Por Fernando Urbano
El desmedido avance y fortalecimiento territorial, electoral y político de Morena, no son garantía de su futuro. Sin dudarlo, los mismos morenistas saben que lo único que mantiene unido y en “paz” a Morena es López Obrador. Soy fiel creyente de que López no se retirará de la política, pero existe la gran posibilidad de que Claudia, cuando sea presidenta, lo exilie. Claudia es parte de Morena, pero no es su líder, y al menos hasta el día de hoy, al interior del partido no ha sido otra cosa más que la portavoz oficial de AMLO. Claudia no es Andrés, no tiene simpatía, y tampoco goza de la lealtad ciega de los otros morenistas. Si no, pregúntenle a Noroña.
Después del triunfo, al siguiente día las calles permanecieron calladas y no hubo grandes festejos, y los fanáticos de la 4T se limitaban a festejar que la oposición perdió y no que Claudia ganó. Desde ese día ha sido más evidente la falta de reacciones positivas que genera Claudia con la gente, por razones tan simples como que carece del carisma de Andrés Manuel, y hasta hoy su discurso y propuestas siguen sustentadas principalmente en la obra de su mentor; y lo peor de todo es que no tiene la capacidad de hacer lo que más le gusta a los morenistas, mantener por largas horas un discurso.
Como dicen por ahí, al final, cada quien jalará agua para su molino. Y las primeras muestras del posible futuro, las dio Marcelo Ebrard, impulsando a título personal y consultarle a nadie, que un grupo de más de 20 diputados federales electos, identificados con él, que expresaron su respaldo a Monreal para coordinar el grupo parlamentario de Morena en la Cámara de Diputados durante la próxima legislatura.
Después de esto, Marcelo se reunió hace algunos días con Ricardo Monreal Ávila, junto a otros 20 legisladores electos para manifestar su apoyo al posible líder del grupo parlamentario en la Cámara de Diputados. Y esta reunión causó malestar en el equipo de la presidenta electa y en algunos grupos morenistas, que tienen todo menos confianza en Ebrad y Monreal.
Morena es una organización monolítica, la presencia de López Obrador ha inhibido el desarrollo de fuerzas internas, y nadie tiene más peso que él para influir en la toma de decisiones en el sentido que sea de la vida interna y externa del partido. Él es el partido. Pero si el presidente se aleja y jubila su liderazgo moral, surgirán numerosos grupos, y más de uno pretenderá conquistar el liderazgo vacante.
Es importante señalar que en Morena hay grupos y liderazgos de la izquierda comunista, panistas convertidos, priistas de ideología hegemónica, oportunistas, sindicalistas hambrientos de recursos y poder, socialistas con espíritu capitalista, seguidores sin ideología y cuantos perfiles se nos puedan y no ocurrir, están en el partido guinda.
Ya es suficientemente complejo tratar de entender cómo gobernará Claudia al país, pero es más complejo entender cómo podrá gobernar Claudia Sheinbaum a Morena, carente del líder moral que ejerce disciplina y provoca servilismo; y con el poder desmedido de la hegemonía política que se ha concentrado al interior del partido, que sigue sin ser realmente un partido.
¿Marcelo Ebrard, Clara Brugada, Ricardo Monreal y Adán Augusto López bajarán la cabeza para atender las órdenes de la presidenta?, ¿o serán los artífices de la segmentación del partido en el que descansa el poder presidencial? ¿Tendrá acaso Claudia el elemento que convertirá a los morenistas en ciegos seguidores de su inexistente liderazgo?