Iberdrola, ¿nacionalización de chatarra o una buena inversión?

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Editorial

La historia de Iberdrola se remonta a finales del siglo XIX, cuando un grupo de empresarios y banqueros vascos se unieron para fundar Hidroeléctrica Ibérica. La compañía, que comenzó su actividad en 1907 con la construcción de una central hidroeléctrica en la provincia de Guipúzcoa, supuso un hito en el desarrollo de las infraestructuras energéticas en España.

A lo largo del siglo XX, la compañía se expandió y diversificó su actividad hacia otros sectores como el gas, la energía nuclear o las energías renovables. En 1944, Hidroeléctrica Ibérica cambió su nombre por el de Iberduero, dando lugar a una etapa de consolidación y crecimiento en la que adquirió varias empresas eléctricas y de gas en España.

En 1992, Iberduero se fusionó con Hidroeléctrica Española, dando lugar a Iberdrola. La nueva compañía, que cotizaba en bolsa desde 1993, inició un plan de inversiones y de expansión internacional que la llevó a posicionarse como una de las principales eléctricas del mundo. Desde entonces, Iberdrola se ha enfrentado a grandes desafíos como la liberalización del mercado energético en España o la transición hacia un modelo energético más sostenible.

En la actualidad, Iberdrola está presente en más de 40 países y cuenta con más de 30 millones de clientes. Su principal fuente de generación de energía es la renovable, con una potencia instalada de más de 33.000 megavatios. Además, la compañía ha establecido un ambicioso plan de inversión en energía renovable y redes inteligentes, con el objetivo de alcanzar la neutralidad climática en 2050.

El crecimiento de Iberdrola ha estado marcado por su compromiso con la innovación y la tecnología, así como por su apuesta por un modelo energético y respetuoso con el medio ambiente sostenible. La compañía ha sido reconocida en varias ocasiones como una de las empresas más sostenibles del mundo y ha recibido múltiples premios por su labor en la lucha contra el cambio climático.

El anuncio de la venta de los activos de Iberdrola en México ha tomado a muchos por sorpresa. En el país, la empresa ha sido un referente en la producción y distribución de energía eléctrica, pero ahora parece que esa historia llegó a su fin. El proceso de venta de los activos de Iberdrola incluye tres plantas de energía, cuatro centrales hidroeléctricas, y dos parques eólicos. Expertos en el sector de energía en México han señalado que la empresa española ha tomado la decisión de desinvertir en México ya que no veía perspectivas de crecimiento en el país a corto plazo.

La venta de los activos será una buena oportunidad para los compradores, que podrán tener en sus manos instalaciones modernas y eficientes para la producción de energía eléctrica. También es una buena noticia para el sector eléctrico en México, ya que el proceso de venta puede ayudar a abrir la puerta a nuevos competidores y a una mayor competencia.

Por otra parte, la venta de los activos de Iberdrola también abre una serie de interrogantes sobre lo que podría pasar a continuación en el sector eléctrico en México. ¿Se mantendrán las mismas tarifas con nuevos actores en la producción de energía eléctrica? ¿Será necesario que el Gobierno mexicano tome medidas para garantizar una transición sin contratiempos en la producción y distribución de energía?

El proceso de venta de los activos de Iberdrola en México claramente marca el fin de una era. En su momento, Iberdrola fue uno de los líderes en la producción de energía eléctrica en el país, pero ahora parece que se va de la mano de otras empresas como parte de una nueva dinámica en el sector eléctrico en México.

Desde que asumió el mandato, el presidente Andrés Manuel López Obrador apuntó con dedo duro a Iberdrola, una compañía que representó para él la imagen de la nueva conquista española del suelo mexicano. Acusaciones por abusos, excesos y colusión con autoridades y empresas extranjeras adornaban la política energética emprendida por el presidente.

Esta situación que parecía erigirse como un enfrentamiento titánico en el que el mandatario desafiaría a la compañía, ha desembocado en una negociación que lejos de ser un triunfo para el ejército presidencial, ha sido propicia para los intereses de la empresa extranjera.

El precio de compra de las 13 plantas de la compañía con un coste de seis mil millones de dólares fue considerado muy caro y no ha dejado satisfecho a los especialistas en la materia. Ante la presión que ejerció el presidente, el resultado parece no haber sido el esperado, lo que ha levantado sospechas sobre la operación.

El gobierno ha sido hermético en cuanto a la naturaleza de las transacciones que ha sido muy poco transparente, creando un cierto halo de sospecha que no ayuda al clima entre empresas extranjeras y el gobierno mexicano.

Si las plantas compradas son antiguas y contaminantes, ¿por qué adquirirlas a un precio tan elevado? El anuncio puede ser comparable con el de la compra de la planta vieja del proyecto Agronitrogenados por el gobierno anterior con precios millonarios, lo que terminó con un gran escándalo por corrupción.

Si bien formalmente no se acredita que México haya comprado las plantas, el fideicomiso que las adquirió investigaron sobre la procedencia de su capital. Se sabe que el gobierno tenía participación en el fideicomiso, pero no se ha aclarado cuánto.

El anuncio de López Obrador alardeaba de una nacionalización de la industria eléctrica, sin embargo, la procedencia del dinero que compró las plantas, aparentemente privado, no garantiza una mejor calidad en la prestación del servicio eléctrico ni una baja en los precios.

Parece que la negociación entre López Obrador e Iberdrola no ha dejado a nadie satisfecho y no ha diseñado una estrategia clara. La falta de transparencia y de claridad sobre el origen del dinero que lo financió, acrecienta las percepciones de un posible gravamen a la política energética nacional y el resquemor hacia las empresas extranjeras. Una situación que debe ser esclarecida.

La compra de plantas eléctricas de la española Iberdrola por parte del Gobierno de México es una muestra más de la obsesión que tiene el presidente Andrés Manuel López Obrador por el control de los recursos energéticos del país. Desde su fundación, el partido Movimiento Regeneración Nacional (Morena), ha buscado hacer del Estado el único jugador importante en el sector energético, y esta transacción es una victoria para su proyecto político.

Pero ¿a qué precio está dispuesto a pagar el presidente por ese control? El historial de la Administración de López Obrador muestra altos sobrecostos en obras emblemáticas como el Tren Maya, la refinería Olmeca y la adquisición de una refinería en Deer Park, Texas. Todo apunta a que la compra de las plantas de Iberdrola seguirá la misma línea.

Además, la transacción se realizó de un privado a otro, y no es una verdadera nacionalización, como lo ha llamado el presidente. ¿Qué hay detrás de la compra de los activos de Iberdrola en México? Muchas de las tecnologías que el Gobierno está adquiriendo tienen entre 20 y 40 años de vida, lo que significa que necesitarán mantenimiento y actualización para seguir siendo eficientes. ¿Está México en capacidad de hacer los ajustes necesarios para tener éxito en esta adquisición?

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