Se cumplen 125 años del nacimiento de la escritora mexicana, coreógrafa y bailarina, Nellie Campobello. Un dato extraño y raro, como lo fue la mayor parte de su vida: nació en 1900 en Durango, pero no se sabe cuándo murió y de qué murió. Repito, se 125 años de su nacimiento. Y tan es así de grande ella, que, en el pasado mes de enero, la Lotería Nacional le dedicó uno de sus billetes de rifa, con su bella imagen y rostro.
Leamos la dedicatoria en su libro “Cartucho” (relatos de la lucha en el Norte de México) dedicatoria la cual se la consagra a su madre: “A mamá, que me regaló cuentos verdaderos en un país donde se fabrican leyendas y la gente vive adormecida de dolor oyéndolas.” Pues sí, México país donde se elaboran mentiras, charadas, leyendas y el país casi todo, vive adormecido, oyéndolas. El ejemplo más reciente, eso llamado “mañaneras” tanto de Andrés Manuel López Obrador, como su hija predilecta, Claudia Sheinbaum. .
Es difícil, muy difícil conseguir su par de libros: “Cartucho” y “Las manos de Mamá.” Al parecer hay uno más y algunos poemas, pero si estos que son sus libros emblemáticos no se consiguen, pues menos sus otros trabajos. Luego de andar por años atrás de la portentosa obra en dos tomos de “La Novela de la Revolución Mexicana”, libros encuadernados en piel para editorial Aguilar, por fin los tengo en la mano. Lo confieso, aún no los leo. Pero, lo mejor de ello es que recoge Antonio Castro Leal el libro completo de Nellie Campbello, “Las manos de mamá.” Una maravilla.
Los relatos tejidos milimétricamente por Campobello son de tal figura y galanura, que son ellos, no hubiese crecido ni nacido la prosa tremenda de Juan Rulfo. También, los relatos de relatos de Campbello son descarnados y reflejan fielmente a los bandos en conflicto: villistas y carrancistas. ¿Quiénes fueron más sanguinarios? Ambos. Sus letras son perlas de factura poética envidiable, pero también rebosan de datos y perlas del mundo “real” en los cuales se movían dichos bandos disputándose un país a través de lo único que libera: la violencia, la bala cruda y pesada.
Hoy que se habla tanto de feminismo y declarar heroína a cualquier mujer que se “empodera”, lo que eso signifique, Nellie Campobello resplandece con luz propia y su obra debería de ser leía en voz alta por todos los humanos de este abnegado país llamado México. 125 años del nacimiento de la escritora Nellie Campobello. La edición a cuenta gotas disponible en el mercado es “Cartucho”, prólogo excelente de Jorge Aguilar Mora, para editorial Era.
En corto:
“A mamá, que me regaló cuentos verdaderos en un país donde se fabrican leyendas y la gente vive adormecida de dolor oyéndolas.” Impresionante análisis en unas cuantas letras. Idea seminal y desarrollo. Es la dedicatoria, sí, del libro “Cartucho.”
“… el General Tomas Urbina nació en Nieves, Durango, un día 18 de agosto del año de 1877. Caballerango antes de la revolución, tenía pistola, lazo y caballo. La sierra, el sotol, la acordada hicieron de él un hombre como era.” ¿Lo nota lector? La escritora deja un testimonio eterno en pocas líneas: para ser hombre en México, amén de tener facha de ello, en esos tiempos era necesario tener caballo, pistola… y beber sotol, harto trago de hombres.
Campobello luego agregaría sobre el General Tomás Urbina: “Sabía montar potros, lazaba bestias y hombres. Tomaba tragos de aguardiente de uva, y se adormecía entrelazado en los cabellos negros de alguna señora…”
¿Se trata de afianzar lo mexicano? Pues entonces se aborrece de lo extranjero, de lo “otro”, de lo llegado de otras tierras y es lo que prefieren los caciques, el gobierno en turno, los federales, los curros. Tiempos duros y violentos en la Revolución Mexicana, donde se mataba por un trago, una cerveza o bien, por comida. Un personaje de cantina, de la tropa de Demetrio Macías espeta mientras liban generosas tandas de cerveza y tequila: “Yo, en Torreón, maté a una vieja que no quiso venderme un plato de enchiladas…”