El indefinible monstruo de la transformación

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Por Joselo de Velasco

¿Alguien podría definir la “transformación” que predican el presidente, las corcholatas y demás beneficiarios del régimen actual? y más importante, ¿Podrían en caso de tener la misma definición dos miembros de Morena? Ambas respuestas se componen de negativa dado que la bandera de transformación que enarbola la 4T es un ente que sólo existe para un fin, tener algo superior a los miembros del partido, superior incluso a sus actos y con capacidad de justificarlos. No hay nada ni nadie superior a la transformación, ese fin que justifica los medios es la cohesión de grupo y conforma al movimiento que ahora justifica la tiranía. 

Hoy que los aspirantes a mantener el régimen morenista violan cínicamente la ley electoral y que el presidente que nunca se encargo de gobernar mantiene un apoyo a la precampaña de su partido pronuncia públicamente que él no es “Fox, ni Calderón, ni Peña Nieto” es decir, que no lo cuentan entre los presidentes que buenos o malos, fueron democráticos y recuerda que “es el comandante supremo de las fuerzas armadas”. ¿Es una amenaza? ¿O es que acaso “la transformación” es más  grande que México, que le permite usar al ejército para sus fines? Sorprendentemente llegamos a un punto donde se puede amenazar sin consecuencia. 

El tiempo en que el presidente proclama al ejército como herramienta para lograr sus fines coincide con el fin de semana en que la oposición anuncia sus mecanismos para elegir candidato presidencial. El destinatario es claro, el mensaje es alarmante. Al presidente no le importan los asesinatos, pero tampoco a quien sea su sucesor, el movimiento de la “transformación” está por encima de la seguridad de los mexicanos, pero también de la economía, salud, desarrollo social, educación, medio ambiente y demás áreas de gobierno. 

Preocupa que el control político ejercido desde la federación y 22 estados busque extender al menos 30 años como dijo el ex secretario de gobernación y hermano político del presidente, pues son los que exige el movimiento. De nuevo la dialéctica tabasqueña suple todo, hasta las funciones y tareas de gobierno para convertirse en una obligación del pueblo darles tanto tiempo el control. Junto a esta tácita obligación están los enojos del presidente porque la oposición se una y tenga un método publicitario para la elección de candidato. ¿Es que de verdad pretende que la oposición no exista o se quite del camino? Es curioso cómo el discurso que todo lo envuelve en torno a la transformación pareciera surgir de un convencimiento real del propio líder del movimiento, como si no fuera una proyección de sus ideales para el país sino una narración que replantea la historia, el presente y un futuro para México que de alguna manera llegaría aunque nunca caminé en ese rumbo.

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