Por Israel Reyes
No se ve para cuándo vayamos a tener una buena noticia en cuanto a la economía mexicana. Me refiero a esa que se percibe en el bolsillo y no a la de indicadores a modo que los gobiernos, analistas e industrias comparten con bombo y platillo como una especie de mejoralito para la sociedad.
Cada día, cada semana, cada mes que pasan contamos con esa constante de la rana en la olla a fuego lento; parece que la economía va hacia la deriva sin un horizonte visible de mejoría. Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), la economía ha crecido de abril de 2021 a marzo de 2022 un 1.6 % anual. Este desarrollo tan diminuto es lo que se tiene pronosticado para el siguiente año, si bien nos va. Hasta parece imposible lo que se había estimado para el 2022, anunciados mucho antes, por el presidente Andrés Manuel López Obrador y la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), donde se estimó un 4.1 % para después descender a 3.4 %.
Este 1.6 por ciento nos traerá consecuencias relevantes sobre el bienestar de la sociedad. El ingreso per cápita será considerablemente inferior a lo que teníamos en 2018, es decir, arrancando este sexenio. Como consecuencia se prevé que los gobiernos estatales empiecen a pensar seriamente en incrementar la deuda para cumplir medianamente con los compromisos.
La pobreza seguirá en aumento, esto quiere decir que cada día, cada mes, cada año, la canasta básica será inalcanzable para muchas familias mexicanas, los servicios básicos de salud y la educación harán de esta fórmula un juego en modo leyenda para vivir. Se trabajará para sobrevivir.
Cuando la pobreza laboral llega a un hogar se empieza a notar en la canasta básica, hablo de productos de primera necesidad como maíz, frijol, arroz, azúcar, harina, leche, jabón, papel higiénico. Según el Consejo de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), el 40 % de la población en México ya sufren de este mal.
El CONEVAL, precisamente mide y explica la pobreza de una forma multidimensional, es decir, la pobreza no solo es por ingreso o posesión de bienes, también es educativa, de salud, etcétera. Según los datos recientes, 36 millones de mexicanos tiene acceso a la salud. Esto representa un incremento de 13 millones tomando en cuenta el arranque de sexenio del presidente AMLO. Desde otro ángulo, 66 millones no cuentan con seguridad social y 25 millones están con rezago en materia de educación. Ahora podríamos explicarnos un poco mas el colapso del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS)
Si bien es cierto, el mundo entero esta lidiando con este flagelo, abatir la pobreza ha sido el talón de Aquiles. ¿Qué pudiera darle un rumbo digno o salida? La respuesta del librito sería la inversión nacional ya sea publica o privada. El problema es que cuando al gobierno no le alcanza para ello. Entonces pudiera ser que la ruta sería la inversión privada, es la que está a la mano.
Stiglitz mencionó algo interesante para darle una reforzada a lo anterior mencionado: los bancos internacionales de crédito deben centrarse en las áreas donde la inversión privada no se va, como los proyectos de infraestructura, la educación y el alivio de la pobreza.