Trump, la aplanadora republicana

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Donald Trump, echó mano de la maquinaria republicana y se convirtió en una aplanadora electoral que le permitió ser nuevamente electo como el presidente número 47 de los Estados Unidos; cargo que ya había ocupado anteriormente como el presidente número 45 desde 2017 hasta 2021. Es el segundo presidente que logra dos mandatos consecutivos.

El primero fue Grover Cleveland, quien ocupó la Casa Blanca entre 1885 y 1889, perdió la reelección y cuatro años más tarde logró un nuevo mandato que ejerció desde 1893 y hasta 1897.

El presidente electo llegará a la Casa Blanca con dos intentos de asesinato durante la campaña, cuatro acusaciones, una condena penal y control absoluto del Senado y con una mayoría importante en la Cámara de Representantes. Pintó el mapa electoral de rojo y se ganó el voto popular por primera vez con millones de votos de diferencia. Es el primer ex presidente de Estados Unidos condenado por delitos graves y ahora es también el primer presidente condenado por un delito.

El apoyo unificado del Partido Republicano, pesé a algunas disidencias internas, fue clave e importante en el triunfo electoral, proporcionando la infraestructura y los recursos necesarios para construir un resultado exitoso. Pero el vehículo más importante hacia la Casa Blanca fue su efectiva campaña en los estados clave o “swing states”. Ganó en estados como Georgia, Pensilvania y Carolina del Norte, que fueron decisivos para alcanzar la mayoría de votos electorales.

De los estados ganados, resaltan Michigan, Pennsylvania y Wisconsin, que son parte del denominado muro azul, Blue Wall, donde sus votantes se han inclinado por candidatos presidenciales demócratas desde 1992 a 2012. Pero Trump se hizo de los votos electorales en esos estados en 2016 y nuevamente en esta elección de 2024.

El candidato republicano dirigió su discurso de campaña en el impacto de la inflación y la sensación de inseguridad económica que recientemente se ha marcado en la población estadounidense. Trump capitalizó la percepción de deterioro en el nivel de vida de la población media y baja, y les prometió medidas para fortalecer la economía, particularmente detener la inflación que ha marcado el poder adquisitivo de los estadounidenses en los últimos cuatro años.

Además, durante la campaña arreció su crítica a las políticas de inmigración y seguridad del gobierno demócrata, lo que le permitió conectar con una amplia gama de electores que sentían que su preocupación sobre estos temas no era abordada adecuadamente por la administración actual y su candidata. Por lo que su mensaje de seguridad nacional y control fronterizo consolidaron su base de apoyo, atrajo a votantes indecisos y a demócratas descontentos con las políticas del actual gobierno.

Su estilo confrontativo y su retórica radical que alimenta la polarización política fueron el combustible que movilizó a sus seguidores, quienes ciegamente consideran a Trump un defensor de sus valores y un líder dispuesto a desafiar al propio sistema para impulsar la idea colectiva de lo que él mismo ha descrito como “una edad dorada” para Estados Unidos.

Entender su triunfo, no es un tema complejo, el hoy presidente electo de Estados Unidos, es la materialización exacta del nacionalismo norteamericano, es la expresión de una identidad, de un modo de ser, y de un sistema de creencias. Es la cabeza de un movimiento social que sobrepone el nacionalismo por encima de cualquier proyecto o sistema de gobierno.

Sus votantes tienen una expectativa importante en la promesa de expulsar del país a millones de extranjeros indocumentados en lo que asegura será la “mayor deportación” de la historia de Estados Unidos. De acuerdo con datos del centro de estudios Pew, hasta el año 2022 había en territorio americano por lo menos 11 millones de migrantes indocumentados. Pero una deportación masiva de migrantes sería altamente costosa y generaría inmediatamente datos negativos sobre ciertas áreas de la economía en las que la mano de obra indocumentada es el motor de diversos trabajos esenciales.

A diferencia de sus votantes, el mundo espera lo que va a pasar con la propuesta aislacionista llamada “Estados Unidos primero“, que ya fue ejecutada durante el anterior gobierno de Trump y será nuevamente la guía de su política exterior en su regreso. Aun y con esta preocupación los criptoactivos, como el Bitcoin y el Ethereum mostraron al siguiente día de la elección una tendencia al alza y los mercados en Europa recibieron de forma positiva la noticia que Trump volverá a liderar la economía de la primera potencia. 

Particularmente solo los mercados de la región asiática mostraron resultados contrarios, especialmente el chino.

Su discurso como virtual presidente de Estados Unidos, tuvo tintes menos agresivos y fue más neutro, pero enfocado siempre hacia sus electores; “Vamos a ayudar a nuestro país a sanar, tenemos un país que necesita ayuda muy urgente, por algo hicimos historia esta noche”. “Todos los días lucharé por ustedes con cada aliento de mi cuerpo y no descansaré hasta ver una América próspera y segura… Este día se convertirá en el día en el que Estados Unidos recuperó el control de su país”.

El control republicano de los tres poderes del país, la Casa Blanca; el Senado y una mayoría la Cámara de Representantes; y la Corte Suprema, con tendencia de mayoría conservadora, Donald Trump tiene todas las ventajas para implementar su agenda política y económica sin ningún problema. Particularmente con el acompañamiento republicano en el Senado, el presidente tendrá la capacidad para ratificar a jueces federales, cambiar leyes sobre impuestos e impulsar reformas de leyes que podrían permanecer por muchos años.

Y con la mayoría en la Cámara de Representantes, su agenda para limitar la inmigración, cerrar la frontera, reducir impuestos para los ricos, limitar los derechos reproductivos de las mujeres y potencialmente despedir a miles de trabajadores federales, entre otras cosas, pueden ser realidad más eficazmente sin la resistencia interna a la que se enfrentó en su primer mandato.

Y, a diferencia de su primer mandato, se prevé que esta vez llegará a la Casa Blanca con un equipo de asesores y posibles funcionarios de la administración que le son totalmente leales, como se dejó ver en la nominación de Trump para su gabinete, Susie Wiles, que fue su jefa de campaña, y que será la primera mujer en manejar los hilos del gobierno federal.

Por ahora solo queda esperar el inicio de la era Trump 2.0, mientras el mundo vive en la ansiedad sobre qué tanto de la radical y disruptiva agenda perfilada por Donald Trump en la campaña se llevará a cabo, así como cuáles serán los contrapesos o contenciones que tendrá su gobierno. 

Hay quienes creen que las propuestas y las amenazas más agresivas son sólo retórica electoral y que  no hay que tomarlas en serio para la próxima administración estadounidense. Pero la experiencia, con Trump, debería prevenirnos al respecto.

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