Por Israel Reyes
Una parte de la sociedad mexicana desencantada, otra polarizada apoyando a su político favorito en lo que madrea al antagonista de ocasión. Las estructuras cansadas de ver que la meritocracia partidista sólo se traduce al apoyo clientelar de los programas sociales y a la tan añorada (no entiendo el por qué) permanencia burocrática. Y en medio de todo esto, la violencia rampante persiguiendo hasta aquellas personas que aspiran y prometen un entorno mejor para todas y todos. Parece que estamos condenados, en cada elección nos venden esperanza con el tufo a luto.
El clima político en México se ve empañado por la sombra oscura de la violencia, donde al menos veinte aspirantes a cargos públicos han sido arrebatados de la vida en lo que va del 2024 y los meses finales del 2023, sumiendo este proceso electoral en un periodo de luto y tensión, haciendo eco de las palabras del filósofo inglés Thomas Hobbes, quien describió la vida en el estado de naturaleza como “solitaria, pobre, desagradable, brutal y corta”.
El asesinato más reciente ha sido el de Bertha Gisela Gaytán Gutiérrez, la candidata de Morena a la alcaldía de Celaya, Guanajuato, cuya promesa de servicio y dedicación fue truncada en el segundo día de su campaña, convirtiendo sus sueños en cenizas y su legado en un eco de indignación y tristeza.
Detrás de cada nombre en la lista de víctimas se esconde una historia de esperanza, lucha y sacrificio, como la de Jaime Dámaso Solís en Guerrero, cuyo deseo de transformación fue silenciado por la brutalidad del crimen, o la de Miriam Nohemí Ríos Ríos en Michoacán, cuyo liderazgo y valentía no pudieron protegerla de la violencia despiadada.
En este panorama desolador, surge la pregunta inevitable: ¿cuántos más deberán caer antes de que la paz y la justicia prevalezcan? Es un interrogante que resuena con las palabras del psicólogo Carl Jung, quien advirtió sobre los peligros de ignorar las sombras de la sociedad, advirtiendo que “todo aquello que no enfrentamos en la vida exterior, se convertirá en nuestro destino interior”.
El Instituto Nacional Electoral (INE) ha respondido a esta crisis implementando medidas de protección para los candidatos en riesgo, reconociendo la urgencia de salvaguardar la integridad de aquellos que buscan servir a la comunidad. Sin embargo, estas medidas son solo un parche temporal en una herida que sigue abierta y sangrando, como la profecía auto cumplida del filósofo francés Albert Camus, quien afirmó que “la violencia engendra violencia”.
En este contexto, es crucial que la sociedad y las autoridades trabajen juntas para abordar las raíces profundas de la violencia política, confrontando la impunidad y la corrupción que alimentan este ciclo interminable de muerte y desesperanza. Como dijo el filósofo político John Locke, “donde no hay ley, no hay libertad”, recordándonos que la verdadera libertad solo puede florecer en un entorno de paz y justicia.
Mientras tanto, el recuerdo de aquellos que han caído en la batalla por un México mejor debe servir como un recordatorio de nuestra responsabilidad colectiva de construir un futuro donde la violencia sea una reliquia del pasado y la democracia sea verdaderamente un refugio para todos. En palabras del psicólogo Abraham Maslow, “la verdadera educación consiste en convertir a los individuos en seres humanos buenos y honestos”, una tarea que solo puede lograrse cuando la vida de cada persona se valora y se protege como un tesoro invaluable.