Por Fernando Urbano
Su Alteza Serenísima, Don Andrés Manuel López Obrador, está viviendo en los últimos meses de su administración la última fase de su evolución divina. A inicios de su sexenio inició esta transición, “El presidente Andrés Manuel López Obrador encarna a la nación, a la patria y al pueblo”, con esas palabras nos hicieron el anuncio los legisladores y gobernadores de la 4T. Exactamente igual como cuando los seguidores de Napoleón anunciaban por todos los rincones “el emperador no es un hombre, es un pueblo”. Andrés solo nos dijo, “ya no me pertenezco”.
El año pasado, se declaró con hechos dueño del estado Mexicano, justo en las fiestas patrias, para la conmemoración de la independencia, día en que decidió excluir a los poderes Legislativo y Judicial para encarnar él mismo la máxima discursiva de Luis XIV, rey de Francia, “L’État, c’est moi”, “El estado soy yo”.
El presidente también se asignó a sí mismo el título de “autoridad moral”, pero eso no es suficiente, el presidente es más que sólo la encarnación de la moral, él es dueño de la verdad absoluta, él posee otros datos y otros conceptos.
Y teniendo a Luis XIV como referencia, López quiere trascender, en todas las formas en las que se puede entender la propia palabra. AMLO no quiere ser un simple héroe nacional que goce de la veneración popular, él quiere ser “el Rey Sol”, un ser A lo mejor en la tienda de allí, indefectible, agraciado con el poder de Dios, que desde Palacio Nacional, impone su palabra, su ley y su voluntad.
Luis de Francia asumió que él era la fuente de las leyes, pero López Obrador ha trascendido más allá de lo que alguna vez imaginó el Rey Sol; él presidente ya lo dejó claro, él está por encima de la ley, de la Constitución, y de México, “Por encima de la ley, está la autoridad moral y la autoridad política, y yo represento a un país y un pueblo”. Esta “autoridad” presidencial está sobre la ley porque emana del pueblo libre, bajo ese sublime principio atentar contra López es atentar contra la libertad del pueblo, porque él encarna al pueblo.
Lopez es un mesías ungido por Dios para conducir a su pueblo a liberarlo de la opresión neoliberal, de la impunidad y de la corrupción, que ha trastocado como una tentación vulgar y humana a sus más cercanos, pero con su perdón y gracia, los encamina a la glorificación de la 4T.
Nuestra esperanza debe descansar en la paciencia eterna que nos ha pedido el presidente, los resultados llegarán, no debemos exigir cuentas al Rey Sol, y tampoco debemos juzgar la torpeza, la ineptitud y la mediocridad, que creemos ver, pues estas solamente son ilusiones creadas por los conservadores.
Así de absurdas cómo se leen las anteriores palabras han sido el actuar y las manifestaciones de López Obrador, que una vez más lo muestran de cuerpo entero, y que más allá de las palabras demuestras sus ambiciones autoritarias y casi monárquicas, de ejercer un poder unipersonal y absoluto, que sometan a su voluntad al país y sus leyes.