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La Entrevista

Nunca es tarde para empezar de nuevo

El Ahuizote
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septiembre 1, 2025

Entrevista a Consuelo Silver Zúñiga, estudiante universitaria a sus 93 años

En un mundo donde el ritmo vertiginoso y la inmediatez parecen marcar el paso de nuestras vidas, hay historias que nos invitan a detenernos, respirar y reflexionar. Hoy en La Revista El Ahuizote tenemos el honor de compartir una de esas historias. Se trata de la vida de la señora Consuelo Silver Zúñiga, una mujer que, a sus más de 90 años, no solo sigue estudiando una licenciatura, sino que lo hace con un compromiso, una alegría y una energía que contagian.

Ella es, como la llaman cariñosamente en la universidad, “la abuelita de la UPRA”. Pero no se dejen engañar por el apodo: detrás de esa sonrisa serena y amable hay una vida llena de luchas, trabajo, viajes, esfuerzo constante y una sed de conocimiento que ha resistido todos los obstáculos. Acompáñenos en esta charla profunda, humana y entrañable con una mujer que demuestra que nunca es tarde para aprender ni para vivir con pasión.

¿Cómo se siente, señora Consuelo, después de completar otro cuatrimestre universitario?

Muy bien, gracias a Dios. Este último cuatrimestre fue uno de los más exigentes. No porque fuera difícil en sí, sino porque implicó muchas actividades al mismo tiempo: materias, estancias, trabajos, proyectos… pero lo más bonito es que, a pesar del esfuerzo, fue también el cuatrimestre en el que saqué el promedio más alto. Así que estoy muy contenta, no me puedo quejar.

Cuéntenos un poco de usted. ¿Dónde nació y cómo fue su infancia?

Nací en Iguala, Guerrero, aunque no viví mucho tiempo allí. Cuando tenía apenas seis meses, mis padres se mudaron a Huitzilac, Morelos, y ahí pasé mi primera infancia. A los ocho años, mi papá compró una casa en el entonces Distrito Federal (hoy Ciudad de México) y allá crecí hasta que me casé.

Mi vida ha sido una travesía de muchos cambios. He vivido en León, Alvarado (Veracruz), Puebla, Ciudad de México, Mérida… y cada lugar me ha dejado recuerdos y aprendizajes. Era un ir y venir constante, ya sea por el trabajo de mi padre, que era comerciante, o por el de mi esposo, que también se dedicaba al comercio.

¿Cómo llegó a Ramos Arizpe, Coahuila?

Después de muchas vueltas y altibajos, mi esposo falleció y me quedé sola. Intenté regresar a la Ciudad de México, donde vivía mi hija menor, pero la inseguridad era terrible. Sentía miedo todo el tiempo. Entonces, recordé que una de mis hijas vivía en Saltillo, y decidí cambiar de rumbo. En 1989 me mudé definitivamente a Coahuila. Primero viví en Saltillo siete años, trabajando en educación para adultos. Después, me ofrecieron un terreno en Ramos Arizpe, donde aún vivo. Cuando llegué, todo era monte. Construí mi casa con lo poco que tenía, sin vidrios, sin piso, sin agua. Poco a poco la fui terminando.

¿Vivió sola desde entonces?

Sí, durante muchos años viví sola, trabajando y saliendo adelante. Hace dos años, mi hija mayor, que vivía en Jalisco, se jubiló y decidió venirse conmigo. Ahora compartimos casa, gastos y compañía. Nos apoyamos mucho. La verdad, es muy grato tener con quién compartir el día a día.

¿Cómo empezó su camino hacia la Universidad de la UPRA?

Desde que llegué a Coahuila tenía el sueño de estudiar una licenciatura, pero en todos lados me cerraban las puertas por la edad. Lo intenté en la Normal, en la Pedagógica, hasta por Internet, pero no me aceptaban. Me decían que era solo para jóvenes. Aun así, no me rendí. Tomé diplomados, cursos gratuitos, talleres en el INEA, en la Ibero y en el Tec de Monterrey.

Un día, me enteré de una convocatoria en la presidencia municipal para una licenciatura en la Universidad Profesional de Ramos Arizpe (UPRA). Fui con todos mis documentos, como siempre, y le pregunté directamente a la persona encargada: “¿Me van a aceptar si nací en 1932?” Me dijo que no habría ningún problema. Me inscribí y ese fue el inicio de esta gran aventura.

