Hoy tenemos el privilegio de platicar con un hombre cuya vida y trabajo han estado profundamente ligados al corazón de Saltillo. Él es Don. Félix Alcalá Pérez, el propietario de «La Pasadita», un lugar que se ha convertido en un referente de la gastronomía local, especialmente entre los estudiantes del Tecnológico de Saltillo. Desde su humilde inicio, su negocio ha crecido y se ha ganado el cariño de generaciones enteras. A continuación, nos comparte su historia y el legado que ha construido a lo largo de los años.
Muchas gracias por tomarse el tiempo para platicar con nosotros Don. Félix. Para empezar, ¿puede contarnos un poco sobre su origen? ¿De dónde viene?
Claro, yo soy originario de General Cepeda, Coahuila. Es un pequeño rancho conocido como «El Ojo de Agua», a unos 10 kilómetros de la cabecera municipal. Mis padres también eran de allí; mi papá era de La Florida y mi mamá, pues al hogar, como se dice. Mi papá nació en La Unión, pero se mudó a la Florida. Yo nací en Cepeda, pero viví allí hasta los 6 años. Luego, en 1970, nos mudamos a Saltillo.
¿Y cómo fue su vida en Saltillo al principio?
Bueno, cuando llegamos, mi papá se dedicó a lo mismo que hacía en el rancho: agricultura y ganadería. Aquí en Saltillo, construyó una casa, aunque aún tenía ganado y cabras, así que vendió todo lo que tenía. Fue un proceso largo, pero mi hermano mayor se encargó de organizar la venta de la tierra y los animales.
¿Y qué recuerda de sus primeros años en la ciudad?
Yo entré a la primaria en la escuela José García Rodríguez, la famosa «escuela de los leones», que está cerca de la iglesia de Fátima. Después, pasé a la secundaria técnica número 4 y luego al Conalep, en la primera generación que se formó allí. Fue una etapa muy importante para mí.
¿Y en qué momento decidió comenzar a trabajar en el negocio familiar?
Mi papá, cuando llegó a Saltillo, comenzó con una tiendita pequeña, algo muy común en esos días. Vendía refrescos, papitas, cigarros, cosas sencillas, pero la gente lo conocía mucho. Los maestros y los estudiantes, especialmente los del Tecnológico de Saltillo, venían a comprar ahí. Recuerdo que en ese entonces no había muchas tiendas en la zona, y su tiendita se fue haciendo popular. Yo lo ayudaba, pero realmente fue mi hermano quien empezó a meterle más ideas, como poner unas mesas para vender gorditas.
¿Cuándo comenzaron a vender los alimentos más elaborados?
No recuerdo exactamente cuándo, pero fue poco después de que mi hermano le dio un giro al negocio. Empezamos con burritos, gorditas, y luego fuimos añadiendo tortas, hamburguesas, y hasta chilaquiles. El famoso «pasadito» y las tortas de chilaquiles se volvieron muy populares entre los estudiantes. Antes, vendíamos hasta 70 paquetes de burritos al día. Ahora, aunque ya no vendemos tanto como antes, la gente sigue viniendo a disfrutar de esos platillos tradicionales.
A lo largo de los años, ha tenido la oportunidad de conocer a muchas personas. ¿Ha recibido alguna visita de personas importantes?
Sí, he tenido la suerte de conocer a varios personajes de la ciudad. El «Diablito» de Las Fuentes vino varias veces, al igual que algunos funcionarios del gobierno y gente del ámbito educativo. Lo bonito es que, más allá de los nombres, son las personas que nos siguen visitando por el trato y la comida.
En cuanto al día a día, ¿quiénes lo apoyan en el negocio?
Mi esposa Elizabeth es la que más ayuda aquí, y mi cuñada Diana también. Además, tenemos a César, un joven estudiante que nos apoya en sus ratos libres. Mi esposa es la encargada de la cocina, y yo trato de echarle la mano en todo lo que puedo. Es un trabajo de equipo.
¿Qué significa para usted «La Pasadita»? ¿Cómo se siente al ver que se ha convertido en un lugar tan querido por los saltillenses?
«La Pasadita» es un sueño hecho realidad. No solo es un negocio, sino un lugar donde la gente se siente como en casa. Los estudiantes, los vecinos, todos han formado parte de esta historia. Es bonito ver cómo un pequeño esfuerzo se ha convertido en un lugar que genera tantos recuerdos para todos. Cada vez que alguien me cuenta que sus padres venían aquí, me siento muy orgulloso de lo que hemos construido.
Sabemos que ha tenido épocas buenas y malas. ¿Cómo han sido esos cambios a lo largo de los años?
Sí, definitivamente ha habido épocas de mucho auge y otras más calmadas. Los veranos, por ejemplo, son una temporada baja porque muchos estudiantes se van a sus casas. Además, hubo un tiempo hace unos años en que tuvimos problemas con Hacienda, y eso afectó un poco las ventas. A pesar de todo, la gente siempre ha estado aquí, y cada vez más estudiantes y hasta familias completas vienen a disfrutar de nuestros platillos.
Aparte de ser un negocio, ¿cómo describiría su conexión con la comunidad del TEC? ¿Qué la hace tan especial?
Yo creo que es la cercanía que hemos logrado con los estudiantes. Aquí no solo alimentamos, sino que conocemos a las familias, y muchos de los chicos que vienen ahora nos recomiendan a sus hijos o hermanos. Es una especie de tradición para ellos, venir a «La Pasadita» y compartir con sus amigos lo que ellos vivieron aquí. Muchos maestros, directores y hasta políticos han pasado por aquí.
¿Y qué le gustaría transmitir a la gente que no ha visitado «La Pasadita»?
Les diría que aquí estamos con los brazos abiertos, que no solo es un lugar para comer, sino también un punto de encuentro, de recuerdos y de buenas conversaciones. Cuando gusten, pueden venir a disfrutar de nuestros platillos, y siempre estarán bienvenidos. También tenemos una página en Facebook, donde pueden consultar el menú y ver más detalles. Lo más importante es que «La Pasadita» es un lugar familiar y tradicional, con un ambiente que siempre le recordará a su paso por el TEC.
Y para finalizar, ¿qué recuerdos tiene de su infancia en General Cepeda? ¿Qué le gustaría decirles a sus padres si pudiera?
Pues recuerdo con mucho cariño los tiempos que pasé en el rancho con mi papá y mi mamá. Mi papá me llevaba a las carreras de caballos, y aunque no teníamos carro, nos íbamos a pie o pidiendo aventón, pero siempre era divertido. Me gustaría agradecerles por todo lo que me enseñaron, especialmente por el amor al campo y a la vida sencilla. Si pudiera darles un mensaje, les diría: «Gracias por todo, por darme una base tan fuerte y por enseñarme lo que realmente importa.»
Don Félix, le agradecemos mucho por habernos abierto su corazón y por compartir sus recuerdos y la historia de «La Pasadita». ¿Algo más que le gustaría agregar?
Solo agradecerles por esta oportunidad de contar nuestra historia. Aquí seguimos, a la orden, esperando a todos los que nos quieran conocer. ¡Les esperamos con gusto!
La Pasadita se encuentra en el pasillo del TEC, cerca del estadio, entre la Avenida 6 y Reynosa. Abren de lunes a viernes, de 7:00 a 17:00 horas.
