Ibargüengoitia: La genialidad del humor y la sátira en la literatura mexicana

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Cultura 86

La literatura mexicana ha sido testigo de grandes talentos a lo largo de su historia, y uno de los nombres más destacados en este ámbito es el de Jorge Ibargüengoitia. Este brillante escritor mexicano, nacido en 1928 en Guanajuato, dejó un legado literario invaluable con su estilo único de humor y sátira.

Su padre falleció cuando era un bebé y creció bajo el cuidado de su madre y las mujeres de su familia materna. Estudió en escuelas administradas por los Hermanos Maristas y fue parte de los boy scouts, con quienes viajó por varios países europeos. Por presión familiar, ingresó a la Facultad de Ingeniería de la UNAM, pero luego decidió abandonarla para dedicarse a la escritura. Pasó tres años en Guanajuato y durante ese tiempo conoció a Salvador Novo, lo que lo motivó a regresar a la Ciudad de México y estudiar en la Facultad de Filosofía y Letras, donde obtuvo el título de Maestro en Letras con especialización en Arte Dramático. Se dedicó a la docencia y recibió becas para continuar su carrera literaria. En 1957 se mudó a Coyoacán junto a su madre y tía, y allí conoció a Joy Laville, con quien se casó en 1973. Después de viajar por Europa, se estableció en París en 1980.

Mientras todavía estaba estudiando arte dramático, en 1953, Ibargüengoitia escribió varias obras de teatro que tuvieron cierto éxito y presagiaban una prometedora carrera en el mundo teatral. Algunas de estas obras incluyen “Susana y los jóvenes”, “La lucha con el ángel” (que recibió una mención especial en el concurso latinoamericano de Buenos Aires en 1956), “Clotilde en su casa”, la comedia infantil “El peluquero del rey”, “Llegó Margó” y “Ante varias esfinges”. Aunque continuó escribiendo obras de teatro después de terminar la universidad, tuvo menos éxito. En 1959, escribió las comedias “El viaje superficial” y “Pájaro en mano”, y en 1960 escribió “La conspiración vendida” por encargo de Salvador Novo, la cual ganó el Premio de la Ciudad de México, aunque nunca se estrenó. También escribió obras como “Los buenos manejos”, “La fuga de Nicanor”, “La farsa del valiente Nicolás” y “Rigoberto entre las ranas”. En 1961, publicó “El amor de Sarita y el profesor Rocafuerte”.

La relación de Ibargüengoitia con el mundo del teatro ya era débil debido a la falta de éxito de sus obras, pero sufrió un golpe a principios de los años 60 cuando Rodolfo Usigli no lo mencionó en una entrevista con Elena Poniatowska, en la cual se le pidió que mencionara a sus alumnos favoritos. Esta omisión afectó profundamente a Ibargüengoitia, ya que estaba convencido de ser uno de los alumnos más destacados de Usigli.

Ya desde los años 50, Ibargüengoitia había comenzado a investigar y leer sobre la Revolución mexicana, especialmente las autobiografías de muchos de sus protagonistas. Mientras se documentaba para escribir “El atentado”, surgió en Ibargüengoitia la idea de escribir una novela sobre la Revolución mexicana. De ahí nació “Los relámpagos de agosto” (1964), una obra de ficción basada en la última etapa de la Revolución mexicana y en la formación de la clase política y militar mexicana. En esta novela, que ganó el premio Casa de las Américas en La Habana, Cuba, en 1964, se puede ver su estilo característico: el uso de la farsa, la parodia y el humor para quitar solemnidad y reverencia a los héroes de la patria. El escritor y crítico Ítalo Calvino fue uno de los mayores admiradores de Ibargüengoitia en el jurado que le otorgó el premio en la Casa de las Américas. Luego vendría la colección de cuentos “La ley de Herodes” (1967), las novelas “Maten al león” (1969) y “Estas ruinas que ves” (1975), que ganó el Premio Internacional de Novela México en 1974.

En 1977, publicó “Las Muertas”, una obra de ficción basada en las Poquianchis, un grupo de cuatro hermanas asesinas seriales que se dedicaban a la trata de blancas y que además asesinaron y sepultaron a varias de sus víctimas en el patio de su casa en San Francisco del Rincón, Guanajuato, a principios de los años 60. “Dos crímenes” (1979) es una novela sobre un enredo familiar que comienza cuando el protagonista debe huir de la policía y decide refugiarse en la casa de su tío, el hombre más rico de la región, donde se desatan pasiones e intrigas entre los miembros de la familia. Su última novela, “Los pasos de López”, fue publicada en 1982 y es una memoria apócrifa cuyos personajes están basados en Miguel Hidalgo y los participantes de la conspiración de Querétaro de 1810. Estas tres novelas son conocidas informalmente como la trilogía del Plan de Abajo, ya que se desarrollan, aunque en diferentes épocas, en la geografía de una entidad federativa ficticia similar a Guanajuato. Ibargüengoitia murió antes de terminar lo que se suponía sería su séptima novela, situada en la época de Maximiliano I y Carlota de México, y nunca fue publicada.

