Por Alejandra Berrueto
Me gustaría platicarles de “Los cautiverios de las mujeres” obra de la doctora Marcela Lagarde, política, catedrática, investigadora, representante del feminismo en Latinoamérica, reconocida también en España. Todas las mujeres estamos cautivas por el solo hecho de ser mujeres en este mundo patriarcal, capitalista, heterosexual en el que decidir sobre tu propia vida sigue siendo un tabú, en donde nos vemos “obligadas” a cumplir con nuestro “deber” femenino, dependiendo del lugar donde nacimos, este “deber” que nos limita a tener vidas estereotipadas, sin alternativas.
Marcela, clasifica el cautiverio de las mujeres en cinco vertientes: madresposas, monjas, putas, presas y locas.
Ser madresposa es un cautiverio construido en dos definiciones, una es su sexualidad procreadora y la segunda es la relación de dependencia con los otros por medio de la maternidad, su amor por los hijos y al matrimonio. Este cautiverio es el modelo a seguir de la feminidad, ya que compone la realización más reconocida culturalmente: maternidad y matrimonio.
En cambio, el erotismo femenino clasifica al grupo de las putas. Las putas concretan el eros (cupido de la mitología griega) y el deseo femenino negado-prohibido en el erotismo para el placer de otros, son mujeres del mal. Actúan el erotismo femenino que hace a las madresposas virginales, buenas, castas, fieles y monógamas.
Las monjas, son el grupo de mujeres que encarnan la negación sagrada de la madresposa y de la puta. Son mujeres que no procrean, ni se vinculan a los otros en lo erótico. Sin embargo, encuentran su realización social y religiosa en su relación con Dios, relación dependiente y servil a otro todopoderoso y adorado, otorgándo sus votos de castidad, obediencia y pobreza.
Las presas definen la prisión colectiva de todas, tanto material como personal, la casa es su cárcel, su encierro y privación de libertad en su propio espacio vital. Las mujeres no somos libres ni independientes, se nos trata como a las que hay que cuidar y se nos castiga.
Finalmente, las locas, actúan la locura común de todas las mujeres, las mujeres enloquecen de tan mujeres que son, y enloquecen también porque no pueden serlo plenamente, o para no serlo.
Todas las mujeres somos políticamente inferiores a los hombres, los grados y las formas varían de acuerdo con la situación particular, a la cantidad de bienes que poseamos y con la capacidad para sobrevivir en nuestro cautiverio. Vivimos en un mundo que justifica la opresión desigual e injusta para las mujeres ya que además vivir esos cautiverios, estamos cautivas de esas ideas que endulzan el mundo patriarcal, haciéndonos creer que esa guía nos conducirá a la felicidad, inyectándonos miedo a ser lastimadas, perder bienes, posiciones económicas y sociales, estigmas religiosos ligados a los sentimientos de culpa aun cuando la mujer sea víctima de violencia, maltrato y discriminación.
Cada vez es más común que las mujeres encuentren otras formas de vida, sin embargo, seguimos siendo evaluadas como malas mujeres, enfermas, incapaces, raras y locas. Es nuestro deber histórico cambiar el rumbo del que deseamos para las mujeres del futuro.