Muhammad Ali, nacido como Cassius Marcellus Clay, Jr., es un nombre que resuena no solo en el mundo del boxeo, sino también en la historia social y política del siglo XX. Nacido el 17 de enero de 1942 en Louisville, Kentucky, y fallecido el 3 de junio de 2016 en Scottsdale, Arizona, Ali no solo fue un boxeador legendario, sino también una figura icónica que trascendió los límites del deporte para convertirse en un símbolo de resistencia y lucha por la justicia.
Desde sus primeros días como amateur, Ali demostró una habilidad y una determinación que lo llevarían a la cima del mundo del boxeo. Ganó la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Roma en 1960, y a los 22 años se coronó campeón indiscutido de los pesos pesados. Su estilo de pelea, alejado de la técnica tradicional y lleno de movimientos rápidos y precisos, lo distinguió de sus contemporáneos. Bajo la guía de su entrenador, Angelo Dundee, Ali protagonizó combates épicos contra figuras como Sonny Liston, Joe Frazier, y George Foreman. Sus enfrentamientos no solo eran batallas físicas, sino también psicológicas, gracias a sus provocaciones y predicciones precisas.
Reconocido mundialmente, Ali recibió la Medalla Presidencial de la Libertad y fue incluido en el Salón Internacional de la Fama del Boxeo. Fue nombrado “Rey del Boxeo” por el Consejo Mundial de Boxeo y “Deportista del Siglo XX” por Sports Illustrated y la BBC.
Muhammad Ali nos dejó un ejemplo imperecedero de cómo un individuo puede usar su plataforma para luchar por lo que es justo y hacer una diferencia duradera. Como él mismo dijo una vez: “Los campeones no se hacen en los gimnasios. Los campeones se hacen de algo que tienen en su interior: un deseo, un sueño, una visión”. Ali no solo tuvo un sueño y una visión, sino que también tuvo el coraje de luchar por ellos, tanto dentro como fuera del ring.
Durante los años 60 y 70, Muhammad Ali se convirtió en una figura muy popular a nivel mundial, especialmente en países con mayoría musulmana y en el llamado “Tercer Mundo”. Esto se debía a que su orgullo por ser afrodescendiente y su inquebrantable confianza en sí mismo resonaban profundamente entre aquellos que se sentían discriminados por su raza o lugar de origen.
Un aspecto clave de su fama fue su relación con la Nación del Islam. Su vínculo con esta organización comenzó en 1959, pero fue en 1961 cuando inició su conversión. Esta decisión estuvo fuertemente influenciada por su amistad con Malcolm X, quien lo apoyó antes de la crucial pelea contra Sonny Liston. Malcolm X veía en una victoria de Ali una demostración de la “superioridad” del Islam, en un enfrentamiento que simbolizaba una lucha entre musulmanes y cristianos, donde Liston representaba a los “infieles”. A pesar de las dudas del líder de la Nación del Islam, Elijah Muhammad, sobre la asociación de Malcolm X con Ali, tras sus victorias contra Liston, Ali se convirtió en un representante prominente de la organización, lo que también influenció la dirección de su carrera.
A través de sus propias palabras, Ali expresó: “Ya no soy más Cassius Clay, aquel ‘negro de Kentucky’. Pertenezco al mundo, al mundo de la raza negra. Siempre tendré un hogar en Pakistán, en Argelia, en Etiopía. Eso tiene más valor que el dinero”.
La conversión de Ali y su declaración pública de pertenencia a la Nación del Islam fueron eventos significativos, marcando su rechazo al cristianismo y al integracionismo promovido por líderes como Martin Luther King. Esto lo puso en conflicto con muchos liberales, tanto blancos como afroamericanos. Sin embargo, con el tiempo, se erigió como un símbolo de orgullo y lucha por los derechos civiles para muchos afroamericanos.
Su relación con Elijah Muhammad tuvo altibajos, especialmente cuando Ali, durante su suspensión del boxeo, expresó su intención de volver al cuadrilátero para ganar dinero. Esto llevó a su suspensión de la Nación del Islam, reflejando una lucha de poder entre el carismático joven boxeador y el envejecido líder.
A pesar de estos desafíos, Ali siguió creciendo como una figura de fama mundial, y eventualmente adoptó una postura más espiritual y altruista. Después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, enfatizó que el Islam es una religión de paz y participó en esfuerzos de recaudación de fondos para las víctimas. En los años 60, existían estereotipos raciales en el boxeo: el “Bad Nigger”, caracterizado por su conducta violenta, y el “Uncle Tom”, que respetaba el establishment y recibía el apoyo de los blancos. Muhammad Ali desafió estos estereotipos, declarándose independiente de cualquier opinión preconcebida del público, y se convirtió en un símbolo de resistencia contra el racismo.
Durante su carrera y más allá, Ali también se involucró en la política y el activismo social. Después de ganar la medalla olímpica en Roma, expresó su orgullo por los Estados Unidos, aunque su relación con el gobierno cambió radicalmente en 1966 cuando se negó a ser reclutado para la guerra de Vietnam, basándose en su objeción de conciencia y su fe en la Nación del Islam. Esta postura valiente lo transformó en un héroe para muchos, incluso cuando enfrentó severas críticas y sanciones legales.
Ali continuó usando su voz para luchar contra la guerra y promover los derechos civiles, lo que influyó a muchos, incluyendo a los atletas afroamericanos que protestaron en los Juegos Olímpicos de 1968. Aunque su carrera sufrió debido a sus principios, su popularidad y respeto crecieron, culminando en una resolución favorable de la Corte Suprema que anuló su alistamiento.
En sus últimos años, Ali se dedicó a actividades humanitarias y benéficas, siendo designado mensajero de la paz por las Naciones Unidas. Fundó el Muhammad Ali Center y el Muhammad Ali Parkinson Center, contribuyendo significativamente a la comunidad. Ali dejó un legado profundo en la cultura popular, con innumerables apariciones en medios, libros, y películas sobre su vida. Su participación en eventos históricos, como encender el pebetero en los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996, dejó una marca indeleble en la memoria colectiva.
En su vida personal, Ali enfrentó retos y cambios, incluyendo varios matrimonios y una extensa familia. Tras ser diagnosticado con Parkinson en 1984, continuó siendo una figura pública respetada, afrontando su enfermedad con dignidad y valentía.
Muhammad Ali entendía que su grandeza provenía de una fuerza exterior, y luchaba no solo por sí mismo, sino por una causa mayor, lo que le permitió superar obstáculos que habrían derrotado a otros. Su legado perdura como uno de los atletas más influyentes y respetados de la historia.