Como corresponsable de esta línea que separa el tiempo, la opinión y el debate, no puedo dejar pasar este mes sin hablar de un político latinoamericano que nos ha dejado enseñanza para futuras generaciones. Pepe Mujica quizá no sea del agrado de muchos o seguramente sea un “bah” para otros, lo que si es relevante es que en el transcurso de su vida dejó huella.
En un mundo donde los líderes suelen rodearse de lujos y protocolos, José «Pepe» Mujica rompió el molde. Este expresidente uruguayo no solo gobernó con sabiduría, sino que vivió con una humildad que lo convirtió en un símbolo global de integridad y sencillez.
Nacido en Montevideo en 1935, Mujica se unió en los años 60 al Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, una guerrilla urbana inspirada en la Revolución Cubana. Su lucha lo llevó a pasar 14 años en prisión, gran parte en aislamiento. Lejos de quebrarlo, esta experiencia fortaleció su espíritu y moldeó su visión política.
Tras recuperar la libertad con el retorno de la democracia en 1985, Mujica dejó las armas y se sumó al Frente Amplio, una coalición de izquierda. Fue diputado, senador y ministro antes de ser elegido presidente en 2010. Durante su mandato, Uruguay legalizó el matrimonio igualitario, el aborto y la marihuana, convirtiéndose en un referente progresista en América Latina.
Pepe rechazó los lujos del poder. Vivía en su modesta “chacra” en las afueras de Montevideo, conducía un viejo Volkswagen y donaba alrededor del 90% de su salario presidencial a organizaciones benéficas. «No soy pobre, soy sobrio, liviano de equipaje. Vivo con lo justo para que las cosas no me roben la libertad», solía decir.
Su estilo de vida y su discurso directo lo convirtieron en una figura admirada mundialmente. «El poder no cambia a las personas, solo revela quiénes son en realidad», afirmaba, reflejando su convicción de que la política debe estar al servicio de la mayoría.
Mujica falleció el 13 de mayo de 2025 a los 89 años, dejando un legado de coherencia entre sus palabras y acciones. Su funeral de Estado fue un testimonio del cariño y respeto que le tenía el pueblo uruguayo.
En tiempos donde la política a menudo se ve empañada por escándalos y desconfianza, la figura de Mujica resalta como un faro de esperanza. Su vida nos enseña que es posible liderar con humildad, que la verdadera riqueza está en la libertad y que la política puede ser una herramienta para construir un mundo más justo.
Como él mismo dijo: «La política es la lucha por la felicidad de todos”. Que así sea.