Por Joselo de Velasco
El curso de la semana nos obliga a tener al Ejército Mexicano al centro de nuestro texto, a cuestionar desde un enfoque cualitativo los episodios más recientes de la política nacional. Las versiones oficiales nos narran un ejército abnegado y entregado a un pueblo incapaz de defenderse de los embates del crimen organizado y la corrupción de autoridades civiles, un ejército que con valentía acepta permanecer en las calles un sexenio más, estoicos de frente a las necesidades de seguridad que sólo ellos pueden conseguirnos. El mismo ejército (según las versiones del medio de comunicación que lo da a conocer y confirmado por el propio presidente) es hackeado por un grupo internacional y la atención se centra en la información que surja de dicho ciber-asalto.
Si bien no podemos establecer causalidades en las esferas más altas del poder mexicano, la información pública nos invita a cuestionar la correlación de hechos. Recapitulando, el ejército se encontraba en el ojo del huracán, desde la mañanera había iniciado una campaña para responsabilizarlos por la matanza y desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa. Días después quedó al descubierto la violación constitucional al meter elementos a las cámaras legislativas, fotógrafos de las fuerzas armadas estuvieron presentes y capturando imágenes de las votaciones a la permanencia del ejército en las calles. La votación es pública y se transmite en tiempo real, nada justifica el ingreso de militares a las cámaras, es evidentemente una presión y amenaza a los legisladores. Cabe recordar que en distintos medios de opinión se señaló lo peligroso de un ejército que ya cabildea y por sus medios no civiles la aprobación de leyes.
No dudamos que existan grupos de hackers capaces de superar la seguridad de ejércitos, más en el caso del nuestro cuyo presupuesto para ciber-seguridad fue reducido. Es el tiempo en que se da el robo lo que despierta suspicacia junto con el contenido de la información. Los que se publica por Latinus no incrimina al ejército, pero daña la imagen del presidente en diferentes esferas, primeramente, en presentarlo como mentiroso y con información que no presenta al pueblo (contrario a su lema “mi pecho no es bodega”), lo muestra como enfermo crónico. Confirman sus nexos con el crimen organizado en el momento en que la presencia del crimen amenaza a un mayor porcentaje del país, cuando en retrospectiva la liberación de Ovidio fue uno de los detonantes para la diseminación y expansión de la presencia de diversos grupos del crimen. De los informes se interpreta que no había necesidad ni amenazas que justificaran la liberación de un objetivo internacional.
Cabe señalar que la respuesta del presidente ha sido muy ligera, si de verdad un grupo de hackers ingresó a la información reservada de nuestro ejército, la mañanera y el tono de víctima con que lo confirma López no es la seriedad que amerita semejante amenaza a la soberanía nacional. Si se trata de una filtración orquestada por el ejército como cobro de deudas pendientes del presidente, estaríamos entonces hablando de un ejército que cabildea su permanencia, ingresa al poder legislativo y ataca al presidente. Esto no se trata de filias o fobias políticas, sino de seguridad nacional y de un ejército que desde el 2008 toma sistemáticamente las áreas de poder y control que le placen.