Contra el rayo láser moralizador

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Por Israel Reyes

En muchas ocasiones siento que mi personalidad no sea compatible con la actualidad ¿les ha sucedido? Se siente extraño, con esa dualidad que da la extrañeza: a veces es cool, otras, todo lo contrario. La crianza que me tocó y mi naturaleza (si eso pudiera existir tal cual) me han hecho resistente a varios aspectos desagradables de la vida cotidiana, las noticias diarias, los comentarios apocalípticos extrapolados, el rechazo social, las inclemencias climáticas, la decadencia económica silenciosa, entre otras tantas cosas. A pesar de poder enfrentar muchas adversidades, no tolero la enseñanza moral y/o la moralización de las acciones pasadas, presentes y futuras, lo cual me fastidia. Y lo digo como un mero ciudadano de una época repleta de personas moralizadoras, lo cual es notorio en casi todos los ámbitos, tanto públicos como en los privados. Y sí, a lo largo de la historia, las sociedades han establecido normas que regulan cualquier conducta que influya en la vida de los demás. Figuras como filósofos, líderes religiosos, artistas, poetas y políticos han reflexionado sobre este asunto a través de expresiones morales que delinean las costumbres y valores de un conjunto social. Lo de ahora es ya una carencia y exceso de ello.

Durante toda mi vida, he evitado los consejos y las reprimendas. En mi juventud, esta postura podía parecer parte de una etapa rebelde, pero con el tiempo, solo he logrado moderar su manifestación más grosera. Aunque ya no reaccione de la misma manera impulsiva que en la adolescencia, interiormente sigo sintiendo la misma indignación ante la religiosidad que se le da a todo este asunto que aquí expongo. He aprendido a actuar con cortesía y a disimular, aunque en mi interior sigo experimentando la misma furia. Aunque externamente haya moderado mis reacciones, no entrego mi confianza a personas que buscan intervenir en la vida ajena. No concibo los afectos que no se basan en un respeto absoluto hacia la autonomía y el criterio individual. En mi concepto de amistad, no hay lugar para condiciones o reproches. Si tu idea de amistad difiere de la mía, es poco probable que podamos conectar. Prefiero cualquier cosa a recibir consejos moralizadores, y lamentablemente, me toca vivir en una era saturada de este tipo de personas.

Vivir en una sociedad saturada de condescendencia, paternalismo y discursos moralizadores resulta desafiante. ¿Cómo lidiar con individuos que buscan ofrecer la mejor versión de sí mismos, castigándose por sus errores y los de sus ancestros para alcanzar estándares morales propios de una orden religiosa e indigente? Lo que más valoro de las personas son sus imperfecciones. Del mismo modo, me conecto con mis autores favoritos a través de sus defectos. Celebro sus peculiaridades, ya que revelan aspectos esenciales de su personalidad, al igual que reconocemos a un amigo por sus expresiones comunes y gestos inconscientes.

Pertenecemos a una generación que apoyó la libertad de nuestras madres, que a pesar de toda la violencia que vemos a diario, se tolera menos la violencia infantil, en nosotros se ve una ligera mejora humana que hará eslabón con las siguientes. No nos han enseñado a fingir ni a disimular lo que somos. Nos consideran incompatibles con esta época, y sería elegante si nos dieran por perdidos y condenados, da igual. No buscamos redención, solo que nos dejen en paz, no pretendo quemar en este espacio a influencers, políticos, deportistas, etcétera. Aunque sepamos que nuestro estilo de vida es decadente y derrochador, no duraremos tanto tiempo como para ser insoportables. Denos chanza. La moral es una convención privada; la decencia, una cuestión pública; toda licencia demasiado visible me ha hecho siempre el efecto de una ostentación de mala ley. A la mierda con su rayo láser moralizador. 

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