Por Jesús Alvarado
Hablar de la desigualdad salarial, es un tema no sólo complejo, sino de diferentes puntos de vista. Desde quien es el empleador –que su opinión vale porque vale, al ser quien arriesga su capital- hasta del empleado, quien es quien realiza el trabajo.
La historia nos marca esta desigualdad de géneros, en diferentes conceptos, prácticamente desde la aparición del ser humano. Lo que les llevó incluso a las mujeres a formar parte de la vida democrática, y los pendientes en la materia, donde aún en la actualidad, hay países donde ni siquiera se le permite a la mujer salir a la calle, sino es con el rostro cubierto.
Nadie puede negar la lucha del género femenino en sus avances. Respecto a México, desde lo legislativo se debe aún más pelear por la protección a la mujer en todo. Su derecho a caminar en paz y tranquilidad, a la oportunidad de un trabajo digno y bien remunerado, y que sea tratada por igual. Y cuando me refiero por igual, lo señaló en toda la extensión de la palabra.
La mujer tiene talento. Pero también lo tiene el hombre. Porque si vamos a hablar de poner al género femenino en las condiciones que se merece, esto es parecido, a no lo hagas a cambio de perjudicar a otro.
En nuestro país, sólo una tercera parte de las organizaciones tiene acciones y estrategias concretas para garantizar que no hay distinciones de género, raza o edad en sus políticas de remuneraciones.
Antes de que alguien malentienda a este columnista, soy un defensor de la capacidad de la mujer, de la injusticia al que han sido objeto a lo largo de la historia. Del motor en el que se han convertido en las familias. De la fortaleza de sus valores, así como del empeño para desarrollar tareas.
Se necesita un debate de diversos sectores, para promover y garantizar el salario justo a las funciones que realiza una persona. Sí una persona, no por género, sino por función. Se necesita hablar con los empresarios y ver sus puntos de vista.
Recuerdo de niño. Una tarde en el autobús, una señora enojada y cansada no alcanza asiento. Enfadada a no más poder les grita a varios hombres que no son caballeros al no otorgarle nadie su asiento –entre ellos yo-, a lo que uno de ellos responde; “sí hay caballeros, lo que no hay son asientos”.
Pésima respuesta, y sí, fue un trago amargo para la educación de los hombres que íbamos ahí. De esa educación moral de una persona. Pero, en el tema de igualdad, ¿estuvieron mal quienes no le dieron el asiento?
Sé que habrá quienes reventaran a este humilde columnista. Solo, a través de este comentario trato de describir lo que nos falta de avanzar como sociedad, para lograr la igualdad.
Y claro, no confundamos y queramos aprovecharnos de este concepto, para salir a decir pongan a una mujer a cargar bultos de cemento, a que cargue una carretilla llena de arena. No, no, y mil veces no. Físicamente no somos iguales en niveles de fuerza. Pero ambos géneros tenemos un cerebro, y hay muchas otras áreas donde inclusive la capacidad de la mujer es mayor a la del hombre.
EL REMATE
¡Zas! Las empresas con una baja calificación en compensaciones equitativas no suelen contar con estas acciones a diferencia de las compañías más avanzadas en la materia. Por ejemplo, sólo un 12% de los ejecutivos de Recursos Humanos asegura que la transparencia salarial es real en su compañía.
No soy fanático de la monarquía, pero les dejó una frase que me encanta de la Reina Isabel II de Inglaterra, “Cuando la vida parece dura, los valientes no se acuestan y aceptan la derrota”