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Durante junio el presidente López Obrador se superó a sí mismo en cuanto a pleitos refiere, en una misma semana se echo en contra a los Jesuitas y a los judíos, se conjugan dos factores, tocar grupos de poder, por economía y adeptos. No hay que pasar por alto que el Jesuita mayor es el Papa Francisco, por lo que como jefe de estado Vaticano se pronunció en contra de la violencia que vive México. Y, en segundo lugar, en este momento sus alfiles políticos están por completo ocupados en sus precampañas presidenciales y lo han dejado sólo. Los síntomas y signos son claros, no hay quien lo defienda ni quien le aconseje mesurarse.
Pelearse contra la Iglesia Católica le da y le quita, se siente más cercano al liberal Juárez, pero también lo lleva a entender cómo Cárdenas que la ontogénesis nacional es religiosa y que siempre habrá una prohibición con cuál frenar enfriar las cosas. Acorralado y luego de no aguantar más de dos domingos con llamados a las autoridades a acabar la barbarie que aqueja a México el presidente busca ahora revertir la resolución de la Suprema Corte que despenalizaba el aborto.
Aunque las razones son diferentes de las consideradas por EUA, los abogados del presidente buscan a través del “derecho comparado” es decir, mirando lo que otros países han hecho en observancia de los derechos humanos. Ahora bien, no lo hace por ganar adeptos, esto es lo interesante, si fuera por simpatías sería mediante un decreto presidencial o una iniciativa de reforma preferente (facultad presidencial). AMLO busca que sea la misma SCJN quien revierta su decisión y de vuelta atrás al aborto. Y es que también tiene en contra desde los primeros meses de su gobierno a las feministas de lucha quienes no han perdido la oportunidad de manifestarse contra su gobierno, en cualquier efeméride o tras sucesos de violencia contra la mujer.
Independientemente del conflicto y sus implicaciones, el análisis político obliga a enmarcar este capítulo del sexenio dentro de los que se generan por improvisar o no tener planes de gobierno y por ser el indicador de aprobación pública la única brújula capaz de enderezar sus rumbos.
Cabe también señalar que las distracciones de los esbirros del presidente hasta el momento han dejado sólo división en Morena y señalamientos del INE y los distintos tribunales electorales por violar las leyes electorales o constituir actos anticipados de campaña. La estrategia para el relevo presidencial en 2024 es soberbia, al momento no hay duda de que conservarán la presidencia de la república, pero veremos los costos políticos que esto implique y las ganancias que obtengan los partidos de oposición y demás actores políticos de este río.
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