¿Qué está estudiando actualmente?

Estoy cursando la licenciatura en Administración. Ya terminé el séptimo cuatrimestre; me faltan solo dos. Si todo va bien, en mayo próximo me graduaré. Es algo que me llena de orgullo.

¿Cómo es su rutina diaria entre trabajo y estudio?

Sigo trabajando en el DIF, en educación primaria y secundaria. Antes también daba preparatoria, pero hace dos años decidí dejarla para disminuir mi carga laboral. Elijo trabajar martes y jueves, para combinarlo con mis clases en la universidad, que son en la tarde, de 4 a 9 de la noche. Me transporto en camión o en el nuevo transporte estudiantil gratuito. Si no alcanzo el último camión, mis compañeras me llevan.

¿Cómo ha sido la experiencia con sus compañeros y profesores?

¡Muy bonita! Me han recibido con cariño y respeto. Me llaman “la abuelita de la universidad”. Les digo que todos tienen la edad de mis nietos, y ellos me tratan como a una abuela. Hay mucha admiración mutua. Algunos maestros son jóvenes, pero muy profesionales. Siento que me han abierto las puertas de par en par y me hacen sentir parte de algo grande.

¿Por qué decidió estudiar una carrera universitaria a esta edad?

Porque nunca perdí ese deseo. Siempre he creído que nunca es tarde para aprender. Yo quería estudiar pedagogía o psicología, pero me ofrecieron administración y acepté con gusto. La vida me ha llevado por muchas áreas: trabajé con abogados, contadores, comerciantes… y tenía experiencia que podía complementar con esta carrera. Más que un título, es una forma de demostrarme que los límites son mentales.

¿Cuál es su mensaje para quienes han dejado de estudiar o creen que ya es tarde para empezar?

Que lo intenten. Que no se rindan. A veces la vida se complica, pero siempre hay una manera. He tenido alumnos que desertaron, y también muchos que hoy son profesionistas gracias a su esfuerzo. Siempre les digo: “Estudia, que el conocimiento abre puertas.” Si tienes secundaria, estudia la prepa; si tienes prepa, estudia una carrera. Nunca es tarde. Lo peor que uno puede hacer es quedarse con las ganas.

Además de estudiar y trabajar, también hace deporte, ¿verdad?

¡Sí! Toda mi vida he sido muy activa. Desde niña, en la escuela hacíamos natación, tenis, caminatas. Más tarde practiqué ciclismo, patinaje, excursiones, hasta rapel. En la edad adulta, participé en competencias deportivas para adultos mayores, sobre todo en caminatas y carreras de velocidad de 100 metros. Tengo medallas desde 2007 hasta ahora. La última fue este año. Ya no me permiten competir a nivel nacional por la edad, pero aún tengo energía para dar más.

¿Cuál es su secreto para mantenerse tan bien física y mentalmente?

Vivir de forma positiva, sana y activa.

  • Comer bien, sin exageraciones.
  • Hacer ejercicio, aunque sea caminar o mover las piernas sentados.
  • No enojarse.
  • Vivir tranquilo.

Desde niña he caminado mucho. Mi papá me llevaba a todos lados, y eso me ayudó. Nunca dejé de moverme, de ejercitarme. Creo que el equilibrio emocional es tan importante como el físico. No me enojo, no me altero. Vivo agradecida.

¿A quién dedica este logro de seguir estudiando a sus 93 años?

A todos los que creen que ya no pueden. A quienes piensan que estudiar es solo para jóvenes. Yo digo que el estudio es para quien lo desea, sin importar la edad. Este logro se lo dedico a mí misma, por nunca rendirme, pero también a mis alumnos, a mis hijas, a mis nietos, para que sepan que la vida no se detiene mientras uno tenga sueños.

¿Qué espera hacer después de terminar la universidad?

Primero, terminar bien. Si Dios me lo permite, terminaré en mayo. Después, ya veremos. No descarto seguir estudiando algo más. Siempre hay algo nuevo que aprender. Pero, sobre todo, quiero seguir ayudando a otros, enseñando, motivando. Esa ha sido mi vocación desde hace muchos años

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