Por Israel Reyes
La moda es una práctica temporal que influye en diversos aspectos de nuestra vida, desde la forma de vestir y peinarnos hasta la elección de muebles y otros elementos. El término “moda” está vinculado con los patrones y las corrientes dominantes en la sociedad. Aquellos que siguen las tendencias actuales, como las celebridades, se consideran “a la moda”, mientras que quienes buscan mantenerse al día con los últimos estilos son conocidos como seguidores de la moda. A menudo, la ropa y el estilo de una época se convierten en símbolos distintivos de una generación. Aunque algunas personas perciben la moda como algo meramente superficial, estas tendencias también influyen en lo filosófico.
Cuando reflexionamos sobre las corrientes filosóficas y su relevancia en la actualidad, es común que el término “estoicismo” surja en nuestras mentes. En los últimos tiempos, hemos sido testigos de una avalancha de publicaciones y figuras públicas que hacen referencia a las enseñanzas de Séneca y Marco Aurelio, aunque a menudo se traducen en frases motivacionales que se alejan bastante de los escritos originales de estos pensadores. Puedo darles numerosos ejemplos de esto.
El estoicismo contemporáneo, especialmente enfocado en impulsar la productividad empresarial o económica del individuo, difiere significativamente de las ideas fundamentales de los estoicos. Estos últimos abogaban por liberarse de las fluctuaciones emocionales y alcanzar un estado de imperturbabilidad emocional. Es posible que esta búsqueda actual de la imperturbabilidad haya sido desencadenada por eventos recientes que han sacudido nuestro mundo, como la pandemia del coronavirus. Ante la imposibilidad de controlar tales eventos externos, se nos insta a controlar nuestras propias emociones. Sin embargo, es crucial recordar que la eliminación del sufrimiento no necesariamente nos hace más productivos. Es vital apostar por la moderación para encontrar una mayor satisfacción personal y no simplemente buscar eliminar el sufrimiento como medio para mejorar la productividad.
En el otro extremo del asunto, podemos encontrar corrientes modernas que contrastan con el estoicismo: el hedonismo y el epicureísmo. Estos enfoques proponen una visión más amable de la vida, centrada en buscar la virtud en el placer en lugar del trabajo. En medio de la vorágine del capitalismo tardío y la obsesión por la productividad económica, surge un cuestionamiento sobre si el trabajo asalariado debe ser el centro de nuestras vidas.
Este debate plantea la pregunta de por qué el trabajo y la utilidad deben definirnos. En un contexto laboral cada vez más precario, muchos, especialmente jóvenes, están rechazando la idea de que nuestra identidad esté tan ligada al trabajo y optan por reducir su importancia en nuestras vidas. Esta postura, influenciada por corrientes como el marxismo, se alinea con la búsqueda del placer individual propuesta por el hedonismo y el epicureísmo: trabajar para vivir, no vivir para trabajar.
Sin embargo, es importante tener en cuenta que la búsqueda desenfrenada del placer puede llevar al narcisismo, donde el consumo compulsivo de placeres puede tener consecuencias negativas, incluso en nuestras relaciones personales. Además, la reflexión sobre el cuidado de los demás y la comunidad es un tema crucial en la filosofía contemporánea.
Otra preocupación relevante es la saturación de información en la era digital, donde la continua exposición a imágenes explícitas o violentas está afectando nuestra sensibilidad hacia el sufrimiento ajeno. Esta situación, descrita como “infoxicación” está generando problemas como la adicción a la pornografía y la insatisfacción con nuestras propias vidas al no corresponder a los estándares del mundo digital.
Detrás de cada prenda de vestir hay una historia que puede ser tan profunda como cualquier tratado filosófico. Estas aplicaciones prácticas del pensamiento filosófico demuestran que incluso lo que parece ser inútil puede tener una gran relevancia en el mundo contemporáneo.