Entre 1961 y 1964, Ibargüengoitia se dedicó a la crítica teatral para la Revista de la Universidad. Sus críticas a menudo generaron controversia al atreverse a escribir negativamente sobre autores considerados intocables. Sus últimas reseñas negativas sobre dos obras de Alfonso Reyes causaron un gran revuelo en el mundo literario mexicano, lo que llevó a Ibargüengoitia a renunciar a la crítica teatral. En 1962, publicó su última obra de teatro, “El atentado”, con la cual ganó el Premio Casa de las Américas.

En 1969, a petición de Julio Scherer, entonces director del periódico Excélsior, Ibargüengoitia comenzó a publicar artículos de opinión en dicho periódico y, a partir de 1976, también lo hizo en las revistas Proceso y Vuelta. Años después de la muerte de Ibargüengoitia, Scherer compiló y publicó todos esos artículos en los libros “Autopsias rápidas” (1988), “Instrucciones para vivir en México” (1990), “La casa de usted y otros viajes” (1991) y “¿Olvida usted su equipaje?” (1997).

Además de los acontecimientos históricos, Ibargüengoitia solía escribir sobre pequeñas anécdotas, detalles y problemas que surgían en la vida cotidiana. Su estado natal, Guanajuato, fue escenario de varias de sus historias, aunque a menudo a través de territorios imaginarios como Cuévano, Plan de Abajo, Muérdago y Pedrones. A Ibargüengoitia no le agradaba que lo consideraran simplemente como un cómico, ya que se trataba de un escritor serio, riguroso, ordenado y meticuloso. No le halagaba cuando le decían que sus obras les habían hecho reír, ya que disfrutaba enormemente del largo proceso de escribir y reescribir sus libros. Era un hombre fundamentalmente alegre, según su esposa Joy Laville.

Sergio Pitol escribió en el libro “El atentado. Los relámpagos de agosto” (2002) sobre la escritura de Ibargüengoitia: “La obra de Ibargüengoitia y su figura se afirmaron plenamente. El vago medio tono cultivado hasta entonces fue desplazado de inmediato por la risa, el relajo, la parodia, la invención de situaciones grotescas, algunas delineadas con sutileza y otras con un humor burdo y directo. Tengo la impresión de que la importancia del teatro anterior a Ibargüengoitia reside en los procedimientos escénicos que supo trasladar de manera hábil a la estructura formal de sus novelas”.

En 1983, Gabriel García Márquez invitó a Ibargüengoitia al Primer Encuentro de Cultura Hispanoamericana en Bogotá, Colombia, al cual inicialmente se negó a asistir. Sin embargo, a último momento decidió hacerlo y abordó el Vuelo 11 de Avianca que cubría el trayecto desde Charles de Gaulle en París hasta el Aeropuerto de Madrid-Barajas. Desafortunadamente, el avión, un Boeing 747, se estrelló cerca del Aeropuerto de Madrid-Barajas, en Mejorada del Campo, el 27 de noviembre de 1983. Ibargüengoitia llevaba consigo el borrador de una novela en preparación, el cual se perdió en el accidente.

En el mismo vuelo viajaban otras personalidades como el poeta y novelista peruano Manuel Scorza, el matrimonio formado por el crítico literario uruguayo Ángel Rama y la crítica de arte argentino-colombiana Marta Traba, y la pianista española Rosa Sabater. Sus restos descansan en el parque Antillón, en Guanajuato, bajo una placa de cerámica tipo talavera que dice: “Aquí descansa Jorge Ibargüengoitia, en el parque de su bisabuelo, que luchó contra los franceses.” El bisabuelo al que se refiere la placa es el General Florencio Antillón, quien también fue gobernador del estado de Guanajuato.

Los libros de Ibargüengoitia siguen siendo bien recibidos en librerías y bibliotecas hasta la fecha, y en los últimos años ha habido un renovado interés en su obra gracias al esfuerzo de escritores y académicos como Juan Villoro y Sergio González Rodríguez. Su archivo personal se encuentra en la Firestone Library de la Universidad de Princeton.

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