Este año, los revoltosos, zurdos y los que cuestionan todo recordaremos (o trataremos de recordar) a Thomas Münzer, un personaje histórico que, a pesar de haber sido ejecutado hace más de 500 años, sigue resonando en las luchas sociales contemporáneas. Nacido en 1490 en una familia de artesanos pobres, Münzer se convirtió en un predicador anabaptista y líder de la Guerra de los Campesinos en el Sacro Imperio Romano Germánico. Su historia es un recordatorio de que la lucha por la justicia social y la igualdad ha estado presente a lo largo de la historia, y su legado perdura en las mentes y corazones de aquellos que buscan un cambio.
Münzer fue más que un simple líder religioso; fue un auténtico revolucionario. Después de estudiar teología y ser ordenado sacerdote, se unió a Martín Lutero en 1519, pero pronto se dio cuenta de que las reformas de Lutero eran insuficientes. Su famoso «Manifiesto de Praga», redactado en 1521, fue un grito de rebelión contra la corrupción de la Iglesia de Roma, a la que se refería como «la ramera de Babilonia». Su discurso ardiente y su visión de una iglesia apostólica impulsaron a muchos campesinos y artesanos a unirse a su causa.
En un contexto marcado por la opresión de los campesinos y la complicidad de los reformadores con los príncipes, Münzer emergió como un líder que denunciaba el poder de los ricos. Su Sermón a los Príncipes en 1524 atacó la autoridad de la Iglesia y del Imperio. «Las diferencias de clase deben ser abolidas», proclamaba, y su llamado a la acción resonó profundamente en los corazones de aquellos que sufrían.
La Guerra de los Campesinos en 1525 fue un punto de inflexión. Münzer se unió a un ejército de siete mil campesinos, decidido a luchar contra la opresión. Aunque mal equipados y sin experiencia militar, el fervor revolucionario los impulsó a enfrentar a los ejércitos principescos en la batalla de Frankenhausen. El resultado fue trágico: los campesinos fueron masacrados, y Münzer, capturado y decapitado, se convirtió en mártir de una causa que aún resuena.
A lo largo de los siglos, la figura de Münzer ha inspirado a movimientos sociales y revolucionarios. Friedrich Engels, en su obra «La guerra de los campesinos en Alemania», lo considera un precursor del socialismo, destacando su lucha por la emancipación de los oprimidos. Engels afirmaba que las ideas de Münzer estaban «más allá de las concepciones religiosas de la época», anticipando un futuro sin clases ni propiedad privada.
Por su parte, Ernst Bloch, en su análisis «Thomas Münzer, teólogo de la revolución», lo presenta como un visionario que no solo luchaba por un cambio social, sino por un mundo nuevo, donde no existieran las divisiones de clase. Bloch lo describe como «la voz más radical» de su tiempo, un profeta que clamaba por la justicia y la igualdad. Sus ideas no solo resonaron en su época, sino que también se reflejan en las luchas modernas por los derechos de los campesinos y la justicia social.
Hoy, la memoria de Thomas Münzer se celebra no solo en Alemania, sino en todo el mundo, sobre todo en América Latina, donde la lucha campesina sigue siendo una realidad palpable. Desde Túpac Amaru hasta el EZLN en Chiapas, los ecos de su revolución encuentran su lugar en las voces de los oprimidos que aún claman por cambios radicales en las estructuras de poder.
En un reciente panfleto publicado por la revista Negatif y el Grupo Surrealista de París, se rinde homenaje a Münzer, señalando que su legado sigue siendo relevante en la actualidad. «Su sombra incendiaria seguirá desgarrando la noche de nuestra época», afirman, recordándonos que la lucha por la justicia no ha terminado.
Münzer no era un «iluminado». Era un estratega: usó la religión para movilizar a las masas, como hoy se usan las redes sociales. Fracasó, sí. Pero como escribió Walter Benjamin: «Los revolucionarios vencidos son la gasolina de las revoluciones futuras».
Hoy, los Sin Tierra en Brasil, los zapatistas en México y hasta el movimiento por la vivienda en España beben de su espíritu. Porque Münzer no murió en 1525: lo mataron, pero su rebeldía es inmortal.