Lo malo de ser bueno

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Boy sitting on Stack of folder with reading books- Hand Drawn Sketch Vector illustration.

Por Israel Reyes

Esta columna se llama así por la carrilla que me echo anticipadamente ante mis lectores, y es que expresarse de cómo va la vida, a qué y a quiénes les damos nuestra valiosa y muy limitada atención para dar una opinión al respecto emana, en primer lugar, de uno mismo. Por cierto, tu atención es el recurso más valioso que tienes, es escaso e irremplazable, gástalo con cuidado. 

En estos tiempos hay muchos lados a donde voltear, que si la guerra entre Israel y Gaza, la venganza del ejecutivo con el judicial, los movimientos políticos locales rumbo a la toma de protesta del siguiente gober, el entretenimiento actual que ya no entretiene sólo nos mantiene frente a un dispositivo móvil, la derecha y la izquierda desdibujada, las cosas que leemos y aprendemos en este trayecto llamado vida, que si la industrialización no necesariamente es progreso, la gentrificación inminente y, -futa-, le puedo seguir con la lista. De por sí la vida es una chinga y aparte todavía hay que ganársela, ¿no crees?

En este espacio, tu servidor escribe de diferentes estilos, a veces unos más formales que otros, en ocasiones un poco más técnicos y en contadas proporciones me sale lo rojillo y lo crítico sagaz. En eso último culpo a varios maestros y maestras de filosofía, en especial a los de la UAZ, por germinar esa semillita de pensamiento crítico que debe ser polinizada por toda la metrópoli (hago lo humanamente posible, se los juro). 

Los primeros influencers de la humanidad fueron aquellos que gobernaban y pensaban, de ahí surge el contrapeso. Hasta hace poco los intelectuales, académicos, reporteros, periodistas y políticos tenían mucho mayor peso en lo que decían que en la actualidad. No requerían de hacer el oso en TikTok, ni de montarse tantas jaladas para poder captar nuestra atención. Ahora ha cambiado mucho y esto no es culpa de los antes mencionados (bueno, quizá un poco). Hoy se debe informar entreteniendo, porque de no ser así, te swipearán con el dedo índice sin darle importancia a todo el esfuerzo por generar ese contenido en menos de un segundo. Así de valorado es el universo de los contenidos en las redes sociales. Es por eso que el marketing parece estancado a la misma velocidad en la que evoluciona. 

Escribir es una chulada, te permite conocerte más a ti mismo, te forza a mejorar en gramática, te obliga a leer y a conocer el lado opuesto de lo que pensamos para tener un panorama más amplio: tesis + antítesis = síntesis. Y esto no es para unos cuantos, ni tampoco un lugar exclusivo para algunos notables o destacados, esto es para todo aquel que tenga algo qué compartir. No necesariamente en el aspecto político, ni tampoco en un área académica determinada, si tienes la curiosidad de hacerlo, aviéntate como regaderazo frío: por un ratito y sin pensarlo. Ya verás que con el tiempo te irá gustando cada vez más lo que expresas. 

La literatura corta ha tenido un renacimiento en los últimos años gracias a las redes sociales y a un ritmo de consumo más rápido que en el pasado. Es un buen momento para recordar a los grandes cuentistas de la historia que elevaron este género, el cual vivió su época dorada hasta mediados del siglo XX. Entre ellos están: Edgar Allan Poe, Gabriel García Márquez, Alice Munro, Antón Chéjov, Charles Perrault, Charles Bukowski, Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Juan José Arreola, entre otras grandes figuras. 

Nietzsche decía que el maestro debe ser un provocador, no un erudito: debe plantear preguntas, no dar respuestas. Es por eso que te pregunto, para ti, ¿de qué trata la vida? ¿qué debemos hacer con ella? ¿vale la pena el esfuerzo? ¿y si nos inventamos una narrativa para explicarlo todo?

Te darás cuenta de que eres bueno y lo malo de ser bueno es que se volverá un oficio recurrente. Ya sabrás lidiar con ello. Espero que te animes a hacerlo. Si deseas aprender o compartir un poco más sobre todo lo anterior, ya sea de polaca, la vida y sus cosas, filo, capitalismo, cuentos y microcuentos, entre otras vainas, arribita está mi twitter. Abrazos, no balazos. 

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