El Jefe Máximo 

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Por Fernando Urbano

El presidente, gran admirador del pasado, se está preparando para el papel que desempeñará en el gobierno de Claudia Sheinbaum. Ya ha dejado en claro que no se va, ya decidió la agenda de su sucesora, le está diseñando un gabinete a su gusto, y ya dejó en claro que los próximos integrantes del Senado y la Cámara de Diputados están a su completa disposición. Además, el rumbo y manipulación de Morena y sus huestes, es, y será solamente de él, el “Jefe Máximo”.

Algunos son escépticos y creen ciegamente que el 1 de octubre Claudia se emancipará, y López le permitirá hacer gobierno. Opino lo contrario. López va a colaborar y guiar a la presidenta, le hablará al oído, y si es necesario la limitará. No tengo duda que liderará a Morena en contra de la propia Presidenta, si él lo cree necesario, o si lo es para su conveniencia, para condicionar y presionar al gobierno de su sucesora. Él es la encarnación del estado y la moral, ella no. Ella solamente es la elegida por él para ocupar físicamente el espacio en el que él ya no puede estar. 

La sumisión de Sheinbaum es innegable, existe la posibilidad de que sea mayor, y que su gobierno se convierta en una mala ficción. Mientras que el presidente terminará siendo comparado con el general Plutarco Elías Calles, y ejercerá el “poder detrás del trono”, como lo hizo el general con sus sucesores Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio y Abelardo Rodríguez.

La mejor manera de entender lo que viene, es observando lo que pasó con el reciente anuncio de la Reforma Judicial. López mandó a sus huestes legislativas a decir que sí, ella dijo que no, y él, en un franco y abierto enfrentamiento, volvió a decir que sí. Todo esto mientras las palabras causaban la devaluación del peso frente al dólar, la caída de la bolsa de valores y el incremento de los intereses que paga el gobierno mexicano. López le dejó un mensaje claro a su corcholata, nada, absolutamente nada le importa si es contrario a su palabra. Incluso la estabilidad económica. 

El gobierno de la presidenta nunca podrá iniciar, solo es la continuidad de la línea de AMLO, sin pausa, y tendrá que seguir aceptando decisiones de él, cuyos costos evadirá y ella tendrá que asumir. 

Para que no quede duda, el 10 de junio, fecha en que el presidente recibió a Claudia en Palacio Nacional, López decidió sujetar por el cuello con el brazo derecho, para después plantarle un beso en la mejilla izquierda, para demostrar la abominable sumisión y sometimiento, emulando a López Portillo, para dejar ver entre líneas, su verdadero mensaje político, “¡aquí mando yo!”.  “Eres mía”, “soy tu dueño”, “harás lo que yo diga”, fueron las reacciones y los comentarios menos escandalosos que ocasionó esa fotografía en las redes sociales.  Seguramente era lo que pretendía el presidente, pues “una imagen dice más que mil palabras”.

Todos sabemos la realidad e incluso los morenistas, que hasta el día de hoy siguen sin disfrutar y festejar el triunfo de casi el 60% de los votos, dejando ver que el “triunfo” en esta ocasión es de una sensación inexistente de victoria, precaria de emociones y de un sabor excesivamente amargo, que no tiene otro fondo más que la continuidad transexenal del presidente López Obrador. 

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