El derecho de las infancias neurodivergentes a ser diagnosticadas (y medicadas)

0
159

Por Sergio Ramírez 

Cuando tenía once años estaba en primero de secundaria en un colegio al norte de Saltillo, sinceramente no recuerdo mucho de esa época pero lo que sí tengo muy claro en mi mente es haber reprobado ocho materias y las consecuencias que se desarrollaron en virtud de ese hecho, en primera instancia el obvio regaño de mis padres por no poner atención, por no entregar tareas, por un sinfín de cosas que terminaron en varias visitas a un psicólogo; tengo memoria que les dijo a mis padres que no había nada malo conmigo, que al contrario, mi situación escolar y las consecuencias que derivaron de ella me hacían sentir mucha culpa. No sé porqué y nunca lo he preguntado, pero por alguna razón a mis padres no les gustó el diagnóstico del psicólogo y me llevaron a consulta con una neuróloga; dicha profesional me aplicó unos test y ejercicios lo poco que recuerdo de esa noche son dos frases, una que escuché de la neuróloga y otra que pensé al instante de conocer el diagnóstico: la frase de la profesional fue “El niño tiene déficit de atención” por mi mente lo único que pasó en ese momento fue “Ahora voy a tener más encima a mis padres porque según la doctora no me ponen atención”, seguramente por la falta de información, porque hace veinte años era un tabú la salud mental en especial en las infancias, desde el profundo amor que me profesan mis padres se decidió no medicarme ni seguir tratamiento alguno para el trastorno diagnosticado.

El año pasado fue de altibajos para quien esto escribe, sin embargo, en virtud de que ya tenía varios años yendo a terapia y con base en las herramientas que he adquirido los últimos años, decidí tomar decisiones diferentes a las que había tomado toda mi vida, es por ello por lo que decidí acudir a psiquiatría para que me diagnosticaran y de ser necesario seguir el tratamiento necesario.

Resultó que en efecto, vivo un trastorno denominado “Déficit por déficit de atención e hiperactividad” el cual se caracteriza por una dificultad para focalizar atención, un gran impedimento organizar un orden o bien, establecer prioridades, también se caracteriza por no poder permanecer quietos en ningún momento, a menos que exista algo que nos haya interesado muchísimo: podría hablar mucho al respecto del trastorno de marras, sin embargo, esta columna es de Derecho, y no tengo conocimientos de psicología o medicina.

Derivado de mi experiencia personal puedo argumentar que, si hubiese recibido tratamiento para el TDAH en mi infancia, probablemente muchas de las actitudes o problemas que tuve en la adolescencia y en mi vida adulta se pudieron haber evitado, es por ello que desde esta columna se reivindica el derecho de las infancias neurodivergentes a ser diagnosticadas y en su caso tratadas para que el trastorno que les aqueje no se haga mayúsculo con el paso de los años.Creo en el derecho a la salud de las infancias, creo también que es violencia que las neurodivergencias no sean diagnosticadas y creo firmemente que el estado debería de hacer más por la salud mental de todos y cada uno de los ciudadanos de este país, hagamos que esta lucha por los derechos de las personas neurodivergentes sea escuchada y hagamos que desde nuestra trinchera sea cual sea; abogadxs, funcionarixs, periodistas, se escuche el eco de todos y cada uno de quienes hemos sido discriminados por ser neurodivergentes.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí