Rosario Castellanos, una vida de letras y luchas

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Rosario Castellanos fue una de las figuras más influyentes de la literatura mexicana del siglo XX. Sus obras no solo reflejan una profunda sensibilidad artística, sino también un agudo sentido crítico de la realidad social y cultural de su tiempo. Castellanos se destacó como poeta, novelista, ensayista y dramaturga, y su legado sigue siendo fundamental para comprender el papel de la mujer en la sociedad y la literatura mexicana.

Rosario Castellanos nació el 25 de mayo de 1925 en la Ciudad de México, pero su vida pronto se trasladó a Comitán de Domínguez, Chiapas, donde vivió su infancia y adolescencia. Sus padres, Adriana Figueroa y César Castellanos, eran parte de una familia tradicional de la época: su padre trabajaba mientras su madre era ama de casa, y tenían una marcada preferencia por su hijo Benjamín, solo por ser varón. Esta preferencia continuó incluso después de la trágica muerte de Benjamín a los siete años en 1933, un hecho que dejó a Rosario con un profundo sentimiento de culpa por ser ella quien seguía con vida.

Fue criada en la hacienda familiar en la meseta comiteca de Chiapas, principalmente bajo el cuidado de su nana Rufina, quien la acercó a la realidad indígena de la región. A los siete años, su hermano menor, Mario, murió de apendicitis, y en 1948 perdió a ambos padres, quedando huérfana y con recursos limitados. Esta situación la impulsó a buscar su propia voz y expresión, convirtiéndose en la primera mujer escritora de Chiapas.

Después de estos duros momentos, Rosario se mudó a la Ciudad de México, donde se graduó en 1950 como maestra en filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Allí, se relacionó con figuras importantes como Ernesto Cardenal, Jaime Sabines y Augusto Monterroso. También estudió estética en la Universidad de Madrid con una beca del Instituto de Cultura Hispánica.

Como profesora, impartió clases en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y en universidades de Estados Unidos como Wisconsin, Colorado y Indiana. Además, durante años escribió en el diario mexicano Excélsior y fue una promotora cultural activa, participando en el Instituto Chiapaneco de la Cultura y el Instituto Nacional Indigenista, además de ser secretaria del PEN Club. De 1954 a 1955, recibió una beca de la Fundación Rockefeller en el Centro Mexicano de Escritores.

En su vida personal, Rosario se casó en 1958 con el profesor de filosofía Ricardo Guerra Tejada. Juntos tuvieron un hijo, Gabriel Guerra Castellanos, en 1961, después de dos abortos involuntarios y la muerte de una hija recién nacida. Tras trece años de matrimonio, Rosario se divorció debido a la depresión y las infidelidades de su esposo. A lo largo de su vida, dedicó gran parte de su obra y energía a la defensa de los derechos de las mujeres, convirtiéndose en un símbolo del feminismo latinoamericano.

Como promotora cultural, trabajó en el Instituto de Ciencias y Artes de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, y dirigió el Teatro Guiñol del Centro Coordinador Tseltal-Tsotsil, patrocinado por el Instituto Nacional Indigenista. En la UNAM, fue directora de la Dirección General de Información y Prensa y profesora en la Facultad de Filosofía y Letras. En sus últimos años, se desempeñó en el servicio exterior como embajadora de México en Israel a partir de 1971, donde también enseñó en la Universidad Hebrea de Jerusalén.

El 10 de noviembre de 2017, se inauguró el Museo Rosario Castellanos en Comitán de Domínguez, Chiapas, un espacio dedicado a celebrar su vida y obra. Rosario Castellanos sigue siendo recordada no solo por su talento literario, sino también por su incansable lucha por los derechos de las mujeres y su profunda conexión con la cultura indígena de México.

En 1971, durante el gobierno de Luis Echeverría Álvarez, Rosario Castellanos fue designada embajadora de México en Israel por la Secretaría de Relaciones Exteriores. Tras una impresionante carrera, Rosario falleció trágicamente el 7 de agosto de 1974 en Tel Aviv, a los 49 años. La causa de su muerte fue una descarga eléctrica provocada por una lámpara mientras intentaba contestar el teléfono después de salir de bañarse. Reconociendo su legado, sus restos fueron trasladados a la Rotonda de las Personas Ilustres el 9 de agosto de 1974.

Castellanos expresó sus sentimientos sobre la muerte en varias ocasiones a lo largo de su carrera, especialmente en su poema “Encargo” del poemario Materia Memorable de 1969, donde pidió no ser recordada hasta que el aire fuera nuevamente transparente, rechazando monumentos y devolviendo el espacio que ocupaba.

Rosario Castellanos abordó en su obra temas políticos y sociales, creyendo que el mundo era un campo de batalla en el que uno estaba comprometido, como lo expresó en su poemario Lívida luz. Consideraba la poesía un intento de llegar a la raíz de los objetos y trataba cada tema con una conexión cotidiana y un interés por el papel de la mujer en la sociedad, criticando el enfoque sexista, como en su cuento “Lección de cocina”. Su obra de teatro El eterno femenino se fundamenta en principios feministas, y según Mercedes Serna, Castellanos realiza un recorrido irónico por la historia de la mujer en México a través de personajes femeninos.

Sus sentimientos personales están reflejados en sus escritos. En “Primera revelación”, describe su experiencia como niña discriminada frente a su hermano, mientras que “Lamentación de Dido” se inspira en el desamor de su relación con Ricardo Guerra. La novela Rito de iniciación, publicada póstumamente, se enfoca en los conflictos de una mujer dedicada a los estudios para escapar de los prejuicios conservadores y enfrentar la competencia profesional en la ciudad.

Castellanos resaltó en su obra la diferencia entre hombres y mujeres, y entre blancos e indígenas. Utilizaba el matrimonio como un medio para que los personajes femeninos participaran en el diálogo, mostrando cómo el matrimonio demostraba la dependencia de la mujer y la falta de identidad. En su última obra, Álbum de familia, un crítico menciona que el libro aborda la presencia continua de la alienación y destaca la tendencia de Castellanos al optimismo.

En su ensayo La novela mexicana contemporánea y su valor testimonial, Castellanos comenta que las obras indígenas reflejan la objetividad del tratamiento y la individualidad del personaje, subrayando la importancia de estas narrativas en la historia de México. A pesar de reconocer su privilegio como mujer blanca, Castellanos destacó la relevancia de la novela mexicana como una aspiración al conocimiento lúcido.

La vida y obra de Rosario Castellanos son un testimonio de su compromiso con la literatura y los derechos de las mujeres. Su legado perdura como una fuente de inspiración para las nuevas generaciones, demostrando que la lucha por la igualdad y la justicia es una batalla continua, tanto en el ámbito personal como en el profesional.

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