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Opinión, Plumas

1938: cuando el petróleo fue nuestro

Isra Reyes
Isra Reyes
junio 23, 2025

Lo sé, no es la primera vez que llego tarde a ciertos eventos importantes. Con tanta cosa por hacer, por ver, por leer, a veces no nos da la vida, sé que entenderás. Pues bueno, la historia de México está llena de momentos cruciales que han forjado su identidad y su camino como nación. Uno de estos momentos es, sin duda, la expropiación de la industria petrolera en 1938, un acto de valentía y soberanía que resonó en todo el continente. Ahora, gracias a la visión del director Sergio Olhovich, esta historia se convierte en película con el esperado estreno de “1938: cuando el petróleo fue nuestro”. Después de más de dos décadas de trabajo, Olhovich nos lleva a un viaje por los entresijos de un acontecimiento que cambió el rumbo del país.

La historia de la película tiene sus raíces en la vida personal de Olhovich. Desde joven, el director tuvo una conexión íntima con el petróleo; su padre, un ingeniero petrolero inmigrante, fue uno de los pioneros en la búsqueda de este recurso vital en México. Esta herencia personal y su deseo de contar la historia de la expropiación son el motor que impulsaron este ambicioso proyecto.

En una conversación con Jacobin, Olhovich expresa cómo, tras proponer la idea al escritor Carlos Montemayor en 2004, se enfrentaron a la complejidad de condensar un tema tan vasto en un guion cinematográfico. “Teníamos un tomo de trescientas páginas que tuvimos que reducir sin perder la esencia”, comenta, reflejando los retos que enfrentó en el camino. Pero hay algo más que la simple adaptación de un guion; hay un mensaje profundamente arraigado en la historia que se cuenta.

La expropiación fue más que un acto de nacionalización del petróleo; fue un símbolo de la lucha por la soberanía económica. En un contexto donde las empresas extranjeras dominaban el sector, el gobierno de Lázaro Cárdenas tomó una decisión audaz que, a la postre, redefiniría la relación de México con su propio recurso natural. Olhovich destaca que el petróleo estaba en manos de compañías como Shell y Standard Oil, que se beneficiaban sin dejar nada al pueblo mexicano. La expropiación marcó el inicio de una nueva era, donde México comenzó a recuperar el control sobre su energía y su economía.

El cine tiene el poder de trascender fronteras y conectar con audiencias de diversas culturas. Olhovich cree firmemente que “1938” resonará no solo en México, sino en todos aquellos países que han luchado por su autonomía y justicia social. “El cine social tiene el poder de cambiar conciencias”, afirma, un recordatorio de que las historias significativas pueden generar un impacto duradero.

A pesar de los logros, el director también es crítico respecto al estado actual del cine mexicano. “El neoliberalismo sigue reinando”, dice, sugiriendo que es imperativo que el gobierno tome un papel más activo en la promoción de un cine que represente las diversas voces y realidades del país. “Pensar también es entretenido”, concluye, reafirmando que la cultura y la reflexión son esenciales para un futuro mejor.

En un mundo donde las historias sobre la lucha por la soberanía y la justicia son más relevantes que nunca, “1938” no es solo una película; es un llamado a recordar y reflexionar. Con la visión de Olhovich, experimentamos una obra que no solo entretiene, sino que también educa y empodera. 

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