Te lo digo Juan…

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Cada día es un nuevo día. Es mejor tener suerte, pero yo prefiero ser exacto. Luego, cuando venga la suerte, estaré dispuesto. Así lo escribió Ernest Hemingway en su obra más famosa “El viejo y el mar” en 1952. Después de 70 años de haberse publicado esta bella novela no se puede considerar como spoiler por lo que les compartiré un pequeño resumen de esta ficción que bien pudiera ser tomada como analogía en el contexto político que estamos viviendo en la actualidad.
El personaje principal se llama Santiago, aunque todo el mundo lo llama “el viejo”. Santiago es un pescador de avanzada edad que lleva 84 días sin poder llevar presa a tierra firme. Un buen día decide salir al mar sin ayuda de nadie y es ahí donde un enorme marlín pica el anzuelo no sin dar batalla antes de ser capturado. La lucha con el pez duró tres días, en ellos Santiago recuerda su pasado. En su mente resuenan los tiempos en que la suerte estaba de su lado, cuando era capaz de conseguir una gran pesca. También recuerda al joven que le había estado ayudando hasta hace poco a pescar. Los padres de aquel muchacho le prohibieron salir de pesca con el viejo, debido a la mala racha que llevaba. Sin embargo, el joven siempre estaba dispuesto a ayudarle cuando fuese necesario, ya que fue el viejo Santiago quien lo instruyó en la pesca desde que él tenía cinco años. 
Pues bueno, tres días después, el pez ya exhausto comienza a rodear el bote. Santiago, desgastado y frenético, utiliza toda la fuerza que le quedaba para tirar el pez sobre su lado y apuñalarlo con el arpón. Una vez logrado el cometido, Santiago ata el pescado al lado de su bote, y emprende el regreso a casa. De camino iba pensando en el considerable precio que el motín tendría en el mercado, y en la cantidad de gente que podría alimentar. No obstante, camino hacia la orilla, los tiburones son atraídos por la sangre que marlín iba soltando y poco a poco van surgiendo para devorar la captura. Santiago logra matar a un gran tiburón con su arpón, pero en el inter pierde el arma, además de una cuarta parte de pescado. Pasa un rato, el pez espada del viejo es nuevamente atacado por otro tiburón que logra quitarle un trozo más de carne. En eso, el viejo construye un arpón improvisado y con él cinco tiburones son asesinados en total, y otros tantos son alejados de la presa. Pero los tiburones siguen insistiendo, y al caer la noche, ya han devorado casi toda la carne del pez espada, dejando un esqueleto consistente en su espina dorsal, la cola y la cabeza. 
El viejo ya derrotado, convencido de su mala suerte, increpa a los tiburones por haber matado sus sueños. Llegando al puerto, deja en la orilla su bote con los restos del pescado. Agotado, hambriento y herido se dirige inmediatamente a su pequeña cabaña a descansar, mientras carga en sus hombros el pesado mástil de su bote. Al día siguiente, varios pescadores y turistas quedan asombrados al ver las colosales dimensiones del pez espada, a pesar de que haya llegado solo en espinas. Entristecido por el estado físico del viejo, el joven ayudante le promete a Santiago volver a pescar con él, sin importar lo que digan sus padres. Al final, el viejo no muere, el libro concluye con diálogos de futuras hazañas, sin una sola esperanza en poder realizarlas. 
Todo esto puede ser tomado como un “te lo digo Juan, para que lo entiendas Pedro”. 
Ya para concluir, seguramente Cristo no nació en esta temporada, pero a él le debemos la simple idea de que cada uno de nosotros posee un cachito de lo divino, y ya con eso vale la pena celebrarlo. Feliz navidad y feliz 2023.

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