Muchas gracias por compartir con nosotros esta gran información, estaremos al pendiente de tus siguientes pasos.
Al contrario, gracias a ustedes a la Revista El ahuizote por esta oportunidad de compartir mi experiencia.