Por Fernando Urbano
¿Cómo podemos medir realmente los alcances y las consecuencias del debate presidencial? Simple, la mejor medición, es el pulso presidencial. Y su Alteza Serenísima, Don Presiente, nos dejó ver en los primeros minutos de su mañanera, como le fue a su candidata.
AMLO, simplemente tronó en contra del primer debate, estaba fúrico, y como era de esperarse, reventó contra las preguntas, que dijo, fueron hechas con la narrativa de sus opositores para atacar a su gobierno.
Lo interesante de su mañanera “post-debate”, fue que se acompañó por las gobernadoras, y los gobernadores, emanados de Morena y partidos aliados, intentando de dar el mensaje de “el poder lo tengo yo” y que la operación política y electoral está en sus flamantes gobernadores, que, dicho sea de paso, son los responsables de tener hundidos en la inestabilidad a sus estados. Entonces, ¿dónde quedó su seguridad de que la candidata oficialista lleva mil millones de puntos de ventaja?
Y como si él fuera el candidato, sin más, dijo que pueden resistir todos los embates, las campañas de calumnia refiriéndose, otra vez, a la campaña en redes de “narco presidente” (que, por semanas, lo tienen en la lona), y lanzarse contra medios que a su confirmación, son enemigos.
El debate sirvió para tres cosas. La primera, que lo que dice el oficialismo y su supuesta ventaja, es una mentira, sus acciones post-debate, los exhibieron, particularmente lo que pasó en las horas posteriores, y como referencia dejamos en el rostro de López Obrador, las reacciones de Arturo Saldívar y las de Epigmenio Ibarra, en resumen, no les fue bien
La segunda, nos quedamos con ganas de escuchar a la verdadera Xóchitl. No le fue mal, pero limitarse a no ser como siempre, no fue la mejor estrategia. Lo suyo es la confrontación directa y espontánea.
Y la tercera, evidenciar el cinismo de Claudia. Su actitud no fue de seguridad, más bien fue de soberbia extrema, autoritarismo y desprecio. La candidata oficialista no hizo otra cosa, más que evadir la realidad, contestar lo que se le vino en gana, e ignorar los cuestionamientos incómodos, que al final la exhibieron de más. Bien dicen, el que calla, otorga.
Y para variar, lo último que hizo fue una defensa real del ultra-mega-proyecto del presidente y menos de su deficiente gestión al frente de la CDMX. No sabremos si se le olvidó, o de alguna manera quiso pintar “raya” con la 4T.
Y de lo que habló, todas fueron mentiras. La verdad, es algo que al parecer no existe en Morena. Para empezar, el supuesto respaldo al sistema de salud, no es real; los supuestos ahorros por 2.4 billones de pesos, tampoco, y existen documentos en los portales del propio gobierno que lo comprueban, si no todo lo contrario; la baja en los delitos; la reducción de feminicidios; y la lista es larga, en resumen, nada de lo que dijo era verdadero.
Claudia, no está en terreno seguro, y en cualquier momento un escándalo, de su campaña, de sus colaboradores o del propio gobierno, pueden llevarla a una crisis de la que muy seguramente no estarán preparados para salir. Además de los múltiples problemas que la persiguen como la inseguridad pública, la crisis en el sistema de salud y educación, la corrupción y las finanzas públicas.