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Cultura

La vida del Centauro del Norte

El Ahuizote
El Ahuizote
junio 2, 2025

Francisco Villa, mejor conocido como Pancho Villa, es una de las figuras más fascinantes y contradictorias de la Revolución Mexicana. Para algunos, fue un justiciero que luchó por los pobres; para otros, un bandido sanguinario que aprovechó el caos de la guerra. ¿Fue un héroe o un villano? La respuesta no es sencilla, porque Villa fue ambas cosas, según el cristal con que se le mire.

El nacimiento de un mito

Nacido como Doroteo Arango en 1878 en la hacienda de Río Grande, Durango, Villa tuvo una infancia marcada por la pobreza y la injusticia. Según la leyenda, a los 16 años mató a un hacendado que había violado a su hermana y huyó a las montañas, donde se convirtió en bandolero. Este episodio, aunque cuestionado por algunos historiadores como Friedrich Katz (La vida legendaria de Pancho Villa), se convirtió en el origen de su rebeldía.

Villa no era un intelectual como Zapata o Madero, pero tenía un instinto militar sorprendente. Se unió a la Revolución en 1910 bajo las órdenes de Francisco I. Madero, y pronto destacó por su audacia en batalla. Su División del Norte, con sus famosos dorados, fue clave en derrocar a Victoriano Huerta en 1914.

El general que tomó la gloria 

Como líder de la División del Norte, Villa demostró ser un genio militar nato. Su dominio de la caballería y sus tácticas innovadoras, que recordaban a las estrategias de los Apache y Comanche, lo convirtieron en una figura temible en el campo de batalla. Sus victorias militares, especialmente en lugares estratégicos como Zacatecas, no solo demostraron su brillantez táctica sino también su capacidad para movilizar y liderar grandes ejércitos.

Villa era un estratega brillante, pero también un hombre de contradicciones. Por un lado, repartió tierras a los campesinos y financió escuelas; por otro, sus métodos eran brutales. Ordenó fusilamientos masivos, como el de 300 soldados en Torreón, y saqueó pueblos para mantener su ejército. John Reed, el periodista estadounidense que lo acompañó, lo describió en México insurgente como un hombre carismático pero impredecible, capaz de gran generosidad y crueldad en un mismo día.

Su alianza con Zapata en la Convención de Aguascalientes lo enfrentó a Venustiano Carranza, y tras la derrota en Celaya (1915) contra Obregón, Villa se convirtió en un guerrillero acorralado. Su ataque a Columbus, Nuevo México (1916), fue una audaz provocación a EE.UU., pero también selló su destino: el gobierno americano lo persiguió, y México lo abandonó.

¿Héroe o villano? 

La figura de Villa ha sido objeto de múltiples interpretaciones. El historiador Paco Ignacio Taibo II, en su obra «Pancho Villa: Una biografía narrativa», destaca su compromiso con las causas populares y su lucha contra las injusticias sociales. Taibo II argumenta que Villa no fue un sádico, sino un producto de su tiempo, marcado por la violencia y la desigualdad. 

Por otro lado, algunos críticos señalan que Villa cometió actos de violencia injustificables, incluyendo ejecuciones sumarias y saqueos. El historiador Friedrich Katz reconoce tanto los actos de generosidad como los de crueldad en la vida de Villa, lo que refleja la complejidad de su personalidad.

Para los villistas, Villa fue un Robin Hood mexicano. Como dice Paco Ignacio Taibo II en su biografía Pancho Villa: Una biografía narrativa, «era un hombre del pueblo que nunca dejó de serlo». Repartió riqueza, desafió a los poderosos y murió pobre.

Pero sus críticos, como el historiador Enrique Krauze (México: Biografía del poder), lo pintan como un caudillo violento, más interesado en el poder que en la justicia. Sus masacres, como la de San Pedro de la Cueva (1915), donde ejecutó a 90 civiles, manchan su legado.

El asesinato que lo convirtió en leyenda

Villa fue emboscado y asesinado en 1923 en Hidalgo del Parral, Chihuahua. ¿Quién lo mandó matar? Hay teorías: ¿Obregón? ¿Calles? ¿Los terratenientes? Su muerte lo convirtió en mártir. Hoy, su nombre adorna calles, estatuas y canciones.

El hombre que fue un país entero

Pancho Villa representa la complejidad de la historia misma: un hombre que no puede ser reducido a simple héroe o villano. Su legado nos recuerda que la historia raramente es blanca o negra, sino que existe en los matices grises de la realidad humana. Como símbolo de resistencia y lucha social, Villa continúa inspirando debates y reflexiones sobre la justicia, la revolución y el precio del cambio social.

En palabras del historiador Friedrich Katz, uno de los principales biógrafos de Villa, su figura representa «la encarnación de la revolución mexicana en toda su complejidad y contradicción». Villa fue, en esencia, un producto de su tiempo: un hombre que surgió de la injusticia para combatirla, aunque a veces empleando métodos que contradecían sus ideales más nobles.

Hoy, más de un siglo después de la Revolución Mexicana, el debate sobre Pancho Villa sigue vivo, recordándonos que la historia, como la vida misma, es una narrativa compleja que resiste las simplificaciones y las etiquetas fáciles. Su legado perdura como un testimonio de la capacidad humana para ser simultáneamente héroe y villano, revolucionario y bandido, libertador y opresor.

Pancho Villa no fue un santo, pero tampoco un monstruo. Fue un producto de su tiempo: un México desigual, donde la violencia era el único lenguaje del cambio. Como escribió Carlos Fuentes: «Villa era el México bronco, el que no podía ser domado».

¿Héroe o villano? Quizás la respuesta está en que fue las dos cosas: un hombre que luchó por los débiles, pero que también jugó a ser dios con la vida de muchos. Y eso, al final, lo hace humano.

¿Tú qué opinas? ¿Fue Villa un libertador o un tirano con buenas intenciones?

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