Los gobiernos de coalición y las alianzas no son lo mismo

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Por Joselo de Velasco

Todo indica que de ganar las elecciones estatales en 2023 la unidad de partidos que se conforma en Coahuila por PRI, PAN, PRD y posiblemente el PVEM transitarían hacia un gobierno de coalición. ¿Qué implica un gobierno de coalición y qué diferencia tiene con las alianzas que desde hace una década vemos comúnmente en México? Mientras una alianza política, como hemos sido testigos, tiene únicamente fin electoral, es decir, sumar fuerzas para ganar elecciones, la alianza no pasa de los comicios, cada partido ocupa las posiciones que se acordaron y el ciudadano termina gobernado enteramente por un partido y sus ideologías. 

Un gobierno coaligado, como permite la Constitución, sustancialmente deja de ser el gobierno “de una sola persona” o partido y se centra en la conformación de un gabinete acordado por los partidos. La gobernabilidad en este modelo radica en una agenda democrática y de consenso que por naturaleza genera equilibrios. Desde la perspectiva de los ciudadanos un gobierno de coalición brinda certezas, la primera es presupuestal, teniendo secretarios de diferentes partidos se genera una también natural implementación transparente y eficiente de recursos. 

Los partidos políticos se ven obligados a convivir sus intereses con las visiones de mejora para una entidad, es decir, deja de ser el populismo y la atracción de simpatizantes políticos el principal fin del manejo de recursos públicos y de los programas sociales. La cercanía del pueblo a su gobierno deja de limitarse a los simpatizantes y militantes de un único partido, tiende a ciudadanizar puesto que el diálogo entre gobierno y gobernados se sustenta ahora en la calidad de ciudadano y no de activo político. Las opiniones y demandas ciudadanas que llegan a la “mesa” o la toma de decisiones a través de las reuniones de gabinete se vuelven más variadas pues provienen de más sectores sociales. 

En México estamos acostumbrados a que las posturas políticas se confronten, que la izquierda y la derecha sean enemigos naturales y que el centro baile a conveniencia, pero confrontando también en un juego de suma cero, o blancos y negros que excluyen los matices intermedios. La coalición en el debate político obliga a presentar las posturas contrarias como diferentes maneras de trabajar por el desarrollo y prosperidad de una entidad, puesto que dejan de sustentarse en el partido político. Una política pública al presentarse al pueblo ya no es más una política propia de un partido por lo que su sustento y validez no son más los ideales del partido sino la utilidad hacia el sector que va dirigido. 

Obviamente un gobierno coaligado no es magia ni milagro político, seguramente observaremos en la práctica vicios y virtudes, pero estos casos serían propios de los actores políticos y no inherentes al sistema político en cuestión. Podemos estar seguros que la sociedad civil, la iniciativa privada y las asociaciones ciudadanas adquieren más peso en estos modelos de gobierno, pues en una dinámica de convivencia diaria entre iniciativas de partidos que comparten al gobierno es el apoyo y participación ciudadana el argumento más rápido para validar una política pública o decisión de gobierno, en menos palabras, los políticos se ven obligados a escuchar y trabajar con los ciudadanos y por los ciudadanos. 

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