Chingaquedito. El ex presidente de México, Andrés Manuel López Obrador fue siempre y ha sido un chingaquedito. Engañó y engatusó a todo un país con su lengua de trapo. Ya luego enseñó lo que era: un depredador. López Obrador es un chingaquedito. En una de las últimas escaramuzas que tuvo con el entonces candidato a la Presidencia de los Estados Unidos, Donald Trump (hoy en pleno ejercicio del poder política), fuero lo que provocó estas líneas de reflexión.
En su primer mitin cuando fue oficializado como candidato republicano, Trump arremetió contra México y se burló ácidamente de todos: de AMLO, Marcelo Ebrad y claro, de todo México. En una línea devastadora lo pulverizó, dijo “Es un gran tipo (AMLO), ya no es presidente.” (sábado 20 de julio de 2024). Vendría la respuesta de López Obrador en sus conferencias desde su púlpito todas las mañanas y le recordó que aún era presidente y que aún no se iba a su rancho para retirarse en Chiapas, bautizado por éste como “La chingada.”
Donald Trump ganó y marcó la agenda. Lo sigue haciendo. Diario. México nada más obedece.
En la “Anarquía del lenguaje en la América Latina”, Darío Rubio examina el origen del término, de la palabra, “la chingada.” Enumera las significaciones que le prestan casi todos los países hispanoamericanos. Habla de que su procedencia es azteca (sigo a Octavio Paz): “chingaste es xinachtli (semilla de hortaliza) o xinaxtli (aguamiel fermentado). La voz y sus derivados se usan, en casi toda América Latina y en algunas regiones de España…” El “Diccionario de la Lengua Española” de la Real Academia Española, acepta las siguientes tres voces: “Chingar”, “Chingaste” y “Chingo/a.”
El rancho para retirarse de AMLO es “La chingada.” Palabra cara, bella, siniestra, oscura y luminosa en el lenguaje mexicano. Arraigada en nuestro lenguaje, idiosincrasia, cultura, imaginario y ADN nacional. México nunca pierde ¿Y si pierde? Pues arrebata, hijos de la chingada. Cosa curiosa: las tres sílabas de la palabra, chin/ga/da, no son sílabas, sino entes vivos. La palabra muta, se transforma, cambia. Es adjetivo, pero también sustantivo. La chingada no es sólo una palabra más, un vocablo más; es la magia de Dios que bendice (eres un chingón) o es el beso del diablo que maldice (vete a la chingada cabrón).
Viejo zorro, Andrés Manuel López Obrador se dedicó en sus seis años a “lumpenizar”, trivializar el lenguaje a través de sus “mañaneras.” Ante las miserias intelectuales de López Obrador y su manera de “comunicarse” con sus gobernados, sólo queda precisamente lo contrario: la educación, la formación, la cultura como arma de defensa que debe de ganar. ¿Lo recuerda? En el 2021 ante el embate de los Cárteles del narcotráfico, AMLO recomendó a los ciudadanos alejarse de ellos y decirles: “fuchi, caca…” Sí, el regreso a la etapa anal de los ciudadanos.
Somos lo que hablamos. Dice la Biblia, Lucas específicamente a la letra: “De la abundancia del corazón habla la boca.” Dice el sabio español Alex Grijelmo: “Las palabras arraigan en la inteligencia y crecen con ella… viven en los sentimientos, forman parte del alma y duermen en la memoria.” Las palabras que proferimos diario, son el reflejo de nosotros mismos y son la semilla de lo que hemos vivido.
No es gratuito entonces que los dos más grandes pensadores que ha dado México, Octavio Paz (Premio Nobel de Literatura) y Carlos Fuentes, hayan dedicado algunas páginas de lo mejor de su obra a reflexionar sobre ese asunto llamado “la chingada.” Octavio Paz usted lo sabe, lo hizo en “El laberinto de la soledad” y Carlos Fuentes en “La muerte de Artemio Cruz.” La chingada, palabra, vocablo que reboza el vaso de agua y lo desborda. La chingada: una mueca agria, tedio, fastidio, embriaguez eterna.
AMLO, hábil y audaz, dividió la vida en día y noche. El bien y el mal perfectamente delimitados. ¿Cómo satisfacer ambas parcelas del ser humano? Imposible. Por eso se decantó por las “mañaneras.” Sus conferencias engatusadoras las cuales todo mundo se “chupó” en tiempo real (desquehacerados” se les nombre a este tipo de gente que las ven y escuchan sin pestañear por 4/5 horas). Hoy la Claudia Sheinbaum sigue a su maestro, lo imita.
AMLO empezó a “crear”, re-crear todo de nuevo: un Adán sin padre (él es Dios mismo y todo lo ha rebautizado en su favor), un Moisés con tablas (dios de nuevo encarnado marcando las leyes absurdas, anárquicas y rudas para un país que hoy se desmorona). El problema o solución de irse a la chingada es sencillo y complicado: es irse a un no retorno. La chingada es un no retorno. ¿Irse a la rechingada? ¿Es más lejos aún? Es una lápida más en la historia de este cementerio llamado México.