El debate permanente como antídoto

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Por Israel Reyes 

El debate político en México se ha caracterizado históricamente por ser de confrontación, polarizado y poco constructivo. En lugar de buscar soluciones y llegar a un entendimiento común, los participantes a menudo han recurrido a ataques personales y argumentos simplistas, lo que ha llevado a una incomunicación entre diferentes sectores de la sociedad.

Esta falta de cultura del debate se debe en gran medida a la cultura política que ha prevalecido en México durante décadas. Durante mucho tiempo, los partidos políticos han estado más preocupados por mantener el poder y defender sus posturas ideológicas que por llegar a acuerdos y crear políticas efectivas para el bienestar de la población.

El debate político en México tiene una historia relativamente corta, ya que comenzó a tomar forma durante la década de 1990. En 1994, el primer debate presidencial televisado fue organizado por el IFE (Instituto Federal Electoral) en el que participaron los tres principales candidatos a la Presidencia de la República. A pesar de que este debate fue histórico, la calidad del mismo dejó mucho que desear. Los candidatos no discutieron temas relevantes para la sociedad, sino que se centraron en ataques personales y en acusaciones mutuas. Sin embargo, a partir de ese momento, los debates políticos se convirtieron en una práctica común durante las campañas electorales en México.

En los años siguientes, los debates políticos fueron organizados por los partidos políticos, la sociedad civil y los medios de comunicación. En algunos casos, los debates se centraron en temas relevantes para la sociedad, como la educación, la seguridad pública y la igualdad social. En otros casos, sin embargo, los debates fueron más un espectáculo mediático que un verdadero espacio para el debate político.

A pesar de los problemas que han rodeado al debate político en México, es importante destacar que esta práctica ha evolucionado positivamente a cuentagotas en los últimos años. En las elecciones federales de 2018, por ejemplo, se llevaron a cabo tres debates presidenciales en los que se discutieron temas relevantes para la sociedad, como la corrupción, la seguridad pública y la economía.

En general, el debate político en México es un reflejo de la sociedad en la que se lleva a cabo. Si la sociedad está interesada en discutir temas relevantes y en conocer las propuestas de los diferentes actores políticos, los debates políticos serán un espacio de discusión constructiva. Por otro lado, si la sociedad está más interesada en el espectáculo mediático que en el debate político, entonces los debates seguirán siendo un producto mediático más que un verdadero espacio para el debate político.

La historia del debate político en México ha estado marcada por altibajos. A pesar de que ha habido momentos en los que los debates han sido más un espectáculo mediático que un verdadero espacio para el debate. El profesor e investigador lingüista, George Lakoff, en Puntos de reflexión: Manual progresista, menciona que “es muy cómodo achacar todos nuestros problemas a los medios de comunicación y a las mentiras conservadoras. Sin duda, los líderes conservadores mienten a menudo y usan un lenguaje orwelliano para distorsionar la verdad y, sin duda, los medios de comunicación se sienten cómodos repitiendo los marcos conservadores. Pero es poco lo que podemos hacer directamente al respecto. Sólo podemos controlar directamente el cómo nos comunicamos. No basta con corregir una mentira con la verdad, sino que es necesario enmarcar las cosas con nuestra visión moral para que la verdad se entienda, y es necesario que este nuevo marco vuelva a delimitar el debate político”.

Si queremos superar los desafíos políticos actuales y avanzar como sociedad, debemos promover una cultura del debate político basada en la argumentación rigurosa y el diálogo respetuoso. La filosofía debe jugar un papel fundamental en esta tarea, ya que puede ayudarnos a desarrollar habilidades de pensamiento crítico y a evaluar las políticas públicas de manera justa y equitativa. El debate permanente es el único antídoto contra la manipulación de la opinión.

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