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Por Fernando Urbano

Este primer mes, la presidenta ha sufrido la desafortunada realidad que construyó su antecesor. Para empezar, muchos aseguraban que el expresidente estaba acumulando el poder en la titularidad del ejecutivo, pero no fue así, lo acumuló en su persona. Claudia es titular del poder Ejecutivo, pero no tiene nada del poder que tuvo López obrador.

Ejemplo de ello es la confrontación silenciosa de la presidenta con los morenistas que integran el poder Legislativo, que se comportan como un gobierno de oposición enfrentado a un Congreso opositor, porque, aunque parece que ambos poderes van en la misma dirección, el ejercicio diario en el Congreso dice lo contrario; la titular del Ejecutivo ha intentado en más de una ocasión, modificar las reformas, y el Legislativo destruye uno a uno esos intentos. Los legisladores morenistas no son fieles a un proyecto, ni mucho menos a la presidenta, su fidelidad es con López Obrador.

Otro ejemplo es lo que está pasando con la elección del titular de la CNDH, donde se respira la intención y decisión de López que quiere que repita Rosario Piedra.

Claudia respaldó todas las políticas de seguridad del anterior sexenio, y hoy le toca pagar las consecuencias de una estrategia que solamente es condescendiente con los criminales y que ha desbordado la violencia y está incitando el arraigo de las organizaciones criminales. Lo peor de este primer mes fue lo que se vio en un video publicado por Reforma, donde ocho soldados estuvieron a punto de ejecutar a un joven, a quien detuvieron en la calle y lo acusaron falsamente de un delito, pero que se salvó de morir porque la videocámara de un negocio grabó lo que sucedía.

Los desaciertos de este primer mes marcan un paso firme rumbo al caos institucional, que para justificación de los morenistas no es otra cosa más que la “curva de aprendizaje”. Pero por demás está decir que en estos treinta días se ha desencadenado una crisis constitucional producto de una reforma judicial impulsada de manera precipitada, sin diagnóstico y sin el análisis requerido; y para terminar con las dos modificaciones constitucionales que tiene entre la espada y la pared al estado de derecho, ya  que busca que las reformas morenistas que sean aprobadas sean inapelables, estableciendo una supremacía legislativa que impida su revisión jurídica, a través de controversias constitucionales o juicios de amparo.

Y a esto, hay que sumarle la renuncia anticipada de siete ministros de la Suprema Corte de Justicia, la próxima votación en la Corte del proyecto del ministro Juan Luis González Alcántara Carranca que propone invalidar la elección de jueces por voto popular, el desacato de los trabajadores del poder judicial en paro y la elección de los miembros del Comité de Evaluación del poder legislativo, que como era de esperarse, son cercanos a Morena.

No menos importantes son las barbaridades económicas que está impulsando el gobierno de la doctora, como los nuevos decretos para que PEMEX y la CFE, reciban recursos sin medida del estado.

Por esto y más, en un mes se ha ido desdibujando la falsa esperanza y la expectativa de cambio, que algunos ilusamente pretendían ver en la presidenta. En su lugar, se empieza a dibujar un camino sinuoso que solamente prioriza la desafortunada continuidad del obradorato.

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