Cultura 151
Cada 20 de noviembre, México conmemora el inicio de la Revolución Mexicana, una de las transformaciones sociales y políticas más profundas del país y de América Latina. Este conflicto, que comenzó en 1910 y se extendió durante casi una década, marcó el final de una era de desigualdad y el comienzo de un movimiento para consolidar la justicia social, la democracia y los derechos laborales. Es una fecha de reflexión sobre la historia de lucha de México, sobre la valentía de sus líderes y sobre las aspiraciones de millones de mexicanos por una nación más justa.
Para entender el 20 de noviembre y la Revolución Mexicana, es necesario revisar el contexto en el que se encontraba México antes de 1910. Durante más de 30 años, el país fue gobernado por Porfirio Díaz, un militar y político que se convirtió en presidente en 1876 y permaneció en el poder hasta 1911. Conocido como el “Porfiriato”, este periodo trajo consigo importantes avances en infraestructura y economía, pero también una gran desigualdad social y la represión de los derechos de las clases trabajadoras y campesinas.
La élite que apoyaba a Díaz disfrutaba de los beneficios de la modernización, mientras que los campesinos, obreros y pueblos originarios enfrentaban pobreza, explotación y abuso. Los campesinos eran despojados de sus tierras, las elecciones eran manipuladas, y la represión a los movimientos opositores se había vuelto una práctica común. Este escenario generó descontento en amplios sectores de la sociedad que buscaban un cambio, pero que sabían que enfrentarse al régimen de Díaz no sería fácil.
El descontento se transformó en acción cuando Francisco I. Madero, un terrateniente de Coahuila, decidió oponerse a la dictadura de Díaz. En 1908, Madero publicó La sucesión presidencial en 1910, un libro en el que cuestionaba abiertamente el gobierno de Díaz y proponía el lema “Sufragio efectivo, no reelección” como bandera de lucha. En 1910, Madero se postuló como candidato a la presidencia a través del Partido Nacional Antirreeleccionista, aunque su candidatura fue rápidamente reprimida por el gobierno y Madero encarcelado.
Desde la prisión, Madero escapó y se refugió en San Antonio, Texas, donde emitió el Plan de San Luis el 5 de octubre de 1910. En este manifiesto, convocó al pueblo mexicano a levantarse en armas contra el gobierno de Díaz el 20 de noviembre de ese mismo año. El plan también prometía la restitución de tierras a los campesinos y establecía la intención de formar un gobierno democrático que representara a todos los sectores del país.
El 20 de noviembre de 1910, estallaron los primeros focos de insurrección en varias regiones del país, aunque en muchos lugares la resistencia fue desorganizada y reprimida. Sin embargo, en el norte, la revolución fue ganando fuerza, liderada por figuras como Pascual Orozco y Pancho Villa, quienes se unieron a la causa de Madero y comenzaron a organizar ejércitos populares.
En el sur, Emiliano Zapata, conocido como el “Caudillo del Sur”, también tomó las armas en defensa de los derechos de los campesinos. Zapata se convirtió en un símbolo de la lucha agraria y popular, levantando la bandera de “Tierra y Libertad” y promoviendo el Plan de Ayala, que pedía la redistribución de tierras y el respeto a los derechos del campesinado. La Revolución Mexicana comenzaba a expandirse, reuniendo a miles de personas dispuestas a luchar por una vida digna.
La presión ejercida por las fuerzas revolucionarias y el desgaste del régimen de Díaz culminaron en mayo de 1911, cuando Porfirio Díaz renunció a la presidencia y se exilió en Francia. Francisco I. Madero asumió la presidencia en noviembre de ese mismo año, pero su gobierno enfrentó graves desafíos. Aunque Madero buscaba la paz y la reconciliación, distintos sectores revolucionarios como los seguidores de Zapata consideraban que Madero no cumplía con sus promesas de reforma agraria, lo que provocó nuevas divisiones y conflictos.
Este descontento, sumado a la presión de los sectores conservadores, llevó al golpe de Estado encabezado por Victoriano Huerta en 1913. Huerta traicionó a Madero, quien fue encarcelado y asesinado poco después. Sin embargo, el asesinato de Madero intensificó aún más la lucha revolucionaria, con líderes como Venustiano Carranza y Álvaro Obregón movilizándose para derrocar a Huerta y restablecer el orden constitucional.
Tras años de conflicto, Carranza convocó un Congreso Constituyente en 1916 que culminó en la Constitución de 1917, promulgada el 5 de febrero. Esta Constitución, una de las más avanzadas de su tiempo, incorporó derechos laborales, agrarios, educativos y civiles, sentando las bases de un México más justo y equitativo. Fue la primera en el mundo en reconocer los derechos sociales y estableció principios que guiarían al país durante el siglo XX.
El 20 de noviembre se consolidó entonces como una fecha emblemática que honra la lucha y sacrificio de miles de mexicanos que, inspirados por líderes como Madero, Zapata, Villa, Carranza y Obregón, lucharon por construir un México democrático y justo.
Cada año, el 20 de noviembre se celebra en México con desfiles y ceremonias que recuerdan los ideales de justicia, igualdad y libertad que impulsaron la Revolución Mexicana. Aunque el México actual enfrenta sus propios retos, la conmemoración de esta fecha invita a reflexionar sobre los valores que motivaron a aquellos hombres y mujeres a tomar las armas para cambiar su realidad y sobre el compromiso que hoy tenemos para construir una nación más justa y solidaria.
La Revolución Mexicana fue un proceso largo y doloroso, pero dejó un legado de derechos que todavía hoy define a México. El 20 de noviembre es, entonces, más que una fecha histórica; es un recordatorio de que el cambio es posible y de que la lucha por la justicia y la igualdad sigue siendo relevante en nuestro país.