Por Israel Reyes
En una discusión reciente y amplia con mis compas izquierdosos, ya saben, las posadas que son más bien carnes asadas para mantenernos actualizados de nuestras pato-aventuras. Una posada random cualquiera. Salió a flote el tema de temporada: sobre el futuro de la Navidad. Surgieron discrepancias sobre el papel de Papá Noel, especialmente en hogares de tendencia izquierdista y con la presencia de niños.
A primera vista, se plantean razones para que la izquierda evite mencionar a Papá Noel. Se destaca su inexistencia y la improbabilidad física de su medio de entrega de regalos, lo cual entra en conflicto con principios científicos y racionales, valores que históricamente han sido abrazados por la izquierda. Además, se cuestiona la explotación potencial de los elfos en la fábrica de juguetes del Ártico, un tema que ya había sido abordado en navidades pasadas.
Sin embargo, más allá del compromiso histórico de la izquierda con la racionalidad científica y la crítica a la explotación laboral, se puede defender a Papá Noel desde una perspectiva de distribución equitativa. La esencia de su operación implica una producción y distribución de regalos sin vinculación directa a la realidad monetaria, sin discriminación por el trabajo o la posición socioeconómica de los padres. Esta operación internacional e igualitaria desafía las normas del libre mercado y la caridad jerárquica.
Al comparar estas acciones con otros eventos festivos, como el intercambio de dientes por dinero con el famoso “ratón” o el origen medieval del “dulce o truco” en Halloween, se evidencian diferentes formas de retribución que no siguen principios de justicia social, alejándose de la perspectiva de izquierda que busca el empoderamiento de la clase trabajadora y la provisión universal de bienes básicos.
A pesar de estos argumentos, se reconoce que el sistema de Papá Noel no garantiza una distribución igualitaria en la realidad: los niños de familias adineradas reciben regalos más lujosos y tienen acceso a bienes sociales fundamentales que se les niegan a los niños de familias menos privilegiadas ¿Es esta desigualdad culpa de Papá Noel o del sistema capitalista? ¿Si convenciéramos a los niños de que Papá Noel es una invención, mejoraríamos la distribución de bienes esenciales?
Para no hacerles el cuento tan largo, llegamos a la conclusión de que mientras luchamos por un mundo más justo, permitamos que las fantasías navideñas, junto con la aspiración a una salud y vivienda dignas, permanezcan en la mente de los niños. Un mundo mejor es posible, pero hasta lograrlo, quizás sea aceptable mantener la ilusión al menos una vez al año.