Política del espectáculo

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Por Israel Reyes 

Hace diez años aproximadamente, en su libro “Orden Mundial”, Henry Kissinger compartió una inquietud que resultó profética. Este monstruo genocida se preguntaba qué pasaría si las habilidades necesarias para ser elegido como líder político difirieran por completo de las cualidades esenciales para gobernar con eficacia. Es decir, ¿qué crees que pasaría si las personas con habilidades para destacarse como candidatos políticos resultaran ser inapropiadas para liderar una vez en el cargo? No quiero generalizar, pero ¿a poco no te llegaron a la mente los politinfluencers de moda?

No es nada nuevo ver cómo ciertos líderes políticos captan la atención con su retórica llamativa y la capacidad de generar titulares, incluso si esto implica expresar ideas extremas o recurrir a la difusión de mensajes llenos de odio en las redes sociales y en los medios de comunicación. Sin embargo, estas mismas cualidades (tales como la falta de reflexión y la aversión a la complejidad, pragmatismo puro, pues) pueden convertirse en un problema una vez que estas personas llegan al poder, especialmente en cargos tan importantes como la presidencia. Cuando el pingüino de Kissinger planteaba estas preocupaciones, líderes como Donald Trump y Jair Bolsonaro aún no llegaban al poder y mucho menos Javier Milei, quien encaja a la perfección con todas estas características.

Kissinger también anticipaba otro cambio en la política contemporánea que cuestiona el significado de la democracia en nuestro sistema institucional. Preveía que las campañas presidenciales se convertirían en competencias mediáticas dominadas por estrategias de marketing en Internet (sí, de ese marketing tradicional de ofrecer de más y dar de menos). Esto implicaría que los candidatos actuarían más como voceros de estas estrategias que como verdaderos líderes de Estado, con un verdadero plan y con programas políticos sustanciales. La preocupación era si estas estrategias reflejarán verdaderamente las convicciones de los candidatos o si simplemente se basarán en la investigación de datos sobre las preferencias del electorado.

Cuando busco ejemplos similares a Javier Milei, llega a mi mente Donald Trump, quien comparte su estilo retórico y su falta de reflexión. Sin embargo, para entender verdaderamente el impacto de este tipo de líderes en el gobierno, es más ilustrativo observar a otro mandatario que comparte más similitudes personales con Milei: el ucraniano Volodymyr Zelensky. Ambos pasaron de ser figuras televisivas cómicas a la política, priorizando la imagen de la presidencia sobre el ejercicio efectivo del poder y mostrando una falta de comprensión a las complejidades geopolíticas. Esta lógica de simulación también se ve en las operaciones militares de Ucrania, donde algunos ataques son más acciones de relaciones públicas que intentos genuinos de recuperar territorio.

Aunque Milei puede tener suerte al no enfrentarse a desafíos tan graves como los de Zelensky, su falta de comprensión de las tensiones sociales y geopolíticas puede llevar a su gobierno por un camino peligroso. En última instancia, Milei representa la mezcla entre el capitalismo tardío y la política, donde la simulación y la mercantilización prevalecen sobre la reflexión y la acción efectiva. Su visión refleja la lógica del capitalismo contemporáneo, donde los valores tradicionales se desvanecen y los aspectos negativos del capitalismo se vuelven ley. Esto no es simplemente un error del sistema, sino una parte integral de cómo funciona en la actualidad, una especie de distopía cultural que cada vez se hace más evidente en nuestro tiempo.

Nunca fue tan fácil crear una marca. Nunca fue tan fácil que una marca resultase irrelevante.

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