Cultura 149
El 5 de noviembre de 2024, Estados Unidos celebrará una de las elecciones presidenciales más decisivas de su historia. Los candidatos principales, Kamala Harris por el Partido Demócrata y Donald Trump por el Partido Republicano, representan dos posturas marcadamente opuestas en temas de política interna y externa, y sus campañas han generado tensión y controversia. Para México, el resultado de esta contienda no solo influirá en la relación bilateral, sino en su economía, seguridad y migración, entre otros aspectos vitales.
Desde el inicio de las primarias de ambos partidos, el electorado estadounidense ha demostrado una polarización creciente, con temas como la economía, la migración y la seguridad fronteriza en el centro del debate. Los republicanos han insistido en la necesidad de controlar con mano firme la frontera sur, un punto que Trump ha retomado con fuerza. El expresidente ha continuado promoviendo un enfoque proteccionista y de aislacionismo con respecto a México, que incluye medidas drásticas en comercio y en la política migratoria. Su propuesta de imponer nuevos aranceles o gravar las remesas, de ser implementada, podría afectar gravemente a las economías mexicanas locales y golpear a las familias que dependen de los ingresos provenientes de Estados Unidos.
Por otro lado, Kamala Harris y el Partido Demócrata se han comprometido a fomentar una relación más cooperativa con México en temas como el combate a la violencia y el tráfico de armas, así como en iniciativas de desarrollo regional que aborden las causas estructurales de la migración. A diferencia de Trump, Harris apuesta por una política exterior que refuerce los tratados comerciales como el T-MEC y respete los acuerdos multilaterales que aseguren estabilidad en la región. Este enfoque, sin embargo, no es inmune a los retos. La vicepresidenta ha recibido críticas internas sobre su manejo de la crisis migratoria y su capacidad para equilibrar los intereses de seguridad de Estados Unidos con los derechos humanos de los migrantes.
Un aspecto clave en esta elección es el papel de la economía, donde ambos candidatos proponen estrategias opuestas. Harris promete incentivos a la inversión en tecnología y energía limpia, sectores que podrían abrir oportunidades para México en la cadena de suministro, principalmente en la industria automotriz y manufacturera. Mientras tanto, Trump apuesta por regresar a una economía que priorice la industria nacional, un enfoque que podría limitar las exportaciones mexicanas y traer nuevamente la incertidumbre en cuanto a la continuidad de los tratados comerciales.
Además, el aumento de la violencia y las amenazas de grupos extremistas han sido temas de gran preocupación en esta elección. Trump, en particular, ha capitalizado este miedo, enmarcando a México como un “riesgo” en términos de seguridad nacional debido al narcotráfico y la migración irregular. Por su parte, Harris aboga por una colaboración estratégica con México para abordar estos problemas, aunque enfrentará la tarea de lidiar con una sociedad estadounidense cada vez más dividida en cuanto a la cooperación internacional y la visión de un continente unido.
México también observa con atención el futuro de la política ambiental de Estados Unidos. El cambio climático y la transición energética son temas que afectan a ambos países y que requieren una colaboración estrecha. La administración demócrata se ha comprometido a avanzar en la transición hacia fuentes de energía renovable, una iniciativa que, de prosperar, representaría inversiones en proyectos de energías limpias y modernización de infraestructuras transfronterizas en el norte de México. En contraste, Trump y el Partido Republicano han mostrado su intención de revocar los programas climáticos implementados en los últimos años, lo que podría frenar los avances en la agenda climática y limitar el acceso de México a inversiones verdes.
Otro punto de fricción será, sin duda, la lucha por la regulación de armas en Estados Unidos. México ha sufrido las consecuencias de la proliferación de armas ilegales que cruzan la frontera desde el norte y terminan en manos de organizaciones criminales. Harris ha prometido enfrentar esta problemática con una reforma de armas, mientras que Trump y el Partido Republicano continúan defendiendo los derechos de portación. México podría verse más afectado si el flujo de armas ilegales se incrementa, empeorando la situación de violencia en varias regiones del país.
En cuanto a la migración, la política del presidente entrante en Estados Unidos será un factor decisivo. Los flujos migratorios han aumentado desde Centroamérica y el Caribe, exacerbados por problemas económicos, de inseguridad y por el cambio climático. Harris ha mostrado intenciones de aumentar la ayuda al desarrollo en los países de origen de los migrantes, mientras que Trump insiste en un enfoque duro que limita las vías legales y considera a los migrantes como una amenaza para la seguridad nacional. Para México, la elección de un enfoque u otro puede significar la diferencia entre una frontera sur humanitaria o una situación de crisis migratoria.
Finalmente, para el electorado mexicano-americano en Estados Unidos, esta elección representa una oportunidad para decidir en qué tipo de país desean vivir. Este grupo es el segundo más grande entre las minorías de votantes en Estados Unidos y tiene el potencial de influir en estados clave como California, Texas, Arizona y Nevada. Tanto Harris como Trump han intentado apelar a los latinos, conscientes de su creciente importancia en el panorama electoral, aunque con enfoques diferentes. Harris ha abogado por políticas de inclusión y justicia social, mientras que Trump insiste en una política de “ley y orden” que apela a una parte de los votantes que prefieren un enfoque más rígido en temas de seguridad.
México tiene mucho en juego en esta elección. La relación bilateral, que en los últimos años ha sido un vaivén entre cooperación y confrontación, puede tomar rumbos muy distintos dependiendo del resultado en noviembre de 2024. Ante un contexto internacional cada vez más incierto, México necesita construir una estrategia que le permita adaptarse a los cambios que surjan desde la Casa Blanca.