Por Fernando Urbano
La fotografía presidencial ha sido una costumbre constante durante sexenios, y la publicación de la fotografía, marcaba el final de un sexenio y el inicio del nuevo, siempre el presidente sentado en la silla presidencial, marcando de alguna manera que alguien más es quien ahí se sienta, el presidente de la república en turno y también señalaba el lugar en el que se estará su sucesor.
Pero esta tradición fue suspendida por el expresidente Andrés Manuel López Obrador, seguramente para dar sentido a sus instintos transformadores y su verborrea sobre la austeridad, decidió romper con esa tradición. Lo mismo pasó en su gestión en el entonces Distrito Federal, en la que tampoco existió una fotografía oficial como jefe de Gobierno.
En el nuevo sexenio, el de Claudia, el de la continuidad, al menos yo, esperaba que la nueva presidenta tuviera esa misma decisión sobre la fotografía presidencial, no como decisión personal, si no como un gesto del discípulo a su maestro. Pero no fue así. Dos semanas después de haber asumido la titularidad del poder ejecutivo, Claudia, dio a conocer lo que ella misma llamó como “Fotografía oficial en el despacho presidencial de Palacio Nacional”.
La fotografía marca una obvia guerra cultural por la igualdad de género, la presidenta decidió que no fuera como las fotografías anteriores. Posó de pie, en el despacho presidencial, en Palacio Nacional, y en el fondo, se observa la bandera mexicana y la silla presidencial. Portó un vestido blanco con bordados negros, la mirada no es al frente, si no al lado y se encuentra junto a un balcón, con los brazos cruzados y con la banda presidencial.
La fotografía despertó dudas después de haber sido publicada, no por la calidad o la forma en que se dio la publicación, sino porque los morenistas tienen una tendencia importante hacia el simbolismo político, ejemplo claro de ello es la anterior administración, el sexenio en el que todo significaba.
Bajo esta lógica, se observa una silla vacía, en la que debería de estar sentada la primera mujer presidenta, para darle sentido a la conquista de espacios que se han producido por una histórica lucha. La bandera no está a su lado, está detrás de ella, o dicho de otra forma, le está dando la espalda al simbólico patrio más importante del país. Y además se observa una puerta, extrañamente entreabierta.
Lo que más ha llamado la atención es la dirección de la mirada de la presidenta, pues no ve al frente, si no a la derecha. La mirada, en las fotografías presidenciales, siempre está al frente, para darle más fuerza e impacto. La ley de la Mirada, que se aplica en la fotografía, dice que cuando una persona observa al costado, se debe dejar un espacio delante del rostro del sujeto, pero el espacio que existe atrás nunca debe ser mayor, con la intención de dirigir la mirada y despertar la curiosidad del espectador, de saber hacia dónde está mirando el sujeto en caso de que no mire a cámara. Pero en este caso, hay mayor espacio atrás, donde se ubica la silla y la bandera, lo que nos dice que simplemente los está ignorando.
Una fotografía tan importante y trascendente como la presidencial, generan un impacto mediático porque habla del momento y el contexto que se vive en este momento en el país, por eso es imposible pasar por alto detalles como su composición, luz, color, perspectiva, ángulo, pose o la idea que se pretende comunicar.