En mis tiempos todo era mejor

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Por Israel Reyes 

La comparación entre generaciones es algo común y, en muchos casos, inevitable. A menudo escuchamos frases como “en mis tiempos las cosas eran diferentes” o “los jóvenes de hoy en día no valoran nada”, “antes, todo esto era puro monte”. Pero ¿realmente era tan diferente su época? ¿Por qué insisten en resaltar estas diferencias? 

Principalmente, se debe a la nostalgia por tiempos pasados. En mi niñez, a la actualidad, es común escuchar a los abuelos decir que en su época todo era mejor. Desde mi punto de vista, es importante reflexionar sobre lo que significa un tiempo mejor. Tal vez se refiere a periodos en los que había una economía más próspera, mejores condiciones laborales, ciudades más pequeñas y seguras, y familias más unidas. Pero, ¿quién puede asegurar realmente que los tiempos pasados eran mejores?

A lo largo de la historia, la humanidad ha enfrentado dificultades, pero también ha experimentado momentos de ensueño y gran alegría. Un ejemplo de esto se puede encontrar en el siglo XIV, cuando toda Europa del norte sufrió una gran crisis que afectó a las monarquías más importantes de la Europa Medieval. Muchas personas sucumbieron ante el hambre, la enfermedad y la violencia de esa época. Sin embargo, a pesar de estas calamidades, surgieron obras literarias que trascendieron fronteras y épocas. Esto muestra cómo los tiempos difíciles han motivado el desarrollo de magníficas obras artísticas. Por ejemplo, durante las crisis de los siglos XVII y XVIII surgieron creaciones como “La vida es sueño” de Calderón de la Barca, “Andrómeda” de Pierre Corneille, “Kirchhofsgedanken” (pensamientos de cementerio) de Andreas Gryphius, “Fábulas” de Jean De La Fontaine, “Primer Sueño” de Sor Juana Inés de la Cruz, “Fausto” de Johann Wolfgang Goethe, “El sí de las niñas” de Leandro Fernández de Moratín, y “Periquillo Sarniento” de Joaquín Fernández de Lizardi, por mencionar algunos.

Las dos guerras mundiales también sirvieron de contexto para cultivar el género literario, dando lugar a obras como “En busca del tiempo perdido” de Marcel Proust, “Caligramas” de Guillaume Apollinaire, “Un mundo feliz” de Aldous Huxley, “Kanikosen” (El pesquero) de Takiji Kobayashi, “Cita con la muerte” de Agatha Christie, “El jardín de senderos que se bifurcan” de Jorge Luis Borges, “Raza de bronce” de Alcides Arguedas, “Desolación” de Gabriela Mistral y “El llano en llamas” de Juan Rulfo. El contexto histórico de todos estos autores, independientemente de si fue más afortunado o no, sirvió como fuente de inspiración que los impulsó a escribir basándose en sus experiencias, a su materialismo histórico. Esto nos enseña que, para la creación artística, todos los tiempos son propicios.

Hace unos días, escuchando al humorista Carlos Ballarta, me reveló algo que no traía en el radar: los liberales de hoy, seremos los conservadores del mañana. En estos tiempos, estaremos de acuerdo con el matrimonio entre personas del mismo sexo, en los derechos que tenían restringidos en caso de “salir del closet” como el de la adopción, las herencias, etcétera; pero seguramente en unos cuantos años más nos vaya a espantar que las generaciones mucho más jóvenes que nosotros, empiecen a tener sexo con robots ¡Que locura!

El secreto está en disfrutar el presente, el trayecto (el Tao, si quieres) que tenemos ante nosotros. Así como lo llegó Jean-Paul Sartre: “No perdamos nada de nuestro tiempo; quizás hubo momentos más bellos, pero este es el nuestro”.

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