El desastroso final

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Por Fernando Urbano 

Las cifras del final del sexenio son números rojos, el país está estancado en un proceso de retroceso histórico, en el que se han deteriorado alarmantemente las bases que sostienen al estado y las herramientas que aún existen para impedirlo, no tienen la fuerza para ejercer el necesario contrapeso en contra del lopezobradorismo. Y la estructura democrática es la que más ha sufrido el debilitamiento que la amenaza con su desaparición y con generar una inestabilidad política que podría ser gravemente alimentada por la incertidumbre jurídica que genera la continua amenaza al estado de derecho. 

López Obrador le heredará a Sheinbaum un país fracturado socialmente, y con una economía desacelerada, que podemos percibir por la reducción del consumo, mostrando que el dinero es insuficiente, y que la inflación es cada día más alta.

Y heredará también una interminable lista de promesas incumplidas, que alguna vez fueron el combustible que aviva su popularidad; nunca llegaron las pruebas de corrupción del NAIM, porque no se pudo comprobar; no presentó la fórmula para medir la felicidad; no encontró a los 43; no construyó el hospital con el dinero de la rifa del avión presidencial; no terminó con la corrupción, y tampoco el huachicol; y mucho menos somos como Dinamarca. 

Ni el tren maya, ni el aeropuerto lograron romper el estancamiento del país. Y mucho menos la refinería, porque no refina, y por qué no tiene capacidad para la anhelada y prometida soberanía energética. Obras que además están destinadas a ser una carga económica, pues su única función será la de perder dinero, pues su operación dependerá únicamente de la inyección de recursos públicos.

Durante seis años, López Obrador, se eximió de toda culpa, siempre se lavó las manos y culpó al pasado para evadir su responsabilidad. No hay resultados, y tampoco responsabilidad, y lo que suceda después del día siguiente del final de su sexenio, será solamente atribuible a Claudia Sheinbaum. Pero esto operará bajo la condición de que sí salen las cosas bien, será por lo sólido que él le dejó el país, pero si salen las cosas mal, la culpa será de la presidenta. 

Palabras más, palabras menos, si mejoran las condiciones después de entregar el país, él y sólo él será el responsable de haberlo impulsado, pero nunca será responsable si todo termina en un anunciado naufragio.

La irresponsabilidad de López Obrador es transexenal, y lo que se alcanza a ver para el arranque de la siguiente administración es una mínima parte de los desastrosos resultados que ha provocado. 

El ocaso presidencial encontrará su fin para ser recordado como el sexenio de la campaña eterna, que prometió que traería grandes resultados bajo el cobijo de la Cuarta Transformación, pero que solo tuvo la capacidad para dilapidar a un país entero y que tendrá la capacidad para poner contra las cuerdas al nuevo gobierno.

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