El remake del debate

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Por Israel Reyes

No es necesario recordar lo terrible que salió este primer debate presidencial en México 2024. Las candidatas se declaran vencedoras y el otro también. El formato fue una especie de remake de hace algunas décadas y como buen remake, estuvo del nabo. El gran perdedor, el verdadero meme, digno de crearse y publicarse es el de aquella sociedad que esperaba algo realmente serio en pleno 2024. El Instituto Nacional Electoral se distinguió por seguir oliendo a rancio. Ellos al parecer están muy bien en cuanto a innovación y al marketing para el fomento al voto.

En este desencanto, las ofensas de señora conservadora por parte de la señora X y la poca intención de interactuar por parte de la doctora, hicieron que el bato de Movimiento Ciudadano fuera un poco más llamativo con todo y lo vacío de su contenido y su sonrisa fingida. Esa que aplicamos ante la presión social de las tías incomodas (y vaya que el escenario no estuvo distante).

El debate presidencial es una pieza angular para nuestra democracia. Es el espacio donde los candidatos exponen sus puntos de vista, contrastan sus propuestas y se someten al escrutinio del electorado. Pero si queremos que estos encuentros sean realmente útiles para los ciudadanos, es necesario replantearnos su formato y hacerlos más humanos (esto también implica migrar de la representación a la participación en nuestra propia democracia)

En este primer debate presidencial vimos un formato rígido que no permitía la interacción auténtica entre los candidatos. Las preguntas predeterminadas y el tiempo limitado para las respuestas dejaron poco margen para el diálogo y la discusión en profundidad. Se redujo a una serie de declaraciones preparadas previamente, lejos de la espontaneidad y la autenticidad que demanda la sociedad. Giró en torno a los mismos temas de siempre, sin dar espacio a cuestiones emergentes que inquietan a la población. Se habló de economía, seguridad y corrupción, pero ¿dónde quedaron temas como el cambio climático, la equidad de género o los derechos de las poblaciones indígenas?

¿Es mucho pedir que se genere un espacio para preguntas abiertas, donde los candidatos puedan interactuar entre sí de manera más libre y espontánea? Esto permitirá que el debate fluya más naturalmente y que los candidatos muestren su capacidad para pensar y argumentar en tiempo real. Además, es necesario incluir en el debate temas emergentes y de interés para los jóvenes, que son una parte creciente del electorado.

Esto no solo hará los debates más relevantes, sino que también incentivará la participación de la juventud como lo está buscando el INE.

Si queremos debates presidenciales que realmente sirvan a la democracia, debemos innovar en sus formatos y humanizar a los candidatos. Solo así lograremos un debate político más auténtico, relevante y útil para los ciudadanos. No olvidemos que el debate no es una guerra de palabras, sino una búsqueda colectiva de la verdad.

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