El tren

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Por Fernando Urbano

Desde su anunció, la obra insignia del presidente y la 4T se ha visto envuelta en numerosas críticas por parte de especialistas en medio ambiente y activistas. En febrero pasado, una auditoría de FONATUR hizo evidente las múltiples denuncias sobre el incumplimiento con los planes de mitigación ambiental, y que se ha atentado contra la conservación del suelo y no existe ningún plan de reforestación. Además de que no existe un monitoreo del agua superficial y subterránea, la falta de instalación de pasos de fauna que ayuden a los animales de la región a transitar sin riesgo, y la descontrolada demolición de cuevas y afectación a los cenotes. Y también que su construcción se hizo sin consideraciones arqueológicas para la zona y haciendo caso omiso a diversos amparos que ordenaban su inmediata suspensión.

El costo es el dato más escandaloso de la obra del presidente, que a estas alturas ya es difícil estimar el sobre costo real del proyecto, se dice que es de 500 mil millones, que ya es por lo menos tres veces mayor al sobre costo inicial, que además arrastra la opacidad, que recibe cortesía del propio López al decidir reservar, por no decir esconder, la información sobre el costo total del Tren Maya durante cinco años. No hay manera de dimensionar cuán exagerada es la cantidad de recursos que desmedidamente el gobierno ha destinado para dicha obra y más todavía a dónde fueron a dar. En un inicio, el gobierno aseguró que el costo estaría entre $120,000 y $150,000 millones de pesos.

La Auditoría Superior de la Federación ha encontrado irregularidades por más de $785 millones de pesos solamente en la construcción del tren. 

Y por si eso no fuera poco un vagón del Tren Maya se descarriló en la estación de Tixkokob, en Yucatán, cuando el tren iba en el trayecto de Campeche hacia Cancún. “Se está investigando porque sí está raro”, con total cinismo fue lo que respondió AMLO al preguntarle sobre el descarrilamiento en el Tren Maya. Y aunque las evidencias dicen lo contrario, y como es su costumbre a no asumir responsabilidades, se atrevió a insinuar que posiblemente fue un error humano, “Hubo en la estación un error humano, no hubo un cambio de vía, no se llevó a cabo y se está buscando para ver si fue algo intencional o fue un error de los responsables del manejo de las vías”.

El descarrilamiento se da como consecuencia evidente, de la corrupción recientemente exhibida, entre los hijos del presidente con contratistas, proveedores y funcionarios de la 4T, que han derivado y seguirán haciéndolo en fallas estructurales y riesgos técnicos, ocasionados por insumos incorrectos, falta de supervisión de materiales y procedimientos de construcción, ausencia de pruebas técnicas y de seguridad.

Nada exime la responsabilidad del presidente, sus hijos y su gobierno. La capacidad para realizar obras inservibles es el sello característico de la actual administración. Pero el descarrilamiento de un vagón del tren es un llamado de atención excesivamente serio, pues la exigente banalidad y el capricho presidencial terminará en un desafortunado accidente de consecuencias mayores.

Esta irresponsable obra no es más que una amenaza desproporcionada para el ecosistema del sureste, y también un riesgo potencial para la seguridad de sus usuarios. 

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