En una soleada tarde del 21 de mayo de 1904, en un modesto café parisino, siete naciones europeas —Francia, Bélgica, Dinamarca, Países Bajos, Suecia, Suiza y España (representada por el Real Madrid)— dieron vida a la Fédération Internationale de Football Association: la FIFA. El objetivo era claro: unificar las reglas del fútbol y organizar competencias internacionales en un deporte que ya comenzaba a cruzar fronteras. Curiosamente, Inglaterra, cuna del fútbol moderno, se sumó al año siguiente, quizás con cierto recelo por ceder el control del juego que había inventado.
Los primeros años fueron de consolidación. En 1906, la FIFA organizó su primer torneo internacional, aunque sin mucho éxito. Sin embargo, la inclusión del fútbol en los Juegos Olímpicos de Londres 1908 marcó un hito, con la participación de jugadores profesionales y una organización que, aunque liderada por la Federación Inglesa, demostró el potencial global del deporte.
La expansión fuera de Europa fue rápida: Sudáfrica se unió en 1909, seguida por Argentina en 1912, y Canadá y Chile en 1913. Para 1914, Estados Unidos también formaba parte de la creciente familia futbolística. La FIFA había dejado de ser una asociación exclusivamente europea para convertirse en un organismo verdaderamente internacional.
El verdadero salto llegó en 1930, cuando se organizó la primera Copa Mundial de Fútbol en Montevideo, Uruguay. Con solo cuatro selecciones europeas debido a las dificultades de viaje, el torneo fue un éxito rotundo y sentó las bases para lo que se convertiría en el evento deportivo más importante del planeta.
Durante las décadas siguientes, la FIFA continuó su crecimiento, enfrentando desafíos como la Segunda Guerra Mundial, que obligó a suspender los torneos de 1942 y 1946. En 1961, el inglés Stanley Rous asumió la presidencia y modernizó la organización, introduciendo las transmisiones televisivas en la Copa Mundial de 1966 y estableciendo acuerdos publicitarios que transformarían la economía del fútbol.
Sin embargo, no todo fue gloria. En 2015, la FIFA enfrentó el mayor escándalo de su historia: el «FIFAgate». Una investigación del Departamento de Justicia de Estados Unidos reveló una red de corrupción que involucraba a altos funcionarios de la organización, acusados de recibir sobornos por más de 150 millones de dólares a cambio de otorgar derechos de transmisión y organización de torneos. El entonces presidente Joseph Blatter renunció, y en 2016, Gianni Infantino fue elegido para liderar una nueva era.
Infantino implementó reformas para aumentar la transparencia y la responsabilidad dentro de la FIFA. Se expandió la Copa del Mundo a 48 equipos a partir de 2026, reflejando el crecimiento continuo del deporte y la inclusión de más naciones en el evento. Además, se introdujo el Sistema de Asistencia Arbitral por Video (VAR) en 2018 para ayudar a los árbitros a tomar decisiones más precisas y justas en el campo.
En 2018, se creó la Fundación FIFA como entidad independiente con el objetivo de movilizar el poder positivo del fútbol para mejorar vidas. Esta fundación aborda problemas sociales que afectan a los jóvenes, empodera a las mujeres y niñas para que jueguen al fútbol y desarrollen todo su potencial, y apoya la educación a través del fútbol.
Hoy, la FIFA agrupa a 211 asociaciones o federaciones de fútbol de distintos países, y su influencia en el deporte es innegable. Desde aquel modesto café en París hasta convertirse en el organismo que supervisa el evento deportivo más grande del mundo, la FIFA ha recorrido un largo camino, lleno de triunfos y desafíos, pero siempre con el objetivo de promover y desarrollar el fútbol en todas sus formas.
Como dijo alguna vez el legendario Pelé: «El fútbol es el lenguaje universal». Y la FIFA, con todos sus altibajos, ha sido la principal traductora de ese lenguaje para el mundo.