Politiquería vs Tragedia

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El paso del Huracán Otis no solo dejó al descubierto nuestro ineficaz servicio de alertas para prevenir catástrofes del rigor de la naturaleza, sino también como se privilegia la política sobre la tragedia

La actual administración federal ha enviado los recursos de apoyo para el rescate de Acapulco y otros municipios dañados a cuenta gotas. Mientras en el plano nacional, se enfoca más en sus embates contra el Poder Judicial y sacar un proceso electoral a favor de la 4T.

El mandatario nacional presentó un plan de rescate, el cual está lejos de dar un palomazo, a lo que se conocía como el Fondo de Desastres Naturales (FONDEN), que es o era mejor dicho un instrumento financiero mediante el cual dentro del Sistema Nacional de Protección Civil, a través de las Reglas de Operación del propio Fondo y de los procedimientos derivados de las mismas se podía apoyar a las entidades federativas ante desastres naturales. 

Este mecanismo, por ejemplo, ayudó a Coahuila en 2015 bajo los embates que dejó el Huracán Alex, con 11 mil 441 millones de pesos para la reconstrucción en la zona devastada. En el mismo año, el propio estado de Guerrero, tuvo inundaciones en su zona costera y tan solo el FONDEN aportó cerca de 10 mil millones de pesos.

El Instituto Mexicano para la Competitividad, informó que en 2021 y 2022, con el presupuesto autorizado por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, teniendo 645 declaratorias de desastres y emergencias, ese recurso no se utilizó.

La realidad es simple, en 2021, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) oficializó la desaparición del FONDEN como fideicomiso, y eliminó sus normativas de funcionamiento. A partir de 2021, el presupuesto incluye solo un programa con ese nombre que, por su naturaleza, está sujeto a la transferencia directa de recursos de la SHCP.

Ante las tragedias, la política electoral debe desaparecer. Pero la tragedia, apremia más a sacar una tajada política, que apoyar a los miles de damnificados.

El plan federal es un fiasco, y repasemos algunos números de los presentados por la autoridad. El adelanto de dos meses de los programas del Bienestar claro que ayuda, pero en la práctica no están recibiendo un apoyo extra, al final día, es el mismo recurso que ya tenían contemplado recibir los ciudadanos, para el cual ya tenían un plan para utilizarlo.

¿Apoyar con todo lo necesario a los familiares de quienes perdieron la vida por el huracán e intensificar la búsqueda de los desaparecidos? Es una obligación del Estado Mexicano. Por décadas el Plan DNIII que comanda el Ejercito Mexicano ha funcionado ante los desastres, Pero hoy, el presidente los tiene realizando tareas aduanales, construyendo un Tren Turístico y con demás labores que en la práctica no deberían tener. Y no por falta de capacidad, sino porque sus deberes son otros. 

Dentro de los puntos presentados, añadieron la incorporación de 10 mil jóvenes al Programa Construyendo el Futuro y becas a estudiantes de nivel básico. Pero, dónde van a estudiar esos jóvenes si los centros educativos están destruidos, y la recuperación económica será lenta, pensando que de ahí puedan surgir emprendedores.

Otorgarán 20 mil créditos a la palabra de 25 mil pesos sin intereses, pagaderos en tres años y con seis meses de gracia para pequeños comerciantes. Lo cual no está mal. Pero ellos deberán entregarse mínimo de seis meses a un año. Darlos en este momento, sería darse un balazo en el pie, en algo que sería la crónica de una muerte anunciada.

Acapulco y demás municipios en desastre, necesitan algo más que becas y condonación de impuestos. Requieren de un plan estratégico que no solo reconstruya lo dañado, sino al mismo tiempo se realice infraestructura que pueda soportar desastres naturales como los ocasionados por Otis.

La fuerza de Otis puso en evidencia la ineficacia de Protección Civil para lograr dar aviso a la población. Evacuarla era imposible por la velocidad en que se transformó para llegar a la categoría de Huracán, pero tener el tiempo de un mejor resguardo y tomar mayores precauciones si era posible.

El FONDEN por sí solo nunca fue suficiente para la reconstrucción de localidades afectadas. Pero, era un brazo fuerte para las entidades federativas, que no podían con el paquete completo.

Las redes sociales nos han mostrado la tragedia en su máxima expresión. Nos han mostrado la realidad de lo tardío con lo que han llegado los apoyos federales. Del uso del espacio matutino presidencial llamado “La mañanera” para justificar la inoperancia, culpando a las administraciones anteriores.

La cuarta transformación vino a destruir lo bueno que se había construido por años. Primero quita los recursos desapareciendo fondos federales, y ahora a través de una iniciativa enviada al Congreso de la Unión el pasado 3 de octubre, para expedir la Ley General de Protección Civil y Gestión del Riesgo de Desastres, que propone, entre otras cosas, regular los donativos y requiere que los estados y municipios asignen fondos anuales para emergencias y desastres en sus regiones, además de indicar la responsabilidad que tienen en la contratación de seguros para la cobertura de daños por desastres naturales.

En pocas palabras, lo que el presidente López Obrador propone es pasar la responsabilidad a las entidades federativas. No te doy recursos, pero te paso oblaciones, ese es el lema.

La protección de los mexicanos no debería ser una opción, sino una obligación. Y al parecer, esto no ha sido aplicado por el mandatario nacional.

La politiquería ha predominado sobre la tragedia. La gobernadora de Guerrero, Evelyn Salgado Pineda, quedó pequeña ante el desastre natural. No ha resaltado, pues ante su falta de tacto y capacidad para actuar, las primeras planas y notas de televisión corren sobre lo que el presidente dice.

No solo es una marioneta manejada por su padre, Félix Salgado Macedonio. Sino por el propio aún mero representante de la 4T.

Y aunque la obligación es tanto de la administración federal como estatal, la oposición tanto en la cámara de diputados como en la de senadores, también no ha estado a la altura de lo que sucedió y sus consecuencias lamentables.

Pero cuidado, porque en la calle, la gente sabe quien apoyó en realidad. Vivieron en carne propia el desastre, su falta de prevención, así como la lentitud de la ayuda. Y la factura se cobra tarde o temprano.

Estamos a nada del 2024, del cambio de presidente de la república. Si bien, la aprobación del mandatario a la fecha marca niveles más que aceptables de aprobación, hay momentos que en la mente de los mexicanos no se olvida, y la tragedia de Acapulco será uno de ellos.

La politiquería le está ganando a la tragedia, y eso es lamentable. Porque la llevan los miles de ciudadanos que perdieron a un familiar, su hogar y ahora viven con la esperanza de que pronto lleguen los alimentos. La politiquería le está ganando a la tragedia, y los empresarios se encuentran en el limbo esperando pronta respuesta a sus solicitudes de apoyos para regresar a Acapulco a ser una zona pujante nuevamente.

Lamentable. La politiquería estuvo por encima de la tragedia.

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