Por Joselo de Velasco
Las manifestaciones sociales de inconformidad tienen por naturaleza y por sustentarse en un discurso dos componentes, el emotivo y el racional, o visto de una manera cruda y parafraseando a Floresmeyer S, tienen una parte “útil y otra inútil”. Evidentemente las reformas no se aprueban con y por determinado número de ciudadanos, pero sí mueven a los partidos políticos a reconsiderar la relación entre el pueblo y la situación política.
Lo primero que el político (del partido que sea) debe entender es que los ciudadanos están muy atentos a las reformas e iniciativas que se discuten en el Congreso. Si bien no se convocó a una marcha contra el presupuesto pueden estar seguros que un porcentaje similar de población está en desacuerdo, lo mismo para diferentes reformas que el régimen ha aprobado por mayoriteo.
Lo segundo es que la ciudadanía piensa y confía en sacar al régimen del poder a través de las vías democráticas, lo cual es sinónimo de madurez social. En un crecimiento interminable, el mexicano entiende también que es corresponsable de sus instituciones, que no sólo está obligado a su manutención mediante impuestos, sino pronunciarse cuando se atente contra ellas.
Quien se manifiesta en domingo por la mañana, sacrifica un día de descanso y se une a un reclamo ciudadano en contra de una intención del régimen no está declarando ser enemigo político del presidente, aunque así lo sientan en Palacio Nacional y sea más que seguro que en las elecciones que tenga cada ciudadano votará contra su partido y aliados.
La respuesta esperada por el presidente fue minimizar la marcha, no olvidemos que en sus primeros días de gobierno declaró que “a la primera marcha de 100 mil ciudadanos se iba a Palenque, Chiapas” (La Chingada, su rancho). Pero la minimización no evita el objetivo de la marcha, mantener al INE como órgano autónomo y descentralizado. El PRI, de quien se podría tener dudas en cuanto al voto en congreso, en voz de su dirigente Alito Moreno, en conferencia de prensa garantizó que votarían en contra de la reforma electoral, pero también y muy importante, que no presentarán una contrarreforma. En la cúpula priista existía la intención de modificar la ley orgánica del INE pues existen (y es lo único que le podríamos reprochar al instituto) funciones duplicadas, pero nada que altere las facultades para garantizar la democracia. Al no presentar contrarreforma no hay oportunidad para crear un discurso que afecte a las alianzas opositoras, como pasó con la mal llamada militarización de las calles.
Me gustaría que esta marcha fuera también signo y síntoma de que los ciudadanos adquirimos un grado mayor de consciencia política, que comprendemos el panorama internacional, que vemos las consecuencias del debilitamiento político de EUA en el crecimiento del populismo del foro de Sao Paulo financiado por China y Rusia. Ojalá que la marcha sea también sinónimo de un México más comprometido con la participación ciudadana y que cada vez quiere dejar menos en manos del gobierno.