Pocas cosas en la política mexicana son tan predecibles como los intentos de disfrazar propaganda como “ayuda social”. Y lo ocurrido con Andrea Chávez no es la excepción. La senadora de Morena, con aspiraciones más que evidentes a la gubernatura de Chihuahua, decidió hacer de la necesidad médica un trampolín para su imagen personal. Presumió, sin pudor, las ya conocidísimas “caravanas de salud, financiadas por la iniciativa privada”, según ella, que cuestan la nada despreciable cantidad de 10 millones de pesos mensuales y que, casualmente, están tapizadas con su nombre y rostro.
Esto no es nuevo, pero sí indignante. Lo vimos con los programas sociales usados como herramientas electorales. Lo vivimos cuando se reparten tarjetas antes de elecciones o se inauguran obras incompletas días antes de una votación. Y ahora, lo vemos en ambulancias disfrazadas de generosidad, cuando en realidad son una plataforma anticipada de campaña. Y por si eso fuera poco, ¿cuál creen que fue la respuesta de la senadora?. Burla. Ironía. “Si eso tranquiliza a los pitufos de la aldea, retiro mi imagen”; así, tal cual, con desprecio hacia quienes, con razón, le exigen rendición de cuentas.
Y como era de esperarse, cuando el asunto se volvió insostenible, tuvo que intervenir la presidenta Claudia Sheinbaum, quien, marcó distancia y en un intento de control de daños, anunció que enviará una carta a la dirigencia de Morena. En ella pedirá que se definan reglas claras para evitar actos anticipados de campaña y que se refuerce la ejemplaridad y austeridad en los servidores públicos del partido guinda. Qué conveniente, ¿no?. El mensaje de “no usen camionetas de lujo, no coman en restaurantes caros, no anden con guaruras” parece más una confesión involuntaria que una declaración de principios. Porque si hay que recordarlo, es porque ya lo están haciendo.
Lo que estamos viendo es lo peor y más bajo de la vieja política, pero con nueva camiseta. Morena, el partido que alguna vez prometió ser distinto, hoy carga con los mismos vicios que tanto criticó. Uso indebido de recursos, culto a la personalidad, cinismo en el discurso y una falta absoluta de autocrítica. ¿Y la respuesta institucional?, una carta. Una carta que se leerá, se aplaudirá, y después quedará archivada junto con las miles de promesas que nunca se cumplieron.
Al igual que muchos, lo he señalado una y otra vez, el problema de Morena no es sólo de forma, es de fondo. Es un partido que llegó al poder amparado por el manto de la honestidad y la transformación, pero que en la práctica ha replicado, y en algunos casos superado, las prácticas más cuestionables del pasado. Y el caso de Andrea Chávez es apenas un ejemplo más.
Porque mientras ella se pasea en ambulancias con su cara, en muchas comunidades de Chihuahua no hay ni medicamentos ni médicos suficientes. Mientras presume campañas millonarias financiadas “por empresarios amigos”, miles de chihuahuenses y mexicanos siguen esperando atención digna en clínicas olvidadas por el gobierno federal. Esa es la verdadera ofensa. No es solo la imagen en la ambulancia, es lo que representa, una política desconectada de la realidad, centrada en el ego y no en el servicio.
Por eso la indignación no es menor. No se trata de un golpeteo político, como insinúan desde el oficialismo. Se trata de exigir que quienes dicen servir al pueblo actúen con ética, transparencia y respeto a la ley. Porque cuando un servidor público antepone su imagen a las necesidades reales de la gente, deja de ser servidor y se convierte en propagandista.
La intervención de Sheinbaum no es un acto de firmeza, es un intento de contener el desgaste. Un “jalón de orejas” que llega tarde y que sabe más a control de crisis que a convicción moral. El pueblo no necesita caravanas con fotos. Necesita salud real, servicios reales, y políticos que se tomen en serio su papel. Andrea Chávez no lo entendió, o peor aún, sí lo entendió y no le importó. Y Morena, al tolerarlo, se aleja aún más de la transformación que prometió